* Por Sandra Rodríguez, Compañera de Carlos Fuentealba para La Garganta Poderosa
Cómo no recordarlo, hoy y cada día, si para representar al amor no me dibujaba un corazón, sino una gota de agua. Técnico químico, afirmaba que ahí, en el agua, estaba el principio de todo. Imposible olvidarlo, al obrero de la construcción, al empleado de supermercado, al gran padre que fue o al hombre que encontró una herramienta ideológica y práctica en la docencia, abrazando la historia de Paulo Freire y su lucha por los oprimidos.
Muchos decían que era tímido, pero sus afectos sabemos que no. Donde estaba, se hacía escuchar, tal como ocurrió en su última asamblea, cuando se votó ir a la manifestación en Arroyito. “Sobisch está buscando un muerto”, me dijo. Y sí, el muerto fue él.
Cuando me tocó despedirlo, le pedí perdón. Pero no sólo de mi parte, sino de toda la humanidad, porque fue un atentado contra el pueblo. Su batalla por encontrar justicia trascendió las fronteras de Neuquén, aunque al Poder Judicial no le haya interesado y el Ministerio Público Fiscal neuquino nunca nos haya representado, para hacer valer el derecho a la verdad. Incluso, desde el Estado provincial tampoco se preocuparon por mi familia, ni por los tratamientos psicológicos que pudimos necesitar.
Lamentablemente, se buscó el momento más propicio para que este crimen quedara impune. Antes de cumplirse el primer aniversario del gobierno de Macri, amigo del ex gobernador Sobisch, se decidió que la Causa Fuentealba II prescribiera por el vencimiento de plazos. Y por eso, tras el desenlace adverso en el juicio, cuando “se juzgó” a los responsables políticos, presentamos nuestra “queja” ante la Corte Suprema de la Nación. No obstante, al día de hoy, no tenemos la garantía de que el policía José Darío Poblete esté detrás de las rejas, puesto que ya lo hemos visto paseando en 2012, con el aval de la Justicia.
Por supuesto, Poblete no ha sido el único autor del homicidio. Hubo un operativo planificado con seis grupos de policías especiales y tres olas de represión, ordenado por los altos jefes de las Fuerzas que respondían al entonces gobernador. ¿Y Sobisch? Una bestia como él, jamás será un muerto político. Aunque ya no camine libremente, sí lo hacen sus discípulos, aliados y cómplices. Ahí radica su oscura herencia. A ese poder en las sombras, lo enfrentamos con el legado pedagógico de Carlos, sosteniendo su recuerdo en las escuelas, como maestro del pueblo.
Desde las zonas suburbanas de Neuquén, al igual que lo hacen los Maestros Villeros, trabajó en condiciones vulnerables, con mucha fortaleza, ante las situaciones de marginalidad, de discriminación, de altísima necesidad. Por eso, valoro tanto la tarea de La Poderosa en su defensa cotidiana de la cultura popular. Y por eso también, celebro que hoy vayan a ser oradores del acto central en su memoria.
A diez años de su fusilamiento, seguimos batallando por los derechos que consecutivamente, durante todos los gobiernos liberales, nos quisieron arrebatar: el acceso a la educación pública, la igualdad de oportunidades, el salario digno y el valor de la tarea docente. O sea, por lo mismo que lucharon Stella Maldonado, Isauro Arancibia y Carlos Fuentealba.
La democracia tiene una deuda muy fuerte con mi familia. Y cuando gritamos Nunca Más, ese ruego aparece atravesado por la profunda urgencia de saber que nadie deberá pasar nuevamente por todo esto. Frente a semejante realidad, no queda otra que resistir en las calles, porque es nuestro futuro el que está en juego y sí, lo digo justo yo, la esposa de un hombre que no fue a dar la vida aquel 4 de abril de 2007, porque la daba en el aula, todos los días.
Quisiera que lo recuerden por la adoración de sus hijas y el orgullo de sus alumnos.
Y quisiera que haya justicia completa, por mi compañero,
el amor de mi vida.