Por Vanina Roda, delegada de Pepsico para La Garganta Poderosa
Lamentablemente, en estas horas dolorosas, sólo puedo gritar que seguimos de pie, acá, en una situación tan angustiante como desconcertante. Con mucha fuerza de voluntad, luego de ser despedidos, comenzamos a reunir ideas para consensuar un plan de lucha que, desde ahora, seguiremos en la calle. Porque sí, la empresa despidió a más de 600 compañeros el último 20 de junio, con el total apoyo del gobierno nacional y la gestión provincial, que finalmente se decidieron a cumplir su anhelo: nos mandaron a la Gendarmería, con efectivos de Infantería, para pegarnos con brutalidad y con la más absoluta impunidad.
Ya desde el lunes, se corrían rumores del desalojo inminente. Y esta madrugada, cuando empezamos a ver cómo iban llegando alrededor de 15 móviles, nos acercamos para dialogar, en busca de una solución pacífica, a nuestra situación laboral. Sin embargo, la respuesta fue letal: «Tienen cinco minutos para retirarse». Jamás esperamos semejante cacería humana, en una fábrica donde el 70 por ciento de los trabajadores somos mujeres, muchas de las cuales fuimos maltratadas. Sin discreción, reprimieron repartiendo trompadas para todos y todas, sin que pudiéramos hacer nada. Sólo nos quedó resistir, hasta que ingresaron a la planta.
Los últimos 17 años de mi vida laburé en PepsiCo, donde hoy realmente temí terminar muerta, que me golpearan hasta matarme por defender mis derechos, ahí, donde dejé todo mi sudor y mis lágrimas. Casi dos décadas de esfuerzo para que nos echaran así, como si no fuéramos personas. Y encima ellos, una multinacional que aumenta sus ganancias año tras año, ajena a cualquier crisis, a punto tal que ya no les alcanza con los camiones: ahora importan productos desde Chile, ¡en sus propios aviones!
Con la complicidad del Ejecutivo nacional y el Poder Judicial, la compañía logró barrer a una comisión interna que siempre se plantaba, del mismo modo que desplazó a las mujeres que luchamos contra el sindicato, conquistando la guardería y el premio a la productividad, entre otras victorias con poca prensa. Pues cuando conseguí el empleo, allá por el año 2000, ganábamos dos pesos y eso lo revertimos con organización, cuando ni siquiera imaginábamos que una megaempresa podrida de plata terminaría cerrando su planta y tirándonos a la calle.
Ahora, sólo nos queda seguir marchando y apoyándonos en ustedes, como nos apoyamos con las comisiones internas de las otras empresas que cerraron. Y sí, estamos tristes, muy tristes, pero a la vez estamos profundamente agradecidos, convencidos, unidos. Y de pie.
Eso,
¡estamos de pie!