Tatiana Roa, miembro del Movimiento Ríos Vivos, creado y constituido por la red de afectados en la construcción de represas en Colombia, conversó con Pressenza acerca de la labor que vienen desempeñando desde 2011 en defensa de los territorios y comunidades vulneradas por dichos proyectos, en las regiones de Córdoba, Cauca, Valle del Cauca, Caldas, Antioquia, Huila y Santander.
Uno de los retos del movimiento ha sido conocer y entender las dimensiones de los pueblos que viven a las orillas de los ríos y desmitificar el ideal que existe sobre una represa en el imaginario. Si bien son proyectos que generan desarrollo, además de energía limpia, lastimosamente también se convierten en un muro que destruye la relación entre las diferentes formas de vida y los ríos, ya que en torno a ellos se desarrollan muchas formas de vida, desconocidas por la sociedad. Las personas que viven de la pesca, agricultura, recolección y extracción artesanal de piedras, arena y oro, sobre los playones de los ríos, se ven desplazadas por la destrucción de la dinámica de estos, ya que muchas de las represas se construyen en los valles con grandes embalses que provocan inundaciones y, por lo tanto, una importante pérdida de tierra productiva.
Por otro lado, la naturaleza se ve afectada desde su fauna, los peces reofílicos no vuelven a desovar ya que requieren desarrollar su período reproductivo con la ayuda de la estabilidad del entorno; también sucede que se represan aguas de ríos contaminados y no contaminados, destruyendo la producción de oxígeno del agua, como sucedió con el río Sogamoso en Boyacá, que recupera sus niveles de oxígeno a 30 Km. de distancia de la represa, por lo que quienes viven en ese radio, no pueden utilizar el agua para absolutamente nada. Se trata entonces de daños irreparables que no se contemplan antes de construir las represas.
Por esta razón, el movimiento de afectados busca dimensionar los daños derivados de la construcción de las mismas y cuestionar el modelo energético que contempla la construcción de grandes proyectos hidroeléctricos.
Respondiendo a la pregunta en torno a si Colombia necesita tantas represas, Tatiana cuenta que el país vive un “boom” de construcción de proyectos hidroeléctricos con embalses muy grandes y represas muy altas, de hasta 240 metros como es la de Ituango; también se contempla construir de ocho a diez PCH (Pequeñas Centrales Hidroeléctricas) en serie, que se convierten en proyectos gigantes de producción de cientos de megavatios (MWh). Es evidente que la mayor parte de esa energía no está pensada para el consumo doméstico, sino para garantizar el funcionamiento del modelo extractivista colombiano, de las grandes empresas mineras y la agroindustria.
Incluso los nuevos proyectos petroleros son altamente demandantes en cuanto a energía, porque no se generan en yacimientos tradicionales, sino que entraron a la era de energías extremas donde el “fracking” o fracturación hidráulica, las arenas votuminosas y los disolventes químicos de crudos pesados, requieren procesos no convencionales para sacar el producto a los centros de refinamiento, puertos y mercados. Por último, vemos que todo que mientras más energía se produce en Colombia, más gente está desconectada del sistema energético nacional porque los costos son elevados.
Respecto al proceso de paz, Tatiana afirma que la paz misma es un un terreno en gran disputa. Ríos Vivos y otros movimientos apuestan a la posibilidad de tener un país realmente en paz, ya que el costo humano de cincuenta años de Guerra, ha sido muy alto. Sin embargo, los intereses del gobierno nacional en su modelo de paz, están vinculados con un modelo de desarrollo extractivista. Se trata de una paz neoliberal. Por eso, para los movimientos sociales este momento representa un gran reto.
El gobierno y sus altos funcionarios han expresado que la paz les permitirá entrar a territorios antes controlados por las insurgencias y que ahora podrán ampliar la frontera extractiva, pues se necesitan recursos para el post- acuerdo. Por ello, las comunidades, grupos y movimientos son tachados como enemigos de la paz. La verdad es que la paz, fundada en la construcción de un país con justicia social ha sido, por décadas, el gran anhelo de las organizaciones sociales.