En un reciente reportaje televisivo se consultó a diputados chilenos de distintos partidos los precios de distintos bienes y servicios que la población consume diariamente. No estamos hablando de bienes o servicios sofisticados, sino que de consumo popular. Se les preguntó por el precio del pan, del transporte. Uno llegó a afirmar que el precio del transporte público era inferior a los 300 pesos. En relación al pan las estimaciones fueron de los 600 a los 1.200 pesos el kilo.
Si los diputados consultados constituyen una muestra representativa de los políticos que legislan, esto es, discuten y aprueban las leyes que nos rigen, además de fiscalizar, significa que estamos en pampa, en manos de quienes viven una realidad que no es la nuestra.
Se trata de personajes que no compran el pan nuestro de cada día, ni ocupan el transporte público. Esto significa que alguien les compra el pan, que el pan les cae del cielo, o que no comen pan; significa que andan en transporte privado y/o que les manejan.
Sería bueno aplicar el mismo cuestionario a los oficiales de nuestras FFAA. Probablemente las respuestas serían del mismo tenor. Quizá no falte el comandante que sostenga que “su misión es otra”. Son otros quienes les compran el pan nuestro de cada día. También sería bueno aplicarles el cuestionario a los empresarios, y las élites en general. Los Luksic, los Angellini, los Matte, ¿sabrán cuánto vale el pan y andar en micro?
En el caso de los políticos la responsabilidad es en gran parte nuestra porque, mal que mal, nosotros los elegimos. En el caso de los empresarios y los oficiales de las FFAA y Carabineros, la responsabilidad no es nuestra, pero también es hora que dejemos de endiosarlos, de verlos como seres de otro planeta, que merecen granjerías.
Es así como uno de los diputados consultados afirmó que el estar en la Cámara de Diputados “es como estar en un submarino, estamos fuera de la realidad. Esa es la sensación que tienen los ciudadanos». Era que no! Otro diputado sostuvo que “si tú estás acá 20, 24 o 28 años, como ocurre, es difícil no ser distinto de los demás». Y como para rematarla, una diputada dijo, sin pelos en la lengua que «es como un internado, un manicomio».
Esto significa que legislan desde las alturas, desde la eternidad, sin tener la más mínima idea de la realidad. Ello explicaría que los sueldos y pensiones mínimas tengan los valores que tienen. Más encima, diariamente, a vista y paciencia de todos, los grandes fraudes ocurren en las alturas sin que se les mueva un pelo.
¿Sebastián Piñera sabrá cuánto cuesta el pan? ¿cuánto cuesta movilizarse? ¿cuánto cuesta el agua? ¿el gas? ¿la gasolina? ¿el azúcar? ¿el aceite? ¿Ricardo Lagos sabrá? ¿Alejandro Guillier? ¿Beatriz Sanchez? ¿Carolina Goic?
Quizá vendría bien someterlos a una prueba SIMCE en torno a la realidad que vive el país para que estén en la papeleta de votación y no nos sigan viendo las canillas.