En la semana se dio el cara y sello, lo bueno y lo malo, lo que nos enorgullece y nos avergüenza. Lo bueno se dio en lo futbolístico, y lo malo en lo político. Empecemos por lo primero, lo bueno, lo que nos enorgullece, lo que nos alegra, lo que nos permite enfrentar la vida con la frente en alto, con optimismo.
En un partidazo Chile se impuso a Portugal, campeón de Europa con todas sus figuras en la cancha encabezados por su estrella máxima: Cristiano Ronaldo. Fue un triunfo después de un partido de meta y ponga con alargue que solo se resolvió a punta de penales. En esta instancia solo fue necesaria una tanda de 3 penales, porque el portero Bravo los atajó todos y el rey Arturo, el niño maravilla Alexis y el príncipe Charles convirtieron los tres.
A este partido Chile llegó luego de un deslucido empate con Australia, pero la confianza intacta. Con este triunfo Chile entra a la final de una competencia muy especial en el que se disputa la copa confederaciones. Lo especial está dado porque están todos los campeones vigentes de Europa, de América, de Asia, África, así como el ganador de la última copa confederaciones. Acá no había pan comido.
Sería injusto destacar a uno o varios jugadores, porque todos estuvieron a la altura de la responsabilidad que tenían, y si me fuerzan a destacar a alguien en particular, imposible no mencionar a Bravo, un arquero que una vez más mostró su trascendencia. Fue un trabajo en equipo brillante que delata a una generación de jugadores de lujo como nunca tuvo antes Chile, y que difícilmente se repetirá. Jugadores con carácter, que no se amilanan ante nada ni ante nadie, que se caen y se levantan una y otra vez, ya curtidos en una y mil luchas. Un equipo con pasta de campeón, que lo quiere todo.
Esto no es azar. Tras esto hay sangre, sudor y lágrimas; hay de trabajo, entrenamiento y esfuerzo. Esta es la gran lección que nos dejan estos muchachos. Guerreros, inclaudicables, a quienes ni los tiros a los palos amilanaron. Los jóvenes de hoy tienen en estos jugadores un modelo a admirar y seguir.
Qué diferencia con lo que nos tocó ver en la misma semana en el plano de lo político, donde la derecha se farreó la oportunidad de debatir con altura de miras, con propuestas concretas, a través de una cadena de canales televisivos. El resultado fue un debate para el olvido, un debate que probablemente sirva de modelo de cómo no debe ser un debate, donde predominaron las descalificaciones, las patadas en las canillas, las desconfianzas, el individualismo, y donde finalmente se embarraron los tres precandidatos. Por suerte el fútbol nos ha permitido olvidarlo prontamente.
Casualmente las primarias tendrán lugar el mismo día que se dispute la final de la copa confederaciones. En lo futbolístico la esperanza en un triunfo en la final está intacta; en lo político, por el contrario, la desesperanza parece estar atravesando a todos. Así como hoy se cree, se confía, en los futbolistas, ya no se está creyendo ni confiando en los políticos.
A la luz de lo descrito, pareciera que los desafíos que tenemos por delante son: uno, que el espíritu, el esfuerzo y el ejemplo de nuestros futbolistas se haga extensivo a las generaciones que siguen; y dos, renovar la política y los políticos para que podamos confiar en ellos. Claro que para esto último es necesario que seamos capaces de salir de nuestro metro cuadrado, levantar la vista y discernir entre los políticos que están para servir a los demás y aquellos que están para servirse de los demás.
Nací en Uruguay, en tiempos que Uruguay fue campeón mundial, en tiempos del maracanazo, de la garra charrúa: Hoy, en el último tramo de mi existencia, tengo el privilegio de ver la garra charrúa, el espíritu de lucha, de no darse jamás por vencido, de creérselas todas, en este extraordinario equipo chileno.
Ahora se nos viene la final. Lo tenemos todo para ganarla.