Los conflictos y la inseguridad son las principales barreras para el avance del desarrollo en Medio Oriente y el norte de África. Los países de la región dependen enormemente de la importación de alimentos, la que aumentará con el incremento de la población y la creciente urbanización.
En Iraq, Libia, Siria y Yemen, alrededor de la mitad de la población, unas 40 millones de personas, necesitan asistencia humanitaria.
Esas fueron algunas de las conclusiones del Informe Mundial sobre Política Alimentaria, 2017, elaborado por el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI) y presentado este miércoles 24 en una reunión de expertos internacionales realizada en El Cairo.
Organizado por el IFPRI y la Facultad de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo, el foro de expertos debatió en torno al tema: “La rápida urbanización amenaza la seguridad alimentaria en Egipto”.
El rápido crecimiento poblacional y el consiguiente aumento del consumo de alimentos probablemente incrementen la dependencia de las importaciones de alimentos en los países de esa región, explicó el economista Clemens Breisinger, investigador del IFPRI en El Cairo, en entrevista con IPS.
Países con un considerable sector agrícola, como Egipto, Marruecos, Sudán y Túnez, generalmente no tienen grandes importaciones de alimentos, entre 10 y 20 por ciento, es decir que esa es la proporción de productos importados en el consumo.
Dependencia de alimentos importados
Pero otros países de la región dependen mucho más de los alimentos importados, pues estos superan 30 por ciento del consumo; en Iraq, Mauritania, Omán y Yemen, llegan a representar 50 por ciento, y en países del Golfo, como Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, ascienden a 70 por ciento, detalló Breisinger.
El investigador considera que hay espacio para aumentar la producción agrícola en la región, pero que las tierras y los recursos hídricos son limitados. Además, el cambio climático reducirá las cosechas y las ciudades en rápido crecimiento se expanden sobre tierras agrícolas, a menudo fértiles.
“Para garantizar la seguridad alimentaria en el futuro, los países de la región deberán prepararse para importar más alimentos de los mercados internacionales en un futuro cercano”, alertó.
Respecto a la disponibilidad de agua, Breisinger dijo a IPS que se proyecta una escasez mucho más severa en la región, pero que hay alternativas políticas y técnicas para evitar un desastre.
Los problemas para garantizar la seguridad alimentaria ejercen una presión mayor sobre las fuentes de agua disponibles, por encima de la mayor demanda generada por el aumento de la población, explicó. Las proyecciones para 2050 muestran que los recursos hídricos renovables disminuirán 25 por ciento en el mundo.
“Esas presiones varían enormemente de una región a otra del mundo. En Medio Oriente y el norte de África, una mayor disminución, de 778 a 506 metros cúbicos por habitante y por año, limitará gravemente los medios para ganarse la vida y el desarrollo económico”, alertó Breisinger.
Según el especialista, las posibles soluciones para mitigar el impacto del cambio climático en la escasez hídrica incluyen: aumentar el uso eficiente del agua e invertir en fuentes alternativas para conseguirla.
La mayor eficiencia puede lograrse con fondos para mejorar los esquemas de irrigación y la reutilización de aguas residuales, y en cuanto a las inversiones, estas pueden destinarse a tecnologías para desalinizar, para cosechar agua y para extraerla del subsuelo, explicó.
Según las proyecciones, la proporción de personas que viven en ciudades superará a las que viven en los entornos rurales de los países de la región en 2030, con la notable excepción de Egipto, Somalia, Sudán y Yemen, añadió Breisinger.
“Con la combinación del crecimiento poblacional y los mayores ingresos, la urbanización podría aumentar la demanda de alimentos procesados. Esa tendencia ofrece la oportunidad de transformar la economía de la región mediante la agroindustria con el fin de generar empleo, mejorar la seguridad alimentaria y reducir la pobreza”, explicó.
La doble carga de la malnutrición
Al ser consultado sobre “la doble carga de la malnutrición” en Medio Oriente y el norte de África, ya sea por exceso o por falta de alimentos, Breisinger observó que prevalece en países de medianos ingresos, y en especial de esa región.
“Egipto presenta ejemplos relativamente más pronunciados de doble carga por malnutrición que otros países en desarrollo. Por ejemplo, casi uno de cada tres niños egipcios menores de cinco años tiene una desnutrición crónica, mientras que 78 por ciento de las mujeres casadas no embarazadas, de entre 15 y 49 años, tienen sobrepeso”, explicó.
El investigador opina que la atención de esos problemas, mediante reformas a las actuales políticas y programas, constituye un aporte fundamental al mejoramiento del desarrollo económico y social.
Reformas a la red de seguridad económica y social en Egipto
Egipto arrastra desde hace décadas muchos de los actuales problemas económicos.
“Para hacer frente a esos problemas de larga data, como el lento avance de la diversificación económica y un persistente y alto grado de desempleo y pobreza, Egipto emprendió hace poco un proceso histórico de reformas económicas”, indicó Breisinger.
Muchas reformas vieron la luz en 2016, como la imposición de un impuesto al valor agregado (en agosto), la flotación de la libra egipcia (en noviembre) y más reducciones en los subsidios a la energía (también en noviembre, tras la eliminación parcial de la prestación en 2014), detalló.
El gobierno egipcio estima que la población crece 2,4 por ciento, el doble del promedio de otros países en desarrollo. La mayor parte de ese crecimiento se concentra en las ciudades, y se pronostica que el área metropolitana de El Cairo tendrá medio millón más de personas para fines de este año, más que cualquier otra ciudad del mundo.
Además, los conflictos armados y la sequía que caracterizan a la región exacerban los problemas que acarrean el gran incremento de población y la urbanización, al sumar personas refugiadas y desplazadas a algunas de las poblaciones más vulnerables, señala el informe.
El IFPRI se creó en 1975 para identificar y analizar estrategias y políticas nacionales e internacionales para cubrir las necesidades alimentarias del mundo en desarrollo, con un énfasis particular en los países de bajos ingresos y de los grupos más pobres.
El instituto es miembro del CGIAR, una asociación mundial dedicada a la investigación agrícola para el desarrollo.