Hace poco revisaba uno de los muchos blogs que mantiene la “disidencia” cubana en internet. Este en particular se llama El blog de Yusnaby y es más de lo mismo. O sea, está lleno de noticias reales e inventadas sobre Cuba principalmente, aunque también Venezuela, Argentina y Ecuador cogen lo suyo.
Lo más tristemente gracioso es que el gestor de este Blog, el tal Yusnaby, se autocalifica sin ambages como periodista independiente y clama y enjuicia en nombre de una ética periodística. Además, en respuesta a una supuesta carta recibida en su redacción, dice que no toda la disidencia cubana es igual. Esto es cierto.
Menciono este blog como punto de partida para desarrollar una idea que desde hace bastante tiempo me da vueltas por la cabeza. Todo ciudadano tiene el derecho a disentir, me digo, pero no todo disenso es legítimo. La cuestión es simple: solo tienen el derecho de ser escuchados aquellos que, por cuestiones de diversa índole, pero siempre respondiendo a sus ideales y principios, nunca a los intereses y el dinero de un poder extranjero, realizan el ejercicio de disentir.
De hecho, todo sistema precisa del disenso. El disenso forma parte del proceso de pensar a un país que hace que las instituciones sean cuestionadas perennemente y, por tanto, nunca se fosilicen en burocracia.
Cuba precisa dar espacios al pensamiento que disienta. Al pensamiento que, como señalaba Slavoj Zizek en un trabajo reciente, piense la realidad de un país desde adentro; en otras palabras, una izquierda que cuestione a la izquierda. Este tipo de diálogo es necesario y, más que necesario, imprescindible. Hay que discutir y negociar cuestiones claves, como los cambios que se están dando, el camino que sigue el país, etc. Y en este proceso debemos incluir a los que no están de acuerdo con el sistema, porque ninguna realidad social es monolítica, porque ningún contexto está claramente delimitado en blanco y negro.
La lógica de fortaleza sitiada, apunta Ignacio Ramonet en el prólogo de Cien horas con Fidel, ha predominado por sobre todas las otras, en un país asediado por el mayor poder imperial que ha conocido jamás la historia (y esto no es retórica). Esta lógica ha llevado, y el apunte también es de Ramonet, a seguir la máxima de Loyola “En una fortaleza sitiada, toda disidencia es considerada traición”.
Pero Loyola era un militar y religioso del siglo XVI y esta es la Cuba del siglo XXI. Una Cuba que tiene más de cincuenta años de resistencia exitosa (a un alto precio, pero exitosa). En esta Cuba que ahora decide cambiar es preciso incluir todas las voces y no solo las políticamente correctas. Es preciso crear espacios para el debate donde quepan todas las visiones. Donde se pueda discutir, por ejemplo, la necesidad del pleno acceso a Internet por parte de todos los cubanos.
Ahora, en esa Cuba y en ese legítimo disenso que defiendo, nunca cabrán la gente como Yusnaby y Yoanys Sanchez que carecen de respeto y credibilidad, que reciben dinero aunque lo nieguen y que tergiversan la realidad sin respetar ningún tipo de ética. Ellos no son disenso ni son legítimos. La palabra para calificarlos es otra, pero ya todos la conocen.