El país se está envejeciendo rápidamente porque la esperanza de vida está aumentando, y la tasa de natalidad va en descenso. La pirámide etárea se está dando vuelta. Cada vez son más los adultos mayores, “los viejos”, en cantidad y proporción.
Esto tiene repercusiones en los más diversos ámbitos, que van desde la demanda por servicios educacionales y salud, entre otros que inciden e incidirán en las políticas sobre la materia, políticas que no podrán soslayar esta realidad. Una realidad que se complica si se analiza el nivel socioeconómico del grueso de nuestros adultos mayores y que está en la base del malestar, del rechazo al sistema previsional imperante, del movimiento no más AFP.
Mientras el ingreso medio per cápita del país crece y se encuentra dentro de los mayores en el contexto latinoamericano, el grueso de los viejos solo atina a “mirar” este crecimiento, como quien ve una película. La cantidad de viejos con ingresos por debajo de los 200 mil pesos mensuales (equivalentes a unos 300 dólares) debiera invitarnos a repensar nuestro sistema previsional. Más allá de la productividad de cada uno, de lo que hemos entregado a la sociedad en nuestra fase laboral, el haber llegado al término de una etapa en nuestras vidas, no implica en modo alguno que los viejos pierdan su derecho humano a seguir viviendo con dignidad.
Si al sistema previsional que tenemos, le agregamos que gran parte de los viejos han sido abandonados por sus familias, debiéramos sentirnos avergonzados y preguntarnos ¿qué estamos haciendo para superar, resolver esta escandalosa inequidad que vemos a diario?
Recién bajo el anterior gobierno de Michelle logró introducirse un pequeño componente solidario en nuestro sistema previsional de capitalización individual. Bajo el actual gobierno, no sin dificultades se ha llegado a la convicción, más o menos generalizada, de la necesidad de elevar en 5 puntos porcentuales, de 10 a 15% la cotización individual.
Desgraciadamente, ahora la puja está centrada en la administración y el destino de ese 5% adicional, lo que revela el tipo de sociedad en que estamos. Se ha abierto el apetito a unos y otros. Las AFP quisieran administrar el 15% propuesto no obstante las fuertes, persistentes y fundadas críticas de que han sido objeto, las que han impedido su consolidación y legitimación.
La otra disputa está centrada en el destino del 5%, en un extremo están quienes postulan que en su totalidad debe sumarse al 10% de capitalización individual; y en el otro extremo, están quienes sostienen que debe destinarse a complementar, fortalecer el pilar solidario. Entre ambos extremos se postula distribuir una parte del 5% adicional a la capitalización individual, y otra parte al pilar solidario.
Ambas disputas, en torno a la administración y el destino del 10% actual y del 15% que se espera en el futuro es reveladora de los niveles de solidaridad y egoísmo de la sociedad en que nos movemos.
Se nos queda en el tintero el tema del origen de los fondos previsionales, los que en el caso chileno, han estado centrados en el aporte de los trabajadores, y en el del Estado con su contribución al pilar solidario. Las empresas no aportan nada bajo el concepto que todo aporte encarecería el costo de la mano de obra, con las consiguientes consecuencias negativas en el nivel de empleo y el costo de vida, no mencionándose las positivas consecuencias en las utilidades empresariales. En economía todo tiene dos caras.
Los “expertos” sostienen que las bajas pensiones son consecuencia de la baja productividad de los trabajadores chilenos, dejando pasar piola las altas utilidades que son capaces de generar estos mismos trabajadores tan poco productivos. Por eso el país no se puede dejar en manos de “aficionados”.
Como pueden ver, de todo hay en la viña del Señor!