Actualmente se discute en la capital austriaca uno de los temas más importantes en el mundo, como de costumbre sin cobertura mediática: las armas nucleares.
El martes 2 de mayo vio el inicio de un proceso que continuará hasta mayo de 2020, cuando el tratado de no proliferación de las armas nucleares será revisado y evaluado. Este tratado entró en vigencia en 1970 y ha sido ratificado por 190 Estados. Según la Oficina de asuntos sobre el desarme de las Naciones Unidas, “mayor cantidad de países han ratificado el TNP que toda otra convención de limitación de armas y de desarme”.
Pero si usted viniera a Viena y escuchara el momento en que las delegaciones toman la palabra en el debate general, podría pensar que cayó en una falla temporal, porque nada cambia en este carrusel quinquenal del TNP. Es como una versión de la pesadilla del “día de la marmota”.
Es un ballet permanente entre los cinco Estados signatarios del TNP que poseen armas nucleares y un grupo de Estados no nucleares, cada vez más convencidos de que están hartos de esperar algún avance.
Veamos el contexto. Según fuentes reconocidas de proveniencias diversas, hay alrededor de 15.000 armas nucleares en el mundo, de las cuales el 90 % está en manos de los Estados Unidos y Rusia, cientos de ellas desplegadas y listas para ser lanzadas segundos después de que se dé la orden. Esta cifra de 15.000 es claramente un avance con respecto a las 80.000 armas nucleares que existían en la cumbre de la Guerra Fría. Sin embargo, durante las conferencias de 2103 y de 2014, la comunidad internacional fue informada de que los modelos científicos habían demostrado que en una guerra nuclear, con solo lanzar 100 armas nucleares sobre las ciudades sería suficiente para sumergir al mundo en un invierno nuclear que podría causar 2 mil millones de muertos y el fin de la civilización tal como la conocemos.
Cuando el “avance” significa que en lugar de tener la posibilidad de destruir 800 veces la humanidad, “solo nos queda” el poder de hacerlo 150 veces, nuestra sensación de confort se estremece un poco. ¡Y encima de todo, la comunidad de las naciones debería estar agradecida!
“El acopio de cabezas nucleares estadounidense disminuyó en más de 85 % comparado con el máximo alcanzado en la Guerra Fría”, explicó Estados Unidos. Rusia agregó que, “Estos resultados impresionantes necesitaron los esfuerzos de miles de expertos y un presupuesto de cifras billonarias. Es impertinente ignorar estas acciones por motivos de propaganda”.
Por supuesto, pareciera que hacerle creer al mundo entero que estamos muy seguros en sus manos “responsables” no suena a propaganda.
Siempre en su intento de caracterizarse como modelo de virtud del desarme, Estados Unidos usa todas las justificaciones para retrasar otros avances en pos de la abolición. Durante los ciclos precedentes del TNP, Irán sirvió de motivo, hoy le toca a Corea del Norte. Concluyeron que “La determinación de disminuir la amenaza que representa Corea del Norte será el tema principal de nuestras discusiones durante este PrepCom”.
Sin duda, Corea del Norte es una preocupación: este país prueba armas nucleares y sistemas de lanzamiento. Pero volvamos a nuestra primera observación: no existe ninguna justificación para mantener un nivel de destrucción nuclear 150 veces más importante que necesario. Igualmente, la comunidad internacional disuadiría a Corea del Norte si solo existieran 100 armas nucleares en el mundo.
Al contrario, es claro que el tema central de estas discusiones debería ser cómo reducir drásticamente la cantidad de armas nucleares y su nivel de envergadura. Como ya declaró Ecuador, “Las reducciones minimalistas censadas demuestran la falta de respeto por parte de los Estados nucleares de las cláusulas del TNP, de los compromisos adoptados durante las conferencias de revisión de 1995 y del plan de acción de 2010”.
En este ballet, los Estados sin armas nucleares no ven ninguna necesidad de retrasar los avances hacia la reducción drástica del armamento e irritaron sobremanera a los Estados poseedores de armas nucleares, por iniciativas en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, que concluyeron en un preacuerdo con vistas a abolir las armas nucleares.
Esta irritación proviene principalmente del hecho que el derecho a veto de los Estados que poseen armas nucleares no funciona ante esta asamblea. “El abandono del consenso puede dar una ilusión de progreso, pero no es la realidad y esta ilusión podría disiparse rápidamente”, se quejó Estados Unidos. Los rusos fueron más lejos pretendiendo que un tratado de abolición sería incompatible con el TNP porque “conforme al TNP, la presencia de arsenales nucleares es completamente legítima”, posición que conduce a dudar de la existencia de una mínima intención de desarme.
“Aunque comprendiéramos la motivación que los llevó a iniciar negociaciones para la abolición de las armas nucleares, creemos que han escogido un mal camino, que pone en peligro la viabilidad del régimen TNP”, explicó Rusia. Austria respondió acertadamente que “El tratado de prohibición NO va a debilitar el TNP: el TNP está bajo tensión debido a las acciones de Corea del Norte, a la incapacidad de realizar avances sobre una zona sin armas de destrucción masiva en el Medio Oriente”.
Y mientras este carrusel sigue girando de año en año, hay algo en que todos están de acuerdo y es, que la energía nuclear es algo bueno y hay que reforzarla en todas partes. Por ejemplo, “Chile reafirma la importancia de reconocer el derecho inalienable (a la energía nuclear) garantizada por el artículo IV…”
Es un punto de vista que muchos encontraban aceptable en los años sesenta, pero que hoy es difícil justificarlo, no solo a la luz de los desastres de Chernóbil y Fukushima, que siguen envenenando el planeta, sino también porque los avances en el campo de las energías renovables hace que la energía nuclear sea cada vez menos necesaria. La zanahoria de las fuentes de energía aparentemente seguras, limpias y eternas se utilizaba para alentar a los países, fuera de los 5 que tenían los medios para desarrollar armas nucleares, a adoptar el TNP. Y así funcionó, salvo para India, Pakistán e Israel.
Pero la experiencia demostró que lo que se publicitaba como seguro y limpio no era ni una cosa ni la otra, y si en el pasado los riesgos que implican los desechos nucleares podían justificarse por las cantidades de energía producida, en la hora actual, con los avances increíbles de las energías nucleares, esta justificación ya no es válida.
En términos de proliferación en otros países, como lo recordó la delegación estadounidense el martes, “En 1963, el presidente Kennedy advirtió contra la perspectiva de que en 1970 podría haber hasta 25 Estados desarrollando armas nucleares”. Entonces, si el TNP pudo ser de utilidad en el pasado (al limitar la posesión de armas nucleares a tan solo 9 países), es importante reconocer que hoy el “gran intercambio”, por el cual la no-proliferación y el desarme iban juntos con la provisión de energía nuclear en el mundo, ya no funciona y que un nuevo acuerdo es necesario.
El tratado original se ha quedado atrás en numerosos aspectos.
El artículo IV que declara que todos los países tienen el derecho inalienable a la energía nuclear ha sido superado por los acontecimientos de Chernóbil y Fukushima, como también por el desarrollo de formas de energía renovable y de tecnologías de baterías cada vez más eficaces y más económicas.
El artículo V se refiere a la aplicación sin peligro de explosiones nucleares como el programa estadounidense “Operación Plowshare”, que fue interrumpida en 1977 cuando la oposición al envenenamiento de las aguas y a la lluvia radioactiva se hizo insostenible.
Los artículos I y II referidos a la ausencia de transferencia de armas nucleares o de medios que permitan crearlas fueron violados por los países que le permitieron a India, Pakistán, Israel y Corea del Norte construir armas nucleares, contra los que no se adoptó ninguna sanción. Y aunque el texto de los artículos I y II se haya interpretado como que autoriza la presencia de misiles nucleares en el territorio de los 5 Estados miembros de la OTAN, claramente va en contra del espíritu del tratado y el objetivo de desarme.
A la luz de estas observaciones, tenemos nuestras serias dudas de que esta vez se extraiga alga algo útil de Viena o de Nueva York en 2020. Las condiciones políticas no lo permiten. Es necesaria una nueva manera de pensar para eliminar los paradigmas en torno a las discusiones relativas a las armas nucleares. En otros términos, los aspectos humanitarios de la guerra nuclear no solo deben penetrar las conciencias de los diplomáticos (algo que ICAN ha cumplido de manera espectacular), sino el mundo entero.
Mundo Sin Guerra lanzó un llamado durante su breve presentación ante los delegados asambleístas de los países en contra las armas nucleares, para financiar todas las medidas posibles tendientes a erradicar las armas nucleares y para que disminuyan el presupuesto militar convencional a lo necesario. Estas medidas comprenden la introducción de cursos de paz, noviolencia y desarme en el plan escolar para todos los niños. Dicho plan escolar será el germen de una conciencia global que se desarrollará en las generaciones futuras, traduciéndose en horror de las armas nucleares. Las medidas deberán además comprender la elevación de la conciencia en la población adulta, para lo cual no habrá mejor solución que invertir en el arte y la cultura. Como lo declaró Mundo Sin Guerra, “No hay que olvidar que el presidente Reagan, después de ver la película “ El día después” quedó tan conmovido que cambió de idea sobre su política de guerra nuclear, lo que condujo a la firma del tratado INF (tratado sobre misiles de alcance medio y más corto). El arte y la cultura tienen la posibilidad de cambiar el mundo porque se difunden en el mundo, pueden entrar en todos los hogares del planeta e informar de una manera absolutamente inigualable”.
Dentro del mismo campo, proyectos de terreno como los de la organización antinuclear neerlandesa PAX, que les pide a los ciudadanos “no financiar la bomba”, son ejemplos excelentes.
Que haya o no dinero disponible a corto plaza para esos proyectos, lo cierto es que los militantes de todos los bandos deben informarse sobre las armas nucleares y unir fuerzas para erradicarlas. Igual que los militantes de base de hace cincuenta años, deben comenzar a informar de padres a hijos sobre la resolución de los conflictos, la vida noviolenta y, en particular, la necesidad de un desarme nuclear.
Si los gobiernos, en su danza eterna hacia la destrucción, son incapaces de lograr la abolición de la energía nuclear, entonces la gente común tendrá que tomar sus propias medidas hasta que los gobiernos se vean obligados de aplicar la voluntad del pueblo. Hasta que llegue ese día, la experiencia de la marmota seguirá repitiéndose hasta que destruyamos nuestro planeta no solo para las marmotas pero también para los seres humanos.