El 4 de abril de 1967, un año antes del día de su asesinato, el Dr. Martin Luther King Jr. pronunció uno de los discursos más poderosos y polémicos de su vida: “Más allá de Vietnam: el momento de romper el silencio”. El legendario orador y referente social, además de joven ganador del Premio Nobel de la Paz, expuso una fuerte condena a la guerra estadounidense en Vietnam y alentó la colaboración entre el movimiento por los derechos civiles y el movimiento contra la guerra. Cincuenta años después, cuando el gobierno de Trump intenta aumentar drásticamente el presupuesto del Pentágono en 54.000 millones de dólares y recortar programas sociales y el presupuesto del Departamento de Estado, fundamental en cuanto a lograr soluciones diplomáticas para los conflictos, resulta escalofriante ver que el discurso de King “Más allá de Vietnam” sigue teniendo tanta vigencia.
Más de 3.000 personas se habían congregado en ese día primaveral en la Iglesia Riverside de Nueva York. En su discurso, King calificó a Estados Unidos como “el mayor generador de violencia que existe hoy en el mundo” y luego advirtió: “Por el bien de esos muchachos, por el bien de este gobierno, por el bien de los cientos de miles que padecen nuestra violencia, no puedo permanecer en silencio”.
King continuó, haciendo referencia a los “tres gigantes” contra los que había que luchar: “Los tres gigantes del racismo, del materialismo extremo y del militarismo”.
King hizo un racconto de cómo se intensificó el papel de Estados Unidos en Vietnam y luego vinculó los gastos bélicos a la pobreza local: “Hace unos años, hubo un momento brillante en esta lucha. Parecía como si hubiera una verdadera promesa de esperanza para los pobres –tanto negros como blancos– mediante el programa contra la pobreza. Luego vino la escalada de Vietnam y este programa fue desmantelado, como si fuera un juguete político ocioso de una sociedad enloquecida por la guerra. Y yo sabía que Estados Unidos nunca invertiría los fondos ni las energías necesarias en la rehabilitación de sus pobres mientras aventuras como Vietnam siguieran atrayendo hombres, capacidades y dinero, como una especie de vórtice demoníaco y destructivo. Así que me vi cada vez más obligado a ver la guerra como enemiga de los pobres y a atacarla como tal”.
La reacción de los medios hegemónicos contra el discurso del Dr. King fue inmediata. La revista Life acusó a King de “traicionar la causa por la que tanto había trabajado”, agregando que “gran parte de su discurso era una calumnia demagógica que sonaba como un guión de Radio Hanoi”. El periódico The Washington Post expresó en su editorial: “El Dr. King les ha causado una grave herida a sus aliados naturales… ha disminuido su utilidad para su causa, su país y su pueblo”.
Pero King no cedió en sus esfuerzos y continuó con lo que ahora llamamos “organización intersectorial”. Cuando fue asesinado, un año después de ese discurso, se encontraba en Memphis apoyando a los recolectores de basura que estaban en huelga en demanda de su reconocimiento sindical. El 3 de abril de 1968, en Memphis, el Dr. King dio su último discurso, al que llamó “He estado en la cima de la montaña”. Aunque convivía con amenazas de muerte y acoso constante por parte del FBI, expresó: “Como todo el mundo, a mí me gustaría vivir mucho tiempo. La longevidad es importante, pero eso es algo que ahora no me preocupa”.
Menos de un día después, el Dr. King fue asesinado. Tras conocerse la noticia de su asesinato estallaron disturbios en las principales ciudades de mayoría afroestadounidense del interior del país y la historia de Estados Unidos cambió para siempre.
El reverendo Dr. William Barber, principal referente de la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (NAACP, por su sigla en inglés) de Carolina del Norte, catalogó el discurso de King “Más allá de Vietnam” como un “sermón profético”. Barber traslada la estrategia discursiva de King al siglo XXI. En una entrevista para Democracy Now!, expresó: “¿Dónde estamos realmente en relación con el racismo, cuando vemos que 22 estados del país han aprobado sistemáticamente leyes de supresión de votantes basadas en discriminación racial y tenemos menor protección del derecho al voto que en 1965 con el desmantelamiento de la Ley de Derecho al Voto? ¿Dónde estamos si apenas usamos la palabra “pobre” en nuestro debate público y político? ¿Dónde estamos, cuando hace unas semanas un ejército fuera de control mató a 200 ciudadanos inocentes en Irak, mientras unos 400.000 ciudadanos fueron asesinados a lo largo de toda la guerra de Irak, una guerra en la cual nunca deberíamos habernos metido? ¿Dónde estamos, cuando estamos hablando de ampliar un presupuesto militar ya hinchado y gastar unos 54.000 millones de dólares en la guerra, cuando si usáramos ese mismo dinero en una guerra moderna contra la pobreza y medidas modernas para la salud y la educación, podríamos hacer mucho más?”.
Si Fox News se salteara solo un episodio del programa presentado por Bill O’Reilly, acusado de cometer acoso sexual, y emitiera en su lugar el discurso “Más allá de Vietnam”, o si CNN o MSNBC transmitiera el discurso en su totalidad, existe la posibilidad de que el presidente Donald Trump, un voraz consumidor de noticias por cable, pudiera verlo. Tal vez entonces podría pensar dos veces antes de incrementar la guerra en Irak y Yemen, o de provocar otra contra Corea del Norte. Mientras el mundo se horroriza por el último ataque de gas tóxico en Siria, probablemente lanzado por el régimen de Assad contra sus propios ciudadanos, Trump podría considerar liderar al mundo, ahora unido momentáneamente por la indignación, hacia una respuesta global y diplomática que pueda conducir a una solución política en esa región.
Con un líder poderoso que se comprometiera con la paz, Estados Unidos podría lograrlo. Lo más probable, sin embargo, es que reste mucho trabajo por hacer para aquellos en quienes el Dr. Martin Luther King depositó mayor esperanza: el pueblo, organizado desde las bases para luchar por la paz.