La política en Francia se mantiene bajo el mismo signo en occidente de evolución hacia alternativas supuestamente diferentes de las fuerzas tradicionales. Hay diferentes lecturas de todo ello y sobre todo hay mucha desinformación por parte de los grandes medios corporativos. Para ellos estas tendencias son simplemente la ultraderecha, la antidemocracia, la xenofobia, el racismo, etc.
Desde los países no alineados en la OTAN, así como entre muchos intelectuales independientes, se ha producido una cierta simpatía hacia estas tendencias. El punto de intersección es el cuestionamiento a la política exterior injerencista de los últimos años.
Para tener una comprensión mínima de la situación limitarnos a la versión de los medios de masas nos resulta insatisfactorio, especialmente ahora en pleno proceso electoral en Francia.
A continuación publicamos un aporte del Blog de Mikel Itulain, así como un comentario al pie que ilustran diversos puntos de vista y datos que normalmente no son difundidos por los medios tradicionales.
Marine Le Pen: Llamamiento a los franceses para vencer al terrorismo
El día 21 de abril la popular candidata del Frente Nacional francés daba una rueda de prensa para apelar a la unidad de su nación y exponer las medidas que cree necesarias con el fin de combatir al ya tan cotidiano como terrible terrorismo islamista. (1) Y esto tras los atentados en Estocolmo, San Petesburgo, Londres o en el mismo París.
Y es que hay motivo para la alarma social en este y en otros países occidentales, fanáticos se hacen estallar allí donde hay multitudes provocando matanzas que desgarran las vidas de tantas y tantas personas. Recordemos que en Francia 238 personas han sido asesinadas por atentados de este tipo desde el año 2015, (2) demasiadas para no entender que puede haber como consecuencia de tales desmanes una reacción política.
En esta comparecencia pública Marine Le Pen expresaba, a raíz del asesinato de un policía en el ataque de París del jueves 20, como estos son objetivo al ser símbolos de Francia y lo que esta representa. Es una loa nacional con cierto grado de razón, pero en todo caso y finalmente son atacados por ser protectores públicos, al ser el propósito final el causar el mayor daño posible a la mayor gente posible.
Se trata según dice de una guerra asimétrica, sin retaguardia, que afecta a todas las personas y a toda la nación, una guerra de sumisión a una ideología mortífera. Una guerra sin piedad y sin respiro en la que nos hemos visto envueltos, y que no se puede perder.
Es cierto, es una guerra extraña, no convencional, cruel, llevada a cabo contra civiles; pero, y aquí está el pero, no es en el fondo, aunque sí en apariencia, una de agresión externa. Es algo más complejo y no es nada nuevo.
Quien conoce la historia reciente de Europa y en concreto su historia criminal lo entenderá. Basta que recordemos a Gladio y ver lo que hizo en países como Italia o en la vecina Bélgica, para comprender lo que ocurre hoy. Una nueva versión utilizando mercenarios islamistas para causar el terror en estados a dominar e imponer sicariatos y al mismo tiempo asustar mediante las masacres indiscriminadas que hemos visto al comienzo a la población local. Sobre como funciona esta máquina de terror aquí, les dejo este enlace: Terrorismo islamista.
Lo que les he comentado es algo real que ocurrió y sigue ocurriendo, pero no es de dominio público. Es un tema tabú de las sociedades humanas, que aun por presente que esté pocos se aventurarán a airearlo, pues afecta y compromete a las estructuras que dominan y controlan nuestra sociedad. De ahí que prácticamente ningún político lo mencione, de ahí que se busquen enemigos externos donde trasladarlo y de ahí que se apele a la unidad nacional para combatirlo, aunque sus raíces estén en los dirigentes propios (no solo los políticos, especialmente también los económicos) que tan a menudo piden tanto unidad como solidaridad.
Podemos ver como Francia armaba y apoyaba en todos los sentidos a estos mismos mercenarios que asolan el país galo en Libia o después en Siria, y que sigue haciéndolo, para entender no solamente la hipocresía sino la profunda maldad que albergan algunas mentes.
Le Pen dice que en 10 años los gobiernos de izquierda y de derecha no han hecho otra cosa sino aquello que llevará a perder esa guerra. Como hemos visto, esto no es muy cierto, ya que hay en realidad una guerra interna, de una clase dirigente contra las otras, que están ganando de una forma tan deleznable como cruel.
Le Pen llama a la unidad nacional, que está bien mientras no sea exagerada; también a reforzar las fuerzas de seguridad, aumentando su número, «solución» esta que no suele ser tal y más bien tiende a conseguir un propósito una vez creado el miedo generalizado, la reducción de las libertades por un supuesto y no real aumento de la seguridad.
Como punto a favor de Marine y a diferencia de otros candidatos, está su apoyo a gobiernos que sí combaten el terrorismo, como lo es el sirio liderado por Bashar al Assad. Además, y es importante el asunto, la cuestión de relaciones y condena de naciones claramente promotoras del terrorismo islamista, como son Arabia Saudí o Catar.
Aquí podemos ver al representante de la «izquierda radical» Jean-Luc Mélenchon acusar de forma completamente injusta y falsa al presidente sirio, que encabeza un gobierno legítimo:
Mélenchon es apodado por gentes demasiado desconocedoras de la política y de la realidad internacional como el Hugo Chávez francés, cuando lo cierto es que está a años luz del bagaje político y ético del presidente venezolano, aquí pueden ver por qué: Hugo Chávez y el respeto a la soberanía de Siria.
Como aspectos a cuestionar además en la política antiterrorista de Le Pen tenemos las posibles expulsiones inmediatas de personas fichadas como S, que suponen según esto una amenaza para la seguridad nacional. El problema estriba que podría utilizarse contra cualquier disidente político y no solo contra estos matones a sueldo.
En sentido contrario, otro punto a favor de su discurso es el combatir ideologías promotoras de la violencia y del colonialismo. Así ocurre con la salafista o la wahabí y sus productos: los Hermanos Musulmanes o Al Qaeda.
No es un tema fácil, es complicado y muy peligroso.
¿Podemos esperar algo positivo de los partidos tradicionales cuando ellos han sido los que han creado, junto con el poder corporativo, el problema? Imposible.
¿Podemos esperarlo de estos partidos que se muestran como nacionalistas o ultranacionalistas? Complicado. Lo fácil, y también lo cobarde, es traicionar todo y seguir el camino de Trump. Utilizando los sentimientos nacionales y tan chovinistas que hay en Francia.
Los hechos volverán a mostrarnos las realidades, postergando a las siempre más fáciles palabras.
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Referencias-Notas:
1. Appel aux Français pour vaincre le terrorisme. www.frontnational.com. 21.04.2017.
2. Policeman and suspected gunman shot dead in Paris ‘terror atack’. BBC. 21.04.2017.
http://miguel-esposiblelapaz.blogspot.com.es/2017/04/marine-le-pen-llamamiento-los-franceses.html
COMENTARIO de @inxtu
Francia es copartícipe de la guerra en Siria y en otras latitudes.
El posicionamiento de Le Pen, una nebulosa de no intervención en la República Siria, es similar al que Trump cultivó y del que ahora en dos tardes se ha deshecho, porque mantenerlo era una carga que la urgencia de las necesidades de una parte del sistema capitalista, aquél que depende de la industria armamentista, del petróleo o del conflicto representa, y eso sin contar con intereses geopolíticos como los representados sobre todo por Israel en su confrontación con Irán.
El error es creer que el Islam como tal es LA AMENAZA, y no la instrumentalización que de él hacen sus interpretaciones rigoristas más radicales: el wahabismo y sus secuelas takfiris y salafistas, comandadas, financiadas y armadas desde Arabia Saudí, Qatar y las petromonarquías feudales.
Y estos países, desde su fundación y a través de alianzas internacionales con el capitalismo de corte occidental (EEUU, Europa, Japón), han sido y son la correa de transmisión, los aliados y los ejecutores de políticas que conllevan el intento de sostenerlo en un escenario de escasez de recursos y de mercados, en que otros bloques también capitalistas, los BRICS, le disputan esa hegemonía.
Deducimos entonces que la violencia desatada sobre países del arco musulmán, y su reflejo en Europa Occidental en forma de terrorismo, es el resultado deseado y perseguido por esa élite que sólo ve LA SALIDA en el conflicto bélico, por lo que se trataría de preparar a las sociedades occidentales mediante un estado de alerta permanente, en un estado militarizado y parapolicial cuyo aglutinante es la visibilización machacona y adulterada del Islam, de TODO el Islam como enemigo declarado, y no de las ramas rigoristas que decíamos antes, son funcionales al capitalismo.
Se pretende así justificar el llamado «choque de civilizaciones», esto es y hablando sin tapujos, una guerra «en un Mediterráneo ampliado», que resuelva las necesidades del capitalismo occidental, agresor primigenio, de impedir acceso de Rusia o China a estos recursos, de eliminar resistencias en naciones productoras – retornándolas en lo que convencionalmente ya se denomina «retorno a la Edad de Piedra» – y descartar además potencias medianas y países pequeños ante la constatación de que no hay recursos para todos.
Una guerra necesita propaganda y demonización del enemigo, real o no.
Y ese es el papel que juega Le Pen en Francia, ocultando – cómo no – los intereses de las clases dominantes francesas (¿se nos olvida que ningún candidato habla de superar el capitalismo?), enmascarándolo en un patriotismo chauvinista, en la pérdida de la «grandeur», en la agresión a los valores de la república francesa, por aquellos que – cómo no – representarían un peligro tanto externo como interno: el Islam.
El error es creer que Le Pen es ajena a este sistema de confrontación y no parte activa en él, en una retroalimentación permanente, en la que poco importaría quien se haga con el sillón presidencial: el caballo de batalla de Le Pen para obtenerlo es el Islam y esa es la diferencia que en el corto plazo marcaría con el resto de candidatos, una diferencia que abre la puerta al componente racista y xenófobo, necesario para dirigir a las masas de «franceses originarios» hacia este supuesto enemigo y no hacia quien ya no puede asegurar tasas de bienestar para todos: un capitalismo en fase terminal.
Le Pen ha tenido la oportunidad de denunciar y pedir la salida de las tropas francesas de Malí, Níger o Chad. De pedir el fín de la injerencia francesa en África. No lo hizo. Las clases dominantes y sus intereses empresariales no se lo permitirían, no la hubieran dejado llegar tan lejos en la nominación al Elíseo.
¿Por qué íbamos a creer que respetaría la no intervención en Siria?
Presentar a Le Pen como una adalid de la lucha contra el terrorismo, ocultando el papel de defensa, no de las clases obreras, sino de las élites económicas francesas, es como mínimo un error.