Gabriele del Grande, periodista italiano especializado en migración, estuvo encerrado durante dos semanas en un centro de extranjeros turco tras ser detenido mientras hacía su trabajo.
«La presión internacional hizo que se solucionase en dos semanas. Lo importante son los otros: yo ahora estoy libre, pero otros siguen detenidos».
«No tengo ningún papel oficial de mi detención ni de mi deportación».
Por Fabiola Barranco Riaza para Desalambre
No son pocas las voces que señalan al reportero italiano Gabriele del Grande como uno de los principales periodistas expertos en materia de inmigración y derechos humanos. Además de ser fundador del observatorio de inmigración Fortress Europe, que documenta las vidas perdidas en el Mediterráneo; Del Grade se adentró en el año 2006 en las entrañas de las rutas migratorias que conectan (y separan) el norte de África con Europa.
Este joven documentalista habla italiano, árabe, español, griego e inglés, pero ante todo escucha. Y es así cómo ha recopilado múltiples historias y testimonios sobre la odisea de quienes buscan un futuro mejor en el Viejo Continente. Muchas las ha plasmado en algunos libros y documentales, todos ellos con un espíritu crítico como sello de autor.
‘Un partisano me dice’ es el último libro en el que está trabajando y que trata sobre la guerra en Siria. Precisamente uno de los escenarios de su investigación es la frontera turco-siria, donde fue detenido por las autoridades turcas el pasado 10 de abril y fue privado de libertad durante más de dos semanas, hasta que finalmente fue deportado a Italia.
Desde 2006 ha documentado las dificultades e injusticias que viven muchas personas en su ruta migratoria. En sus libros “Mamadú va a morir” o “Quemar la frontera” plasmó, entre otras cosas, su labor de investigación sobre centros de detención de extranjeros en países como Marruecos o Libia, pero también en España o Italia.
¿Podría imaginar que acabaría en uno de estos centros de expulsión de extranjeros, como le sucedió el pasado mes de abril en Turquía?
Nunca me imaginé que pudiera estar ahí. Es muy raro porque he estado trabajado mucho como periodista denunciando los centros de inmigrantes en Europa y al final yo mismo he acabado en uno en Turquía. Pero los dos son financiados por Europa, eso también es destacable. Es una coincidencia que nunca me podía imaginar.
¿Recordó las revueltas en los 13 centros de identificación y expulsión en Italia que marcaron el verano de 2009 y que usted mismo informó a través de las propias personas internas y privadas de libertad; o tantas otras que ha conocido en situaciones parecidas?
Las condiciones, las personas, los mecanismos se parecen mucho a Turquía, Italia o España… al final la mayoría de la gente detenida eran inmigrantes sirios, chechenos, paquistanís… sin papeles o sin visado. Había gente que había intentado salir de Siria, pero la frontera está cerrada ahora y al cruzarla ilegalmente pasan a estos centros. También había mucha gente de Chechenia, de Rusia… que estaban viajando a Siria para ir allí a combatir. Era una mezcla, todo junto: inmigrantes sin papeles y yihadistas de viaje a Siria; pero también fueron detenidos en la frontera y el destino también es la deportación a sus países.
Su detención coincidió con la celebración del referéndum sobre la reforma constitucional en Turquía, cuyo resultado en favor del ‘sí’ y trae consigo la ampliación de las competencias del presidente Erdogan. A esto se suma el control sobre la prensa extranjera y local, que se ha endurecido en los meses de estado de emergencia tras el fallido golpe de Estado el pasado verano. ¿Es este país cada vez más inseguro para profesionales del periodismo?
Desde el golpe hay mucha más represión, se estima que hay 174 periodistas turcos en cárceles. Toda esta represión en Turquía en este momento. Al mismo tiempo hay periodistas, también internacionales, que siguen trabajando en Turquía que no tienen ningún problema, yo creo que depende mucho de las historias. Hay una línea roja, que si no la sobrepasas puedes trabajar.
Yo estaba trabajando sobre el Estado Islámico y las relaciones con periodistas secretos de algunos países, incluído Turquía, y creo que es un tema caliente para ellos y por eso me deportaron. No tengo evidencias, pero es lo que pienso.
“Mando un saludo a todos los detenidos y a todos los periodistas que siguen en la cárcel, en condiciones mucho peor que la mía. En Turquía y en otros países”, eso dijo en sus primeras declaraciones a los medios tras ser puesto en libertad. ¿Qué quería resaltar con ese guiño?
Yo no quiero ser reconocido como un héroe, soy simplemente un periodista que estaba haciendo su trabajo. Mi caso es muy simple porque con todas las presiones diplomáticas, del gobierno y la prensa internacional se solucionó en dos semanas. Lo importante son los otros: yo ahora estoy libre, pero otros siguen detenidos. Espero que mi experiencia pueda ayudar a recordar más a los otros, porque ese es el verdadero drama.
¿Qué significa para usted la libertad de prensa?
Muchas cosas. Poder hacer tu trabajo sin ser arrestado, como me pasó a mí en Turquía. Todavía hay muchos contextos donde existe el riesgo de ser arrestado por hacer tu labor como periodista. Pero al mismo tiempo hay censura de parte del poder y autocensura de los propios periodistas y eso es lo más complicado de señalar.
Hay muchos temas como lo que ocurre con las personas inmigrantes, en el Mediterráneo, las fronteras, etc. donde los mismos periodistas no buscan otra perspectiva y se limitan a amplificar la versión que sale del poder, como puede ser el gobierno. Pero necesitamos más investigaciones, más periodismo independiente, creativo… y por eso necesitamos recursos económicos que no sean controlados.
¿Podrá volver a suelo turco para trabajar?
No. No puedo, pero no sé por cuanto tiempo tendré vetada la entrada, porque a mí me deportaron pero no tengo ningún papel oficial de mi detención ni de mi deportación, por eso oficialmente no sé nada. Mi abogado en Turquía está intentando acceder a expediente para saber lo que pasó conmigo, porque estuve detenido ilegalmente durante dos semanas sin abogado y sin nada, y para saber durante cuántos años me impiden entrar en Turquía.
¿En qué otros lugares o momentos ha visto amenazado su trabajo?
En Túnez, durante la dictadura de Ben Ali en 2008, me ocurrió algo muy similar y también fui deportado, pero sin ser detenido ni encarcelado. En Europa es diferente, por ejemplo, hay lugares como los CIE, en los que no dejan entrar a los periodistas pero yo hablaba por teléfono con la gente que estaba dentro y así era como trabajaba. También en Europa hay lugares donde no hay libertad para trabajar, pero es totalmente diferente, porque te pueden controlar tu trabajo e intentar desacreditar, pero no te pueden detener.
A sus espaldas lleva más de una década investigando sobre los movimientos migratorios que afectan a Europa y norte de África, con el Mediterráneo y parte del Atlántico como gran barrera natural. Pero también has puesto el foco sobre la externalización de las fronteras que lleva a gobiernos como los de Marruecos o Libia, a actuar de gendarmes de Europa. ¿Cuáles son las consecuencias para las personas migrantes y refugiadas?
Desde hace 20 años se repite la misma historia. Si Europa hace un acuerdo con un gobierno que responda bien a la retención de los flujos migratorios y controla la ruta, el contrabando se desplaza a ese país, esa es la consecuencia.
Antes la gente viajaba por avión, con visado y hoy desde muchos países de donde sale gente huyendo del hambre es prácticamente imposible conseguir un visado para Europa, por eso viajan a lugares como Libia, Marruecos o Turquía donde hay contrabando que puede ofrecer un pasaje por vías siempre más largas y más peligrosas. Si verdaderamente Europa quisiera solucionar el problema, primero tendría que trabajar en una solución de los conflictos en Siria, Irak, Yemen, Libia… y después facilitar vías seguras, habilitar las embajadas, ofrecer visados, etc.