El peligro inminente de una guerra nuclear se ha denunciado en repetidas ocasiones en Pressenza. ¡Este riesgo se ha vuelto el más serio en los 72 años de existencia de las armas nucleares! Es cierto que, después del final de la Guerra Fría, los arsenales nucleares del mundo fueron «reducidos» de aproximadamente 60.000 a menos de 15.000 cabezas nucleares intactas (de los cuales casi 4.500 están operativas, incluidas las miles de ojivas de Francia, Gran Bretaña, Israel, China , India, Pakistán y Corea del Norte), pero los estados nucleares asignan grandes sumas para modernizarlas sustancialmente, con programas que van más allá de la mitad del siglo (lo que significa mantener las armas nucleares indefinidamente), ¡y Estados Unidos hace crecer el proyecto demente de un primer golpe capaz de decapitar a las fuerzas de misiles de Rusia! Y, cuidado, que este plan no viene de la nueva administración Trump, sino que vuelve a salir del «Premio Nobel de la Paz» Obama (quien, en 2010, en un discurso en Praga había previsto la eliminación de las armas nucleares, y luego asignó un trillón de dólares para las armas nucleares durante los próximos 30 años). El papel de disuasión que se atribuía a estas armas monstruosas está dando paso a la loca idea de que la guerra nuclear podría ser, efectivamente, combatida y ganada. Así parecen pensar los «estrategas» militar, ignorando (algo típico de los militares) el hecho bien comprobado de que el intercambio de un número limitado de cabezas nucleares podría causar, además de inmensos costos de vida humanos y económicos, la agitación del medio ambiente y un «invierno nuclear” de dimensiones colosales, lo que podría poner en peligro la supervivencia de la sociedad civil (o incluso la no civilizada).
Lo que durante los últimos treinta años ha sido el Régimen de No Proliferación Nuclear, corre el riesgo de desaparecer para siempre con estos programas. El camino del tratado START de Reducción de Armas Estratégicas, emprendido en la víspera de la caída de la Unión Soviética, con la supuesta intención de su total eliminación, está llevando al mundo a un callejón sin salida, o escondiendo el verdadero peligro que, sin embargo, va en aumento. El Tratado de no Proliferación Nuclear (TNP) de 1970 no detuvo la proliferación, ni el aumento «vertical» (el número de arsenales aumentó de 40.000 ojivas a un nivel demencial por sobre 70.000 alrededor de 1985) u «horizontal» (el número de estados nucleares ha proliferado de 6 a 10, incluyendo Sudáfrica, que luego desmanteló su arsenal; el número de estados que puede desarrollar la bomba atómica va en aumento), y dejó sin realizar el compromiso de negociar en buena fe a favor del desarme nuclear (y también general) total.
El nuevo START de 2010 entre Rusia y los Estados Unidos fija un límite de 1.550 ojivas estratégicas operativas para cada lado (en la actualidad hay unos 1.900 y 1.650, respectivamente), ¡y 700 vectores de armas nucleares operativos para el año 2017! El tratado expira en 2021.
A excepción de los llamados programas de mantenimiento y «modernización», en realidad se está desarrollando nuevas armas nucleares. Los medios de comunicación de Estados Unidos agitan el peligro de las innovaciones y avances sorprendentes en materia de armamento de Moscú, que pondrían en importante riesgo a la seguridad de Estados Unidos, algo que parece poco creíble si sólo se piensa que el gasto militar de Moscú es aproximadamente una décima parte de la de Washington.
Detrás de estas alarmas se encuentra Estados Unidos que, en realidad, ¡está produciendo nuevas armas nucleares! Por supuesto que no viene utilizando este término, sino que se habla de extensión de la vida de las cabezas nucleares, reutilización de componentes de diferentes cabezas, reemplazo de componentes nucleares; «aparentemente» no es nueva tecnología, pero al final, con algunos trucos, hay allí una nueva arma con capacidad destructiva y una eficiencia militar mucho mayor. Uno de los principales expertos en armas nucleares, Hans Kristensen, de la Federación de Científicos Americanos (FAS), comentó en 2010:
«Desde mi punto de vista [la sustitución de componentes de diferentes cabezas y no necesariamente presentes en el arsenal actual], según mi definición, sería una ‘nueva’ ojiva».
Con estos proyectos, la situación que está surgiendo es la de tener arsenales nucleares reducidos en número, pero mucho más potentes. He aquí dos ejemplos.
Uno de ellos es el Programa de Extensión de Vida, que «va a utilizar sólo componentes nucleares basados en diseños probados anteriormente, y no va a apoyar nuevas misiones militares o nuevas capacidades militares.» Aquí radica el engaño. Con este programa se está «modificando», con un presupuesto de aproximadamente $ 10 mil millones, las ojivas termonucleares de gravedad B-61 desplegadas en Europa en bombarderos estadounidenses, pero también de muchos países de la OTAN, entre ellos, Italia: combinando partes de tres tipos existentes de B-61, e insertando innovaciones sustanciales, pero no nucleares, que tendrán la B-61-12, se tendrá cuatro opciones de energía que se pueden seleccionar en función del objetivo a atacar, estarán equipadas con aletas guías de cola, que permitirán una mayor precisión hacia los objetivos que, de otro modo, requerirían un mayor poder explosivo; tendrán la capacidad de penetrar en la tierra para destruir los bunkers de los centros de control. ¡Será una unidad diseñada para utilizarse en situaciones de combate reales!
Otro resultado extremadamente perturbador del programa de extensión de vida en los grandes laboratorios estadounidenses dedicados a las armas nucleares, es el desarrollo de una «súper espoleta» – por lo tanto, un dispositivo no nuclear – que triplicará la precisión, la capacidad ofensiva, letalidad, de cabezas de los misiles balísticos de la Armada de Estados Unidos desplegados en los submarinos; en otras palabras, como si se triplicara el número (aunque la comparación no es realmente apropiada, debido a que lo que aumenta es la capacidad de la cabeza del misil que se activa siempre a una distancia del objetivo como para embestir con toda la potencia explosiva). Antes de la invención de este nuevo mecanismo de activación también las cabezas de los misiles balísticos más precisos podían pasar sobre el objetivo y detonar bastante lejos logrando destruirlo, mientras que la nueva súper espoleta está diseñada para detonar en el objetivo, a una distancia mucho más cercana.
El comentario de los expertos de la FAS, lo dice todo:
«El programa [de modernización] ha desarrollado una nueva tecnología revolucionaria que aumentará en gran medida la capacidad del arsenal estadounidense de misiles balísticos para golpear los objetivos (capacidad de orientación). Este aumento de la capacidad… genera exactamente lo que podría esperarse si un estado con armas nucleares tuviera la intención de tener la capacidad para luchar y ganar una guerra nuclear desarmando al enemigo por sorpresa con un primer golpe«.
Es cierto que este primer golpe no podría destruir los submarinos nucleares rusos, lo que pondría en marcha la represalia nuclear contra Estados Unidos, pero los expertos de la FAS estiman que el futuro fortalecimiento de las defensas antimisiles de Estados Unidos tendría el potencial para derribar todos los misiles de dicha represalia. Por supuesto, esta evaluación parece ser problemática, dado que, seguramente, Moscú ha montado sus misiles, tanto con cabezas verdaderas como con incontables señuelos y cabezas falsas, para engañar y bloquear a las defensas de misiles. Pero los cálculos militares son siempre optimistas, basados en una fe ciega en sus propios brazos: ¡bastaría que alguna cabeza nuclear se escapase a las defensas de misiles de Estados Unidos para producir decenas de miles de muertos y una enorme destrucción!
Vale la pena repetir: es pura locura pensar en ganar una guerra nuclear; todos pierden (y perdemos).
Estas «modernizaciones» sustanciales sugieren que el régimen de no proliferación, laboriosamente construido en las últimas décadas, después del final de la Guerra Fría puede estar prácticamente muerto.
Por desgracia, esta no es la única amenaza para el régimen de no proliferación. De hecho, el Tratado sobre Fuerzas Nucleares Intermedias (INF) de 1987, que puso fin a la » crisis de los Euromisiles», impuso la retirada de todas los cabezas nucleares de Estados Unidos y la Unión Soviética desplegadas en Europa en los misiles de mediano y corto alcance. Pero desde hace varios años van y vienen las acusaciones entre Washington y Moscú de violar los requisitos del Tratado. De hecho, hay que señalar que incluso la llamada «modernización» de las ojivas tácticas B-61-12, si bien no viola formalmente el tratado INF porque no se trata de ojivas montadas sobre misiles de mediano alcance, es un importante aumento de las capacidades nucleares de los EE.UU. y la OTAN en Europa. ¡Pero el hecho es que esta pieza fundamental del régimen de no proliferación y del equilibro estratégico corre serio peligro de ser abatido! Tres senadores estadounidenses han propuesto que Estados Unidos desarrolle sus propias armas prohibidas por el Tratado INF.
Habría entonces todavía un capítulo, mucho más complejo (y no del todo transparente) en proyectos para construir armas nucleares de conceptos radicalmente nuevos, lo que claramente sería plantear un desafío a un plan que no entra en ningún tratado existente.
El problema de fondo es que hoy existen tratados internacionales que prohíben las armas inhumanas, como las químicas y biológicas, las minas, cuyo uso es considerado como un crimen contra la humanidad por la comunidad internacional, y no existe nada similar en relación a las armas nucleares que, ciertamente, ¡no son menos inhumanas y devastadoras! Por esto es más que nunca necesario ampliar la sensibilización y la movilización de la sociedad civil que se ha desarrollado en la última década en todo el mundo, y fortalecer las negociaciones patrocinadas por la ONU, que aún está por definir un tratado que prohíba las armas nucleares como componente e integración fundamentales del derecho internacional. Los Estados poseedores de armas nucleares y los que adhieren a la OTAN (con la excepción de Holanda) han boicoteado hasta ahora las negociaciones, por ello hay que reforzar la presión de la opinión pública para una participación activa y un resultado positivo, compartido y vinculante.