En Chile el Frente Amplio (FA) está emergiendo y chasconeando el habitual ambiente reinante desde los primeros años de la transición. Lo está haciendo con cierta dosis de insolencia.
Debe reconocerse que no es el primero. Fra-Fra lo intentó desde una perspectiva lúdica, con su cuento de los pollitos, la eliminación de la UF, dando la sensación que todo era papaya. Creó un partido a su pinta, la Unión de Centro Centro. Manfred Max-Neef fue otro candidato que lo intentó desde una perspectiva académica-ecológica. Cristian Reitze y Tomás Hirsch también estuvieron en la papeleta presidencial desde un prisma humanista. Eugenio Pizarro y Gladys Marín postularon como representantes de una visión comunista.
A lo largo de este último cuarto de siglo, todos ellos, junto con Parisi, MEO y Marcel Claude, entre otros, han procurado ofrecer una alternativa distinta a las representadas por quienes se han autodenominado como fuerzas de centro derecha y centroizquierda. Hasta la fecha sin mayor éxito, si se considera que los votos obtenidos por estos candidatos “alternativos” que han participado en las elecciones presidenciales no alcanzan a sumar más del 20% en cada una de estas contiendas.
Considerando esta realidad, todo indica que para el candidato que emerja de sus primarias, el FA tiene por delante un camino con viento en contra. Sin embargo, en la actualidad también existen algunos antecedentes que podrían favorecerle.
Recordemos que hasta hace unos años la inscripción era voluntaria y el voto obligatorio, en tanto que desde las últimas elecciones rige la inscripción automática y el voto voluntario. Una de las consecuencias ha sido la paulatina reducción del universo de votantes. Hoy vota menos del 50% de los inscritos y la mayoría de quienes no votan son jóvenes, para quienes votar no tiene mayor significación. Atraer la atención a este mundo que no se siente representado por las coaliciones dominantes desde los años 90, es uno de los retos que debe enfrentar el(la) candidato(a) del FA si aspira a un destino distinto al de quienes postularon en el pasado.
Otro reto es el de aprovechar la coyuntura dada tanto por la Nueva Mayoría (NM) como por Chile Vamos (ChV). La NM por presentarse con dos candidatos, todo un símbolo de la división que la aqueja y que inevitablemente la debilita, por más que se procure mitigar sus consecuencias. Por su parte, en la derecha, si bien el candidato saldrá de sus primarias, salvo alguna sorpresa mayúscula, todo indica que Piñera será el ganador. De confirmarse su nombre, pocas dudas caben que tiene muchos flancos abiertos que al menos para una segunda vuelta, le pasarán la cuenta. Mal que mal representa el paradigma de los conflictos de interés, del mundo de la especulación, del manejo de información privilegiada, del maridaje entre la política y los negocios.
Por último el Frente Amplio tiene la oportunidad de aprovechar las ganas que tiene el país de renovar sus cuadros dirigenciales, por ver caras nuevas, por nuevos aires, por algo más decente de lo que tenemos ahora y que vemos a diario, no sin estupor. El país no está para aventuras a tontas y locas, pero tampoco está como para quedarse de brazos cruzados.