El cruel y despiadado asesinato de 86 civiles, entre los que se encontraban niñas y niños, mujeres y hombres, ancianas y ancianos, en la localidad de Jan Seijun, un villorrio en la provincia noroccidental de Idlib en Siria, mediante la utilización de armas químicas, debe llamar a la profundidad de nuestras conciencias como seres humanos y por sobre cualquier ubicación política a rechazar sin reserva estas acciones.
En esta espiral de demencia y de barbarie, negamos cualquier justificación que provenga de uno u otro bando, porque tales justificaciones develan la monstruosidad de líderes vergonzantes como lo son Vladimir Putin de Rusia, Donald Trump de Estados Unidos y Bashar Háfez al-Ásad de Siria. Ellos impulsan las insanas matanzas con discursos que hablan de paz, lo que los hace hipócritas y mentirosos.
También acusamos a los fanáticos de la muerte, cuyas acciones se utilizan para aguijonear la espiral de violencia sin fin que se ha instalado como una sombra perversa sobre la humanidad. Todos ellos, entre otros, son culpables de esas muertes y otros cientos de miles de crímenes, que solo persiguen instalar posiciones geopolíticas y locales para el control de los recursos petroleros y gasíferos de la región.
Nos abisma también la incapacidad de la ONU y de los gobiernos, para promover con decisión la paz en los diversos lugares en conflicto. El llamado a “moderar posiciones” no alcanza a cubrir la aberración que significa la violencia y la guerra que agrede y suprime la vida por la acción estúpida e inhumana de los poderosos.
Desde nuestro pequeño país Chile, en el sur del mundo, llamamos a la humanidad entera a rebelarse contra el odio y la violencia, para decidir entre la historia y la prehistoria, entre la vida y la muerte, entre una tierra para todos o un mundo atemorizado por la locura.
Todos quienes defendemos nuestro futuro y el futuro de nuestros seres queridos y de nuestros hijos, exigimos:
• El desarme nuclear a nivel mundial,
• El retiro inmediato de las tropas invasoras de los territorios ocupados,
• La reducción progresiva y proporcional del armamento convencional,
• La firma de tratados de no agresión entre países y
• La renuncia de los gobiernos a utilizar las guerras como medio para resolver conflictos.