En 2025, es decir en menos de ocho años, 1.800 millones de personas padecerán la más absoluta escasez de agua, y las dos terceras partes de la población mundial sufrirán estrés hídrico, si la comunidad internacional no reacciona y toma medidas.
En la actualidad aumenta el temor de que el avance de la sequía y de los desiertos, así como la creciente escasez de agua y la inseguridad alimentaria generen un ‘tsunami’ de refugiados y migrantes climáticos.
Ante esa situación, no es de extrañar que la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (UNCCD) considere a la sequía como “uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis”.
De hecho, en 2050, la demanda de agua podría aumentar 50 por ciento. Con el aumento demográfico, en especial en las tierras secas, cada vez más personas dependen del suministro de agua potable en tierras que se degradan, alerta la secretaría de la UNCCD, con sede en Bonn.
La escasez hídrica es uno de los grandes desafíos del siglo XXI, y la sequía y la escasez de agua se consideran de los desastres naturales con mayores consecuencias, pues generan pérdidas ecológicas y económicas a corto y largo plazo, además de tener impactos secundarios y terciarios, precisa.
Para mitigar las consecuencias, es necesario que una preparación para la sequía que responda a las necesidades humanas, a la vez que preserva la calidad ambiental y los ecosistemas, cuente con la participación de todos los actores, incluso de los usuarios y de los proveedores del servicio, para la búsqueda de soluciones, explica la UNCCD.
“Se atribuye a la sequía, un peligro natural complejo que avanza con lentitud y tiene significativas consecuencias ambientales y socioeconómicas generalizadas, causar más muertes y desplazamientos de personas que cualquier otro desastre natural”, subraya.
Sequía, escasez hídrica y refugiados
La secretaria ejecutiva de la UNCCD, Monique Barbut, recordó que las regiones propensas a la sequía y a la escasez hídrica suelen ser lugares de procedencia de muchos refugiados.
Ni la desertificación ni la sequía son causas de conflictos o de migraciones forzadas, pero pueden elevar el riesgo de su ocurrencia e intensificar los ya existentes, explicó.
“Factores convergentes, como tensiones políticas, instituciones frágiles, marginación económica, falta de redes de seguridad social o rivalidades entre grupos crean las condiciones que hacen que las personas no puedan hacer frente a las dificultades. La continua sequía y escasez de agua de 2006 a 2010 en Siria es uno de los últimos ejemplos conocidos”, apuntó Barbut.
¿En 2045 habrán 135 millones de personas desplazadas?
La UNCCD señala que los desafíos geopolíticos y de seguridad que afronta el mundo son complejos, pero mediante una mejor implementación de prácticas de gestión territorial se puede ayudar a las poblaciones a adaptarse al cambio climático, así como a construir resiliencia a la sequía.
Además, indicó, pueden reducir el riesgo de migraciones forzadas y conflictos por los escasos recursos naturales y asegurar la producción de una agricultura sostenible y de energía.
“La tierra es el verdadero aglutinador de nuestras sociedades. Revertir los efectos de la degradación de tierras y la desertificación mediante una gestión sostenible no solo se puede lograr, sino que es el próximo paso lógico y rentable para las agendas de desarrollo nacionales e internacionales”, observó.
La UNCCD alerta que 12 millones de hectáreas de tierras productivas se vuelven estériles cada año solo a causa de la sequía y la desertificación, lo que representa una oportunidad menos para producir 20 millones de toneladas de granos.
“No podemos seguir permitiéndonos el degradación de tierras, cuando deberíamos elevar la producción de alimentos en 70 por ciento para 2050 para alimentar a toda la población mundial”, subraya.
“La intensificación sostenible de la producción de alimentos con menos insumos, que evitan una mayor deforestación y expansión de cultivos en áreas vulnerables, debe ser una prioridad para los responsables políticos”, sugiere.
Además, la secretaría de la UNCCD señala que el aumento de las sequías y de las inundaciones repentinas, que son más fuertes, más frecuentes y extendidas, destruye la tierra, la principal reserva de agua dulce de la Tierra.
“La sequía mata a más personas que cualquier otra catástrofe relacionada con el clima, y los conflictos entre comunidades avanzan por la escasez de agua”, precisó.
“Más de 1.000 millones de personas no tienen acceso al agua, y la demanda aumentará 30 por ciento para 2030″, añadió.
Seguridad nacional y migraciones
Más de 40 por ciento de los conflictos de los últimos 60 años están relacionados con el control y la asignación de recursos, lo que expone a un número cada vez mayor de personas pobres a la escasez hídrica y al hambre, y abre la puerta a estados fallidos y conflictos regionales, alerta la UNCCD.
“Grupos no estatales se aprovechan de los grandes flujos migratorios y de las tierras abandonadas”, observa.
“Cuando bienes naturales, como la tierra, se administran mal, la violencia podría convertirse en el medio principal para el control de recursos, lo que quita el valor de los recursos naturales de las manos de gobiernos legítimos”, advierte.
El número de migrantes a escala mundial viene creciendo rápidamente desde hace 15 años, llegando a 244 millones en 2015, más que los 222 millones de 2010 y los 173 millones de 2000.
La UNCCD recuerda la relación entre ese número de migrantes y las dificultades en materia de desarrollo, en particular las consecuencias de la degradación ambiental, la inestabilidad política, la inseguridad alimentaria y la pobreza, así como la importancia de atender los factores y las causas de raíz de la migración irregular.
La pérdida de tierras productivas hace que las personas elijan opciones arriesgadas, agrega. En las áreas rurales, donde las personas dependen de tierras poco productivas, su degradación es responsable de la migración forzada, explica.
“África es particularmente susceptible, pues más de 90 por ciento de su economía depende de recursos sensibles al clima, como la agricultura de subsistencia que necesita de las lluvias”, puntualiza la secretaría.
“A menos que cambiemos nuestra forma de gestionar la tierra, en los próximos 30 años podríamos dejar a 1.000 millones de personas o más vulnerables y sin opciones salvo huir o pelear”, acotó.
Mejorar el rendimiento y la productividad de la tierra permitirá aumentar la seguridad alimentaria y los ingresos de los usuarios de tierras y de los agricultores más pobres, recomienda la UNCCD.
“A su vez, eso estabiliza los ingresos de la población rural y evita el desplazamiento innecesario de personas”, detalla.
Por otra parte, la UNCCD trabaja con socios como la Organización Internacional para las Migraciones para hacer frente a los desafíos planteados por la degradación de tierras, los movimientos masivos de personas y sus consecuencias.
También busca demostrar cómo la comunidad internacional puede aprovechar las capacidades y habilidades de los migrantes y refugiados, además de subrayar el valor de las remesas que estos envían a sus países en la construcción de resiliencia.