«En Venezuela no habrá solución desde afuera. Quizá una invasión, pero eso no solucionará nada. Y quizá sirva de gasolina para incendiar otros países. La tensión está adentro, pero permanentemente estimulada desde afuera por aquellos que insisten en adueñarse de los recursos naturales, gobiernos neoliberales algunos y fascistas otros», sostiene Aram Aharonian.
Este domingo se realiza en Venezuela la elección de los miembros de la Asamblea Constituyente, convocada el primero de mayo pasado por el presidente Nicolás Maduro, como fórmula para superar la crisis política que vive el país, azuzada por más de cien días por la oposición con masivas movilizaciones y una serie de hechos de violencia.
El hito electoral del 30 de julio es un verdadero test de la capacidad de convocatoria del chavismo, donde se juega la posibilidad de estabilizar el país y, al mismo tiempo, reimpulsar el proceso bolivariano.
En este sentido, en conversación con El Ciudadano, el periodista uruguayo, fundador de Telesur, codirector del Observatorio de Comunicación y Democracia y del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (Clae), y presidente de la Fundación para la Integración Latinoamericana (Fila), sostiene que “el gobierno no solo debe lograr un buen resultado en la convocatoria, sino a la vez evitar que se sumen más destrozos masivos en las ciudades, ataques militares, quema de ciudadanos y que la sociedad caiga en el enfrentamiento buscado por la derecha”.
“La oposición trazó en Washington la hoja de ruta en un entramado internacional que engloba desde el Departamento de Estado hasta la Exxon Mobil: en lo político-institucional, en la violencia, en lo económico, en ,lo comunicacional”, recalca Arahonian respecto de la estrategia que la oposición ha desarrollado durante todo este período.
Se percibe máxima tensión política en Venezuela. ¿La elección del domingo puede actuar como fusible o se profundizará la crisis?
El gobierno de Estados Unidos olfatea el final del chavismo y ha lanzado la Hora Cero, muy de película gringa. El propio presidente Donald Trump -¿será por ser comandante en jefe de las FFAA?- quiere comandar la pelea. Ya no confía en los “nativos”: ha asumido la responsabilidad de la ofensiva de manera pública y ahora los gobiernos subordinados servirán sólo de amplificadores de las decisiones de Washington. Ya no fue un parlamentario o un funcionario: fue el propio mandamás que amenazó con sanciones económicas y políticas si se realiza el acto comicial. Y, obviamente, en seguida consiguió el apoyo de la OEA (sobre todo de su secretario general Luis Almagro), de desvergonzados y dóciles presidentes de la región, y espera la expulsión de Venezuela del Mercosur, prometida por Temer, Macri, Cartes y quizá hasta Tabaré.
El objetivo es el mismo de hace 18 años: salir del chavismo. Ahora, el objetivo del chavismo es el 31 de julio, con alta participación en la elección de constituyentes, el domingo próximo. El gobierno no solo debe lograr un buen resultado en la convocatoria, sino a la vez evitar que se sumen más destrozos masivos en las ciudades, ataques militares, quema de ciudadanos y que la sociedad caiga en el enfrentamiento buscado por la derecha.
La Asamblea Constituyente fue una salida del gobierno a la crisis impulsada por la oposición. ¿Cómo se puede proyectar a partir del domingo próximo? La oposición está proponiendo una estrategia de exacerbar las tensiones al límite y a cualquier costo. ¿Cómo se ha respondido desde el chavismo?
Creo que fue una huida hacia adelante, ante la imposibilidad de concretar –pese a los esfuerzos del Papa, Unasur y de varios expresidentes- un diálogo constructivo que enderezara institucionalmente el país. Desde hace al menos 15 años la prensa hegemónica viene anunciando la caída del chavismo, pero ha intensificado el verso desde 2014, cuando la oposición decidió buscar -al mejor estilo terrorista del ISIS (también con armamento financiado por EEUU)- su acceso al poder. En poco más de cien días, paramilitares y jóvenes disfrazados de terroristas asesinaron en Venezuela más de cien personas, aun cuando el imaginario colectivo creado por el terrorismo mediático haga creer que las víctimas son causadas por la represión gubernamental.
Creo que nuevamente la oposición se autoimpuso un término, ésta vez quizá apurado por Trump. ¿Podrá voltear a Maduro? ¿Y después qué podrá hacer? ¿Llamar a los marines? Porque hasta ahora el chavismo no salió a enfrentarse a la oposición, ni las Fuerzas Armadas.
Uno es periodista y no le gusta la futurología. Pero en la violencia, cabe esperar nuevas formas tras las ya practicadas, como cortar el acceso a zonas urbanas, atacar con grupos de choque y paramilitares las zonas populares, asediar e incendiar instituciones públicas (hospitales, canales de televisión, centros eléctricos), incendiar personas (con la excusa de que quizá sean chavistas). Ahora surge el uso de armas largas, morteros y ataques contra fuerzas de seguridad (esperando la reacción). En lo comunicacional las órdenes son las de invisibilizar, desconocer la existencia del chavismo. Internacionalmente, EEUU asumió públicamente la responsabilidad y los gobiernos sumisos deberán cumplirle. En lo económico el objetivo es apretar más la asfixia, bloqueando las líneas de importación de comida destinada a los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, la quema de depósitos y camiones.
El cogobierno propuesto por la derecha es quebrar la institucionalidad. ¿Como se proyecta esa estrategia?
La oposición trazó en Washington la hoja de ruta en un entramado internacional que engloba desde el Departamento de Estado hasta la Exxon Mobil: en lo político-institucional, en la violencia, en lo económico, en lo comunicacional. En lo político, lo previsto es la instalación del gobierno paralelo (un gobierno en el exilio, pero dentro del país), con nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (que solo ellos reconocen) y el anuncio de la elección de un “presidente” del “gobierno de unidad”, puesto para el cual la gente de Washington confía en Leopoldo López. Seguramente Washington, una vez “instalado” éste, desconozca al gobierno constitucional de Maduro, apoyando económica, militar y diplomáticamente al gobierno bizarro de la oposición.
La matriz mediática legitima toda la violencia desplegada por la oposición, la presenta como justa, épica y necesaria (más del centenar de muertos).
El asedio ha sido intenso al gobierno de Maduro, pero aún resiste. ¿Cuales son las claves de este proceso?
Hay un pueblo –sobre todo en los sectores populares y en el campo- que sigue siendo chavista, consciente de que nada bueno podrán lograr con un gobierno de derecha, casi nada nacionalista; más allá que esté o no de acuerdo con el presidente Maduro o con una o varias figuras de su gobierno. Que está sufriendo la falta de alimentos y de medicinas desde hace meses, gracias a la guerra económica y el bloqueo financiero; la ineficiencia, la ineficacia y la corrupción también.
Pero hasta ahora siguen al pie de la letra lo que les enseñara Chávez: identificar al enemigo.
Nadie sabe cómo justificar los supuestos 7.676.894 votos del “plebiscito” realizado el domingo 16 por la oposición, que no fueron verificados salvo por tres repudiados (en sus propios países) ex presidentes. Los dirigentes de la oposición quemaron las urnas antes del conteo. Pero el terrorismo mediático internacional logró invisibilizar el simulacro de la votación para constituyentes, organizado por el Consejo Nacional Electoral, que llevó mucha gente, que hasta sorprendió a los dirigentes del PSUV.
Tras 100 días de iniciado el ciclo de violencia insurreccional, la oposición ha sumado algunos pocos actores que estuvieron en el chavismo, pero no ha logrado el apoyo de la Fuerza Armada Nacional (ni por goteo). Tampoco el de los sectores populares. Ni la composición de clase ni la cantidad de participantes en las protestas ha cambiado, tampoco la creciente violencia (incentivada hasta por el Episcopado, permanente guionista de la oposición), ni su dirigencia elitista ni la carencia de un proyecto político, más allá de salir de Chávez primero, de Maduro ahora…
¿Ha servido este período para hacer un proceso de revisión del proceso hasta ahora?
Sí, ha servido. Pero no de parte del Gobierno. Y de ese proceso de revisión –de hechos que se desbordan diariamente- se nutre una amplia mesa de chavistas, ex chavistas, desertores, oportunistas, críticos, ingenuos, provocadores, entreguistas… algunos con proyecto político.
¿Cuál crees pueden ser los ejes para bajar la tensión en Venezuela?
En Venezuela no habrá solución desde afuera. Quizá una invasión, pero eso no solucionará nada. Y quizá sirva de gasolina para incendiar otros países. La tensión está adentro, pero permanentemente estimulada desde afuera por aquellos que insisten en adueñarse de los recursos naturales (países, trasnacionales, intermediarios), gobiernos neoliberales algunos y fascistas otros, que no perdonan que Venezuela haya sido la locomotora de la integración regional y que hoy quieren matar al ejemplo para someter nuevamente a sus pueblos.
Solo una nueva derrota de la oposición puede bajar la tensión y rehacer un camino de diálogo.
¿Cómo se presenta el 31/07 para el proceso que encabeza Nicolás Maduro?
Siempre el problema de los gobernantes es el día después, ganen o pierdan. Un dirigente opositor me dijo que él espera que el domingo un helicóptero capture a Maduro y lo lleve fuera de fronteras para ser juzgado como criminal de guerra. Yo le pregunté si con eso se termina el chavismo… Repito, soy periodista no futurólogo.