Hace un mes hablábamos de que el llamado a una Asamblea Constituyente era una huída hacia adelante, con lo que el gobierno intentaría solucionar los conflictos con actitudes que si bien parecen resolutivas, en realidad no hacen más que posponerlos. Por supuesto que el que huye hacia delante nunca cree que está posponiendo el problema sino solucionándolo.
Pero para ir solucionando el problema, debiera ir desactivando las bombas instaladas en la médula de la problemática. No se puede ver lo que ocurre hoy en ningún país con la mirada y las herramientas de la guerra fría y, por ende, no basta con declararse de izquierda, socialista o revolucionario, antiimperialista o enfrentado a Estados Unidos, para contar con el apoyo interno e internacional al proceso venezolano y legitimar un discurso trasvestido de revolucionario, lleno de consignas y falto de ideas y/o propuestas.
Como boxeador contra el encordado por la escalada insurreccional, el gobierno usó las mismas cuerdas para escapar del castigo, descentrando la ofensiva de la derecha que pretendía obtener resultados al cortísimo plazo, con una convocatoria a la Constituyente, una maniobra distraccionista que puso a la defensiva política y discursiva a la oposición.
El llamado es interpretado también como una respuesta defensiva frente a las elecciones anticipadas que exige la derecha, una alternativa ante el chantaje de comicios ficticios que promueve la oposición, en medio de la guerra económica y la provocación y el terror callejeros, sin propuestas legítimas, y mucho menos democráticas. La derecha radical no busca elecciones ni referendo y menos aún el respeto a la Constitución, sino la salida de Maduro por cualquier vía: destitución, dimisión, golpe, asesinato.
Insisten en un “gobierno de transición” al estilo Michel Temer, donde sin apego a ninguna regla, puedan hacer el trabajo sucio y amargo de los ajustes económicos y la limpieza política (léase reducción de la dirigencia pero sobre la simbología chavista). Este es el discurso que viene desde el exilio dorado de Miami, subestimado en el país por ridículo, pero que repite las consignas de los retrógrados republicanos que están hoy en el poder en Estados Unidos.
“Promueven comicios al estilo de Colombia, donde entre voto y voto hay centenares de militantes populares asesinados. Pretenden una concurrencia a las urnas semejante a Honduras, es decir, bajo el paraguas del crimen de Berta Cáceres. Demandan el tipo de votaciones que imperan en México, entre cadáveres de periodistas, estudiantes y docentes. Sería un terrible error sumarse a un planteo que intenta utilizar las elecciones para preparar el cementerio de los chavistas”, señala el economista argentino Claudio Katz.
La convocatoria a la Constituyente puede ser un camino para retomar la iniciativa popular e implica un giro por parte del gobierno que hasta ahora restringía la confrontación al ámbito burocrático de un poder del Estado contra otro, el choque por arriba del Ejecutivo contra el Legislativo o del Tribunal Supremo de Justicia contra la Asamblea Nacional.
Nadie puede ignorar los intereses geopolíticos en juego para (intentar) entender lo que ocurre. Ya desde el comienzo del gobierno de Hugo Chávez (1999, y claramente en el apoyo del Golpe de Estado de 2002), no solamente en los proceso de apoyo político sino principalmente en el financiamiento de los sectores más radicales de la oposición, ha habido apoyo financiero, político, entrenamiento, de las redes del terrorismo mediático, a través de ONGs, fundaciones, y gobiernos extranjeros.
Hay, sin tapujos, una injerencia directa de los Departamento de Estado y de Defensa del gobierno de Estados Unidos y de connotados legisladores (como Marcos Rubio y Bob Menéndez) y por otra parte del uribismo, el paramilitarismo y los grandes “cacaos” colombianos. Y hay una campaña desmedida, de terror mediático, desarrollada a través de los medios internacionales, en especial los estadounidenses, españoles y colombianos, como voceros principales del descrédito del gobierno de Maduro, lo que deja en claro que existen planes bien orquestados y teledirigidos desde hace 18 años.
Hay sectores radicales de la derecha bien financiados para evitar que esta experiencia del chavismo termine simplemente como una derrota electoral, porque ello significaría que quedaría como una experiencia de organización, de expectativas, de esperanzas bien asentada en el imaginario del pueblo.
“Esto para este sector no puede sobrevivir, para este sector esto requiere aplastamiento, exterminio. Un escarmiento de manera tal que este imaginario de la posibilidad de cambio quede negado. Y si además de eso sabemos que en este sector extremista esta la incidencia internacional y está como se ubica Venezuela en la geopolítica global, queda claro que esta violencia tiene características estructurales, está claro que esta violencia es extraordinariamente difícil de desmontar. Porque estas condiciones cierran enormemente las condiciones para el diálogo. No es simplemente un desborde, hay sectores que buscan esta violencia como objetivo”, señala el sociólogo Edgardo Lander, opositor a la Constituyente.
Hay quienes sostienen que el sector extremista de la oposición tiene una incidencia coyuntural fuerte, pero marginal en el largo plazo. Pero la realidad muestra que este sector es el que dirige a la oposición y detrás de él se alinean todos los grupos socialdemócratas (adecos, masistas) y democristianos (inluídos los íntimamente ligados a la jerarquía católica), quienes se benefician políticamente de los avances políticos que puede generar la violencia.
Pero en esa huída hacia adelante, las bombas siguen activadas. No hay posibilidad de ninguna solución sin el reconocimiento del otro, de la llamada otredad. La huída hacia adelante debiera conllevar mecanismos de relación, de diálogo, del reconocimiento de que no son dos bloques homogéneos, a pesar de que se quiere construir el imaginario colectivo de una polarización entre dos bloques. En definitiva, hay que reconocer que hay una crisis de hegemonía, tal como lo definió Antonio Gramsci.
Hay necesidad no solo hablar del “conflicto” sino saber cuáles son sus causas y sus consecuencias. E intervenir sobre ellas. La inmensa mayoría del país quiere evitar una guerra civil, anunciada con bombos y platillos por derecha e izquierda. Es más, está ocupada en su diaria subsistencia, en escapar de la inflación, conseguir alimentos y medicinas.
Dentro de la opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) hay muchos que afirman que están siendo chantajeados por estos sectores financiados y empujados por la política de Estados Unidos, y que no encuentran cómo desprenderse de ese chantaje (muchos ni siquiera parecen intentarlo seriamente). Del lado del gobierno también se nota un resquebrajamiento y es notorio el comportamiento disidente de la Fiscal General y de algunos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia en relación al llamado y a la forma y el contenido de la convocatoria a la Constituyente.
Para el sociólogo chavista Javier Biardeau este conflicto podría llevar al país entre una pendiente autoritaria, por parte del Gobierno, y una salida no pacífica ni democrática, por parte de la oposición. Asoma un hecho desencadenante de violencia masiva que pueda generar salidas caóticas con una guerra no convencional y con una fractura militar. Los scenarios de solución pasan, necesariamente, por un nuevo diálogo donde se extraiga el liderazgo político fanatizado y se siente un “cónclave”, donde ve al Papa como el único actor posible para pacificar y apaciguar a Venezuela.
Desde los análisis de los llamados colectivos chavistas, la Fiscal General aviva el fuego cuando éste está mermando y da sustento al relato de la derecha en busca de una salida para nada democrática, ni limpia, y mucho menos ética. O sea, señalan, quemó la oportunidad de aparecer como balance necesario en una actitud de disidencia oportunista, dentro de una fractura en medio de una paralela lucha de grupos e intereses dentro de la dirigencia oficial.
Las bombas de la inseguridad, el desabastecimiento, la seguridad sanitaria siguen activadas. Hay que entender por qué pasa lo que está pasando, el descontento creciente, provocado por la situación económica, la escasez, los temas de la inseguridad…Hay sectores de la oposición que no quieren ser instrumentos de esta política fascista, que usa a los jóvenes como carne de cañón. Hay expresiones del chavismo crítico (autodenominados con este nombre, precisamente), gente en el gobierno y en la Fuerza Armada que tampoco está conforme con el papel que les hacen desempeñar.
Paralelo a la polarización –resultado natural de las contradicciones y de la confrontación por la riqueza y por el poder político- y la radicalización política de los últimos años, progresivamente se ha ido incubando la violencia, abierta u oculta, y la ciudadanía, acorde a las características de la coyuntura confrontacional, está sometida a diferentes tipos de violencia: física, psicológica, emocional, mediática, culturales, señala la socióloga Maryclén Stelling.
Se transitan procesos complejos, dinámicos y cambiantes, dolorosos y vergonzosos que conducen a un clima emocional de impotencia, en el que la violencia puede constituirse en algo natural y fatal. Son tiempos sombríos de apatía y desesperanza que engendran una peligrosa indiferencia ciudadana, suerte de banalización sanadora de la acción destructiva y la violencia en su forma límite, la violencia homicida. Es el momento de reflexionar sobre la naturalización de la violencia que amenaza con instaurarse social y culturalmente en la Venezuela actual, añade.
En 50 días se registraron más de seis decenas de muertes, más de 200 heridos, y 600 millones de bolívares en pérdidas, producto de actos de saqueo y vandalismo donde destaca la violencia irracional contra hospitales y centros de salud. En medio de este terrorismo que sí transmite a diario la televisión internacional, hace falta hacer una pausa para analizar las condiciones estructurales que la incubaron, aquellas que la mantienen y reproducen, además de las razones morales que supuestamente la justifican.
La Reforma
Los analistas señalan que se diseñó una ingeniería electoral para convertir al bolivarianismo en una mayoría en la Asamblea Constituyente, a través de dos vías fundamentales: la representación territorial, (con una sobrerrepresentación a las zonas rurales) y otra de carácter corporativo. Más allá de las formas, del procedimiento para su llamado, está el tema del contenido, porque se supone que es una Constituyente plenipotenciaria, pero ya se le están fijando los temas que debe aprobar.
Por ejemplo, Maduro ha dicho que no le alcanzan los poderes que tiene, Elías Jaua que éste es un Estado indefenso frente a la ofensiva de la oposición y que requiere instrumentos constitucionales para defenderse. Una pregunta que queda en al aire es si tiene sentido el anuncio de que el 10 de diciembre se realizarán las elecciones de gobernadores y autoridades locales, si ya va estar en funcionamiento una Constituyente que al ser plenipotenciaria podría decidir que la nueva estructura del Estado no tendrá gobernadores.
Los asesores socialdemócratas del gobierno de Maduro con este llamamiento buscan revigorizar el imaginario chavista popular, de recuperar el espíritu de lo desde abajo, porque se trata de una Constituyente feminista, ecológica, indígena, de las comunas, etcétera. Los que están en contra del llamado constituyente, tratarán de deslegitimarlo, apuntar a las fracturas que existen en el gobierno, en las fuerzas armadas, y que por la vía de desgajamientos, el Ejecutivo llegue a la conclusión de que no puede seguir adelante.
Pero, por ejemplo, Roberto Viciano y Rubén Martínez Dalmau, profesores de Derecho Constitucional de la Universitat de Valéncia y administradores del negocio de la CEP de asesoría socialdemócrata, quienes colaboraron en la redacción de la Constitución de 1999, señalan que la convocatoria, de producirse sin consultar al pueblo, “sería un nuevo atentado a la voluntad democrática del mismo”.
Hay que destacar, asimismo que corrientes de izquierda de Venezuela con planteos críticos, llaman a participar en la Asamblea cuestionando los manejos burocráticos y convocando a potenciar la dinámica de las comunas.
Difícilmente saldrá algo bueno, si se trata de una Constituyente unilateral. Si la forma de convocar, de integrar la Asamblea, de funcionar, de ratificar las decisiones de la misma, se hace desde la perspectiva e intereses de uno de los actores, el conflicto político se seguirá reforzando. Dentro de las bases chavistas hay sectores que apoyan la salida constituyente, pero condicionando su apoyo a urgentes correcciones en el rumbo. Son muy críticos de la corrupción pública, la ineficiencia gubernamentel y la falta de revolución.
Sin desactivar las bombas, sin medidas drásticas en el plano económico-social y de seguridad ciudadana, la Constituyente puede ser una huída sin destino. Mientras los capitalistas manipulan las divisas, provocan el desmoronamiento de la economía, disparan la inflación, manejan los bienes importados y desabastecen la provisión de bienes básicos, el gobierno ha mostrado ser tolerante o impotente, pasivo, ineficiente, ineficaz, tolerante con la corrupción y con los millonarios travestidos de chavistas.
Quizá sea hora de atacar el desaguiso económico con la nacionalización de los bancos, el comercio exterior, la expropiación de los saboteadores, la prisión de los corruptos, como sugería el economista Simón Andrés Zúñiga. Dejar de huir y retomar el camino de la revolución: si no, será muy difícil recuperar el acompañamiento popular.