¿Hay alternativas a la filosofía económica neoliberal y monolítica? Por Michael Meurer
Michael Meurer es presidente de Meurer Group & Associates, una consultora política ubicada en Colorado, California. Fue asesor del Partido Demócrata en ese estado y cofundador de Courage Campaign, una organización con más de 750.000 miembros que aboga por leyes más progresistas en su país.
En los últimos meses viajó por Latinoamérica en busca de nuevos modelos y formas de entender la política, en momentos en que se encuentra en crisis en todo el mundo. Este primer reporte es publicado aquí por cortesía de su autor y de Truthout.
Hubo mucho ruido en torno a la pérdida de empleos en Estados Unidos bajo el North American Free Trade Agreement (NAFTA) en las elecciones de 2016, pero caminando por las orillas del Río Santiago en el pueblo de Juanacatlán, México, el impacto más grande del acuerdo se convierte inmediatamente en una realidad abrasadora. Los ojos y la piel queman después de sólo unos minutos de exposición a la aspersión tóxica y el olor sulfuroso, mientras olas de espuma de la contaminación química caen sobre la otrora prístina cascada conocida sólo hace unas décadas como las Niágara de México.
La contaminación, que incluye grandes concentraciones de arsénico, cadmio, zinc y otros metales pesados utilizados en la fabricación de productos electrónicos, está en parte impulsada por la manufactura doméstica no regulada del NAFTA, y también por los vertidos tóxicos de la agroindustria orientada a la exportación, que, a diferencia de la agricultura tradicional campesina, depende fuertemente de fertilizantes químicos y pesticidas. La revista Fusion llamó a Santiago el «río de la muerte». La revista Vice lo describe como un «infierno tóxico» que causó 72 muertes solamente en 2015.
El cumplimiento de las regulaciones ambientales casi inexistentes en México es voluntario bajo el NAFTA, algo que rara vez se menciona en los Estados Unidos. El Capítulo 11 del NAFTA incluso permite a las corporaciones extranjeras demandar al gobierno de México por imponer regulaciones que consideran injustas u onerosas.
El 20 de noviembre de 2016, día de la Revolución Mexicana, fui invitado por mi amiga Miyuki Takahashi, una doctora mexicana-japonesa que administra el proyecto educativo Jardín de Vida de Juanacatlán, para acompañarla a ella y a cerca de 400 residentes de pueblos situados cerca del río como un observador periodístico independiente durante una protesta contra su envenenamiento. La acción de protesta fue organizada en parte por Un Salto de Vida (USV), una organización cívica formada por agricultores locales cerca de la ciudad de Salto, que está al otro lado del río desde Juanacatlán.
Después de la protesta, fuimos invitados a la XIV reunión anual y al intercambio de semillas organizada por USV y la sección local de Jalisco de la Red de Alternativas Sustentables Agropecuarias, formada por pequeños agricultores que viven a lo largo de la cuenca del río Santiago. Se reúnen anualmente para celebrar la cultura del maíz sagrado, el agua y los árboles y «sembrar semillas de rebelión», de acuerdo al correo electrónico que enviaron a los asistentes y en el que amablemente me incluyeron.
Cerca de 80 pequeños agricultores se reunieron este año en Juanacatlán para compartir historias de éxito en el uso de semillas de herencia, que a menudo han estado en sus familias durante generaciones. El foco fue el maíz, que es un cultivo histórico y sagrado de la cultura rural mexicana, rebajado de precio por las importaciones masivas de maíz subsidiado y genéticamente modificado de los Estados Unidos desde que se firmó el NAFTA en 1994. Después de muchos discursos, los asistentes pasaron varias horas intercambiando estas semillas hereditarias y hablando, compartiendo luego una comida que incluía cerdo asado, frijoles, maíz orgánico y arroz.
Uno de los oradores, un joven llamado Alan Carmona Gutiérrez cofundador de USV, pronunció un discurso que comenzó con esta notable declaración: «Las semillas son las armas que pueden ganar la guerra contra el capitalismo».
Alan no se refería al capitalismo en abstracto. Se refería al tipo de capitalismo que ha hecho del Río Santiago, de 433 kilómetros de largo, una de las vías marítimas más letalmente tóxicas y contaminadas del mundo, y que bajo el NAFTA forzó a México a enmendar su constitución para permitir que extranjeros puedan ser propietarios de tierras. Este cambio dejó expuestos a los pequeños terratenientes, de los que depende la diversidad de cultivos orgánicos, a los caprichos de los bancos y de los acreedores extranjeros. A estos campesinos se les habían otorgados las escrituras de estas tierras de por vida en la Constitución de 1917. El NAFTA eliminó esa protección legal de un plumazo, lo que condujo a una duplicación de la agricultura de exportación por agronegocios a gran escala para 2015.
Por necesidad, los campesinos en casi todos los estados de México se alejan tranquila e irrevocablemente de este letal modelo para crear sus propias alternativas. Pequeños intercambios de semillas locales como el de Juanacatlán se dan en todo México cada año, ignorados por los medios de comunicación. USV, RASA y otros grupos de agricultores como ellos participan en una iniciativa cooperativa y en curso llamada «Campaña Nacional en Defensa de la Madre Tierra y el Territorio». El anuncio del USV del intercambio de semillas indica los objetivos de esta campaña nacional:
«No serán las ideologías las que nos guíen sino las ansias de libertad, el sentido común, el sol, la luna y el viento. Ante su tecnología está el saber de nuestros ancestros, ante sus fábricas están nuestros espacios de reproducción de vida, ante su represión está nuestra organización.
Es momento de intercambiar nuestras semillas y sembrar la tierra con la nobleza y tenacidad de quien ama a su madre, es momento de compartir nuestros saberes con la transmisión de nuestra memoria colectiva, de nuestras identidades y recobrar nuestras propias vidas, de ser guardianes y guerreros que pugnamos por forjar juntos el mundo que queremos, aquí y ahora, hoy y para siempre.».
Luchan por todos nosotros, no sólo por ellos mismos, y con razón. Según el Centro para la Seguridad Alimentaria, sólo cinco empresas – Monsanto, DuPont, Syngenta, Dow y Bayer – representan el 62 por ciento de las ventas mundiales de semillas. Como Rachel Cernansky recientemente informó, estas mismas compañías poseen varias décadas de patentes en muchas variedades de semillas de cultivos para artículos agrícolas básicos que se encuentran en dietas diarias en todo el mundo. Alan no está exagerando en absoluto cuando dice que las semillas son las armas nuevas en la lucha por un autogobierno democrático sostenible.
Micro y Macro Esperanza
El intercambio de semillas a lo largo del río Santiago es una de muchas experiencias similares con micro-iniciativas locales que he encontrado durante mis viajes. Habiendo visto este tipo de esfuerzos localizados en Estados Unidos, Europa y América Latina, sabía que un mecanismo de conexión era todavía muy necesario, algo que fuera más allá de las plataformas de medios sociales corporativos, que son básicamente operaciones de minería de datos a gran escala.
Aquí es donde entra VIC (Vivero de Iniciativas Ciudadanas), un proyecto español que ha lanzado una nueva plataforma urbana colaborativa de código abierto llamada CIVICS bajo licencia Creative Commons. CIVICS está encontrando, trazando y conectando micro-iniciativas locales como la USV de Alan. Su trabajo revela algunos de los signos más esperanzadores que he visto que debajo del radar de los medios, la gente está tomando el asunto en sus propias manos, reinventando y reconstruyendo la vida cívica.
VIC fue iniciado por un grupo de estudiantes de arquitectura y diseño urbano de Madrid que ganó una licitación abierta por parte de la intendencia de la ciudad, para diseñar y construir un monumento conmemorativo en honor a las 191 víctimas de los horrendos atentados terroristas en la central de Atocha en 2004. El monumento resultante es un cilindro de cristal de 12 metros de altura que se ilumina desde abajo por la noche. Flotando dentro del cilindro hay una cinta transparente que contiene miles de mensajes de condolencia de los ciudadanos de Madrid, que los visitantes ven iluminados en movimiento por encima.
Además de permitir que los ciudadanos se conviertan en una parte viva e interactiva del monumento, los mensajes proporcionan una visión iluminadora de una ciudad alternativa, que está vibrantemente viva con interconexiones insospechadas y palpitando con una vida cívica subterránea que nadie sabía que existía.
Este brillante monumento condujo finalmente a las iniciativas VIC y CIVICS, que se centran en desarrollar y difundir lo que MediaLab-Prado llama «inteligencia colectiva para una democracia real». MediaLab-Prado es un premiado «laboratorio ciudadano» financiado por el Ayuntamiento de Madrid para la producción y difusión de proyectos impulsados por los ciudadanos, que encarnan la exploración cultural colaborativa a través de redes digitales. El trabajo de VIC refleja y amplía esta sensibilidad, y ahora se ha extendido por toda España y América Latina, mientras que yo ayudo con las presentaciones políticas y académicas en los Estados Unidos.
La idea central, engañosamente simple y poderosa de la plataforma CIVICS lanzada por VIC en 2013, que es a la vez diagnóstica y descriptiva, es encontrar y mapear las iniciativas ciudadanas locales a nivel micro y conectarlas a nivel macro, con toda la información disponible de manera interactiva al público bajo licencia Creative Commons.
Las micro-iniciativas que están siendo mapeadas siempre han existido. Son lo que podría llamarse la economía social no monetaria, y el trabajo de campo de VIC durante la década pasada muestra que su número aumenta durante épocas de coacción económica o social. Lo que falta entre los elementos motores de la economía no monetaria es el análisis diagnóstico riguroso, el mapeo de las interrelaciones, la conciencia mutua de otras acciones cívicas y una manera fácil, colaborativa y gestionada por los ciudadanos de conectarse, colaborar y perdurar.
A pesar del rigor analítico formal que aportan a su trabajo, los miembros de VIC y su red de colaboradores en toda Europa y las Américas a menudo hablan en un lenguaje que parece vital y primitivo en comparación con la jerga poco natural de los medios neoliberales. Hay una discusión incesante sobre honrar el «ambiente afectivo» de proyectos sociales-políticos particulares, de «hacer política con placer» en «espacios abiertos de posibilidad imprevista», etc.
Sus fuentes de inspiración son demasiado eclécticas para ser clasificadas ideológicamente. Describiría las creencias subyacentes como la formación de una política no ideológica de alegría, colaboración y descubrimiento, pero apoyada por una rigurosa investigación diagnóstica y datos duros.
Paul Hawken, defensor del capitalismo natural (un concepto imperfecto que sin embargo tiene valor) describió una vez los cientos de miles de iniciativas ciudadanas en todo el mundo como «la respuesta inmune de la humanidad para resistir y sanar las enfermedades políticas, la infección económica y la corrupción ecológica». A pesar de la elocuencia de la descripción de Hawken, carece de una comprensión diagnóstica más profunda de la fuerza motriz y de un medio claro para la interconexión y la colaboración. El mapeo y diagnóstico social de VIC, junto con su metodología abierta altamente colaborativa, tienen el potencial para resolver este problema.
Durante una sola tarde, en medio de una serie de 12 días de foros de Open Labs titulados «Ciudades que Aprenden», celebrados del 28 de noviembre al 9 de diciembre de 2016 en la Biblioteca Nacional de la Ciudad de México, se presentaron 10 iniciativas que reflejan las características de miles de micro-iniciativas similares que VIC logró mapear en México, Argentina, Colombia, Uruguay, Ecuador, Brasil y España durante la última década.
Observé las presentaciones de estas 10 hermosas iniciativas ciudadanas, que terminaron con una canción a coro bajo la luz de velas en el gran salón Octavio Paz de la biblioteca. Los líderes de estos proyectos están trabajando, a menudo con muy poca financiación, para mejorar y democratizar la educación, el transporte público, el arte público, la preservación cultural histórica y mucho más. Y ahora, en un maravilloso desarrollo, están tangiblemente conectados entre sí con herramientas comunes de código abierto.
Reconstruyendo la vida cívica
La vida cívica en todo el mundo ha estado en declive durante décadas. Desde la publicación de la tesis original de Bowling Alone de Robert Putnam en 1996, hasta Planet of Slums, la encuesta de Mike Davis del 2006 sobre los asentamientos a nivel global, existe un enorme y creciente cuerpo de literatura académica y trabajo de campo que documenta un declive radical en el rango, variedad y frecuencia de los tipos de asociaciones cívicas libres que solían reunir a las personas cara a cara para resolver problemas de la comunidad, enseñando tolerancia, civismo y madurez política en el proceso.
Los proyectos de código abierto como VIC por sí solos no pueden reconstruir esta vida cívica perdida. Pero pueden proporcionar una visión de conexión, un modelo, ejemplos inspiradores, herramientas y mapeo social para aquellos que ya lo están haciendo. Como me explicó recientemente el miembro de VIC y cofundador de CIVICS Javier Esquillor durante una cena en Guadalajara, este tipo de cartografía social y colaboración de código abierto podría incluso reinventar el turismo como una fuerza para el bien cívico.
La Organización Mundial del Turismo de la ONU estima que más de 1.100 millones de personas viajaron a nivel internacional en 2015. Ignorando cuestiones relativas al impacto ecológico, la ONU celebra este turismo como un gran estímulo económico y simplemente hace recomendaciones tibias que animan a los turistas a «comprar productos locales».
Sin embargo, ¿qué pasaría si un billón de personas vagabundeando sin rumbo alrededor del planeta, con sus guías turísticas y sus palos de selfie, en vez de eso pudieran conectarse con personas que dirigen microiniciativas locales en áreas de interés mutuo? El gobierno municipal de Madrid ya está utilizando los mapas VIC como su guía y mapa oficial de turismo de ciudad.
Tener el valor de soñar
La vida cívica no puede prosperar en una atmósfera de temor sobre el futuro. Para prosperar políticamente, necesitamos sueños, romance, historias divertidas, una audaz y atractiva visión de un futuro justo y sostenible que aún está anclado en nuestra historia colectiva, la diversidad cultural y el coraje de perseguir estas cosas con más pasión cuanto más difícil es. En un mundo lleno de propaganda corporativa y agoreros de la miseria en la izquierda y la derecha, la alegría de hacerlo es proporcional al desafío.
Como todos los recién nacidos, el emergente movimiento cívico de fuente abierta que refleja este esperanzador sentido de la experimentación y la posibilidad es pequeño y frágil. Pero también es expansible porque se centra en potenciar acciones e iniciativas que ya están orgánicamente integradas en la parte no monetaria de la vida cotidiana de las personas en todo el mundo. Por lo tanto, tiene el potencial en el tiempo de reimaginar y recrear una sociedad cívica abierta y colaborativa de suficiente fuerza y diversidad para ampliar radicalmente el rango de lo que es políticamente posible.
El ethos destructivo del neoliberalismo rapaz de esta última etapa y su régimen de capital globalizado no es inevitable. En muchos sentidos, muestra signos de colapso y trastorno inminente. Como el régimen soviético simbolizado por el Muro de Berlín, lo que parecía insuperable un día se derrumbó al siguiente. Pero ese colapso comenzó años atrás con pequeños movimientos cívicos locales entre trabajadores y ciudadanos de Polonia, República Checa y todo el Bloque Oriental. El ex presidente polaco Lech Walesa lo llamó «el poder de los impotentes».
Aunque hoy en día los entornos tecnológicos y sociales son muy diferentes, el mundo se encuentra en una encrucijada similar frente a una filosofía económica neoliberal opresiva y monolítica que está perdiendo tanto su capacidad de adaptación como la fe reluctante de su población. En esta crisis de legitimidad política, el movimiento cívico de código abierto, ejemplificado por VIC, y el enorme potencial de cientos de miles de micro-iniciativas con la capacidad de conectarse a nivel mundial no deben ser subestimados. Es posible que pronto se les pida que se involucren a un nivel superior.
Nota: El autor agradece a Ana Paula Gutiérrez Barragán, a Javier Esquillor ya Miyuki y Kei Takahashi por sus inestimables presentaciones, sugerencias y por su espíritu de apertura.