Por Carlos Sánchez

Una de las resistencias al 15m cuando inició la ocupación de plazas no vino irónicamente de banqueros ni de la casta política. Para ellos, en principio, unos cientos de personas ocupando unas plazas no era señal de peligro. No era nada. Nada si lo comparamos con el saqueo despiadado que habían hecho de este país en base a una crisis financiera creada por ellos mismos.

Estas fuerzas que se expresaron en contra de los ocupadores provenían de las clases dirigentes, clases acomodadas y algunos militantes de los grupos de izquierda tradicionales. “¿Cómo una revolución sin bandera?” Esta contra la viví en las plazas y. personalmente, en forma incluso de insultos en las redes sociales.

Porque una nueva generación, descarada, entregada e imaginativa empezaba a ocupar espacios públicos. Y su resolución resaltaba la pasividad y complicidad que en general reinaba ante el saqueo de este país.

Y aunque muchos de los de la generación anterior decidimos sumarnos a las protestas, otros, que teóricamente enrolaban las filas del cambio, empezaron a ponerse nerviosos. Quizás por el interés de mantener una posición de «privilegio». Porque se sentían como la oposición «real» al sistema y no querían delegar su rol ni su microestatus, por pequeño que fuese. Comunistas, anarquistas, ecologistas, humanistas, sindicalistas, socialistas… A todos, el 15M los pilló por sorpresa, y cada cual, personalmente y en su interior, tuvo que decidir si acompañaba o no este cambio. Y algunos decidieron que no lo acompañaban, y más aún, le hicieron toda la contra que pudieron, reduciendo su participación a reclamar al 15M un reconocimiento para sí mismos y sobre todo para su bandera.

Paradigmas de la historia, un nuevo giro de la rueda, y los que antes promovían rebeldía ahora se oponían al cambio, y por ende, defendían la conservación.

Y después vino a criticar de forma despiadada la derechona rancia, sádica y mentirosa. Creando programas e incluso cadenas que se dedicaban solo y exclusivamente al despiece de los indignados.

Hubo también muchos intentos de ponerle bandera y logotipo al 15M. Los partidos se organizaban para intentar colocar sus banderolas en primera fila de las manifestaciones y en el máximo número de participantes. Era patético. Más todavía cuando estos partidos, sindicatos y agrupaciones, o habían sido parte del problema, o habían bloqueado sistemáticamente la solución. No se estaban enterando de nada. Solo pensaban en su negocio, y es por eso que la gente estaba en la calle. Porque esa nueva generación tenía sus vías de expresión totalmente bloqueadas en los partidos, sindicatos y agrupaciones tradicionales. Y como un río que busca su cauce, si lo taponas en un punto, finalmente encontrará otra vía para fluir.

Y de nuevo, intentos de manipulación, control y direccionamiento por parte de grupos de todo tipo. Empezaron a llegar otras consignas al 15M. Además de las originales de «somos el 99%» «que no nos representan» «nuestros sueños no caben en vuestras urnas» empezaron a oírse muevas consignas de ¡golpeemos al capital!, ¡Unidad de los trabajadores!, ¡somos la izquierda contra la derecha!…

Consignas que chocaban con las nuevas formas de sentir de este movimiento y esta generación. Una de ellas es la inclusividad. Una Unidad 2.0 que evita la confrontación de bandos, la lucha de banderas. Porque este sentir del 15m no era obrero. No era tampoco español. Era una chispa que había estallado en las nuevas generaciones de los países árabes, había saltado el Mediterráneo y prendido en las de aquí y rápidamente se trasladaba a los EEUU, a Turquía, y todos los sitios donde encontraba terreno apropiado. Veías a la misma «nueva generación» en distintos continentes, con mismo espíritu y sentir, pero con distinto pasaporte y carteles en otros idiomas.

La Unidad es otra cosa, tiene otras texturas. La uniformidad de criterios, la confrontación con lo que no es la unidad para tener así identidad. La unidad es testosterona. Es la textura de una unidad militar. Los buenos y los malos. La lucha de bandos. Parte de la idea de que en unos está la verdad y en el resto no, ya sea por vivir en una ilusión o por un interés maquiavélico. La unidad tiene miedo de deshacerse en unidades menores, y por esto tiende a uniformar y controlar a cada rato.

La inclusividad no es confrontativa. No le pregunta a nadie quién fue ni qué hizo. La inclusividad es femenina. Es como una corriente a la que se va sumando gente, con el objetivo de llegar a otro lugar, a otro estado, pero sin bandos ni disciplinas. Ni banderas. Y con coraje y determinación. Mucha determinación. Esta fuerza es interior, no necesita banderas ni uniformes externos en los que reafirmarse. La inclusividad es por lo tanto más fuerte que la unidad, aunque desde fuera, por quien no la practique, se pueda pensar lo contrario.

Sí, hubo un movimiento que los medios de comunicación bautizaron como 15M en España, Primavera Arabe en Egipto o Túnez, u Occupy en EEUU o Turquía. Y que cuando este movimiento encontró una frase que le daba fuerza y dirección, la apoyó sin dudar. Y surgió Podemos, aforismo que al igual que el YES WE CAN de Obama, movilizó a las personas a creer y a apoyar proyectos políticos. Ocupar las instituciones. Empezar el Gran Cambio soñado por muchos.

Y Podemos lo hizo. Materializó su aforismo. Se pudo. Aquí se pudo pasar de hacer manifestaciones rodeando el Congreso a ocupar su interior. Se pudo. De manera rápida y sorpresiva. Se pudo llenar de color y diversidad el ambiente rancio y maloliente de un Congreso que vivía de espaldas a la gente y haciendo negocios con su sufrimiento. Y millones de personas recuperaron la ilusión.

Pero después de materializar la ilusión, se convocan unas segundas elecciones y Podemos creyó que podía más. El “sorpaso”. El ensueño impuesto por los medios de comunicación. La imagen del triunfo. Sobrepasar a la derecha del PSOE. Pero Podemos midió mal las fuerzas porque solo veía las suyas y nunca contempló la de los otros. Y Podemos, después de un éxito inesperado en las primeras elecciones generales a la que se presentaba, «fracasó» 6 meses después. Fracasó con respecto a sus expectativas muy recientes, no con la de dos años atrás. Y este supuesto fracaso Podemos nunca lo entendió ni integró.

Y ésta es la raíz del problema, a mi entender. Su éxito en la primera convocatoria. De ahí le viene el fracaso. Porque en la campaña de las primeras elecciones, si miras los discursos de PP, PSOE y CIUDADANOS, se reparten leña entre sí por igual. Pero en la campaña de la segunda todo cambió. Todos vieron que Podemos podía, todos vieron peligrar su negocio. Toda la derechona cavernaria, tanto del PP como el PSOE, una franquista y otra felipista, fueron al cuello de Podemos. Y sus dos espadachines de pasarela, Sánchez y Rivera, se unieron al degüello. Más del 80 o 90 por ciento de sus discursos era ése: destruir a Podemos. Y basaron toda la campaña en una crítica feroz y despiadada. La mayoría mentirosa, pero no importaba.

Y Podemos fracasó. Y poco después empezó a enrarecerse. Podemos se empezó a volver extraño. ¿Puede ser que Podemos, por no integrar un supuesto fracaso, y buscar renovar su identidad, esté virando ahora hacia aquello con lo que el 15M no se identificaba? La unidad de lucha, izquierdas contra derechas, golpear al capital… Y lo digo como autocrítica, como inscrito en Podemos desde el principio y votante de Podemos y militante de las confluencias Municipalistas.

He buscado en internet la foto de Vistalegre 1 ¿Qué había en la foto de los dirigentes de Podemos? Ilusión, juventud, esperanza, emoción, cambio. Tonos claros y luz. ¿Y cuál era el aforismo que resonaba de fondo? ¡SI SE PUEDE! Aforismo hacia afuera, hacia el mundo, a cambiar las cosas. A por nuestro gran sueño.

¿Y la foto de los dirigentes en Vistalegre 2 qué nos dice? Ya no se ve ilusión ni emoción. Tonos grises. Ahora hay desgaste por la lucha interna.

¿Y cuál el aforismo de fondo? ¡UNIDAD! Seguramente la mayoría de las personas lo gritaba porque todavía les horrorizaba esa confrontación descarnada y tripera entre sus dirigentes. Y pedían con su grito volver al “Si Se Puede”, a aquel sentimiento tan hermoso.

Unidad, en este caso, casi como un volver a lo anterior. Un aforismo que ya no mira hacia adelante, mira hacia adentro de su propia organización y hacia atrás en el tiempo.

El grito de «Unidad» me despertó una sospecha ¿Será la «unidad» de esa sensibilidad que ya vi aterrizar años antes en el 15M? ¿La sensibilidad de «Unidad de los trabajadores» «izquierdas contra derechas» que por fin pudo poner su bandera en algún sitio? Y pensé que puede ser que Podemos esté buscando identidad hacia referencias antiguas. Cuando se va la luz, enciendes las velas. Cuando te desreferencias, por un supuesto fracaso, buscas un modelo que anteriormente te sirviese. Aunque ese modelo realmente te lleve a la defensa de la conservación del sistema.

Y ahora Podemos tendrá que prestar mucha atención a lo que hace. Porque lo que era «el gran cambio» puede acabar convirtiéndose en solo un cambio de bandera.

Por ejemplo, pueden estar hablando de feminizar la política, y justificarlo porque hay personas con cromosoma XX en cargos relevantes. Pero un grupo humano y una política pueden estar cargados de testosterona, aunque tenga paridad cromosomática. Feminizar la política no son sólo cromosomas, no es Hillary Clinton, Susana Díaz o Celia Villalobos.

Otro ejemplo, también está el error de confundir la inclusividad con el abanderamiento interesado. Las direcciones son opuestas. El abanderamiento pone a los intereses personales por encima de los sociales, son las viejas artes manipulativas.

Así que Podemos también tiene sus fantasmas, convertirse en la vieja clase política de izquierdas manipuladora y machista. Podemos tiene sus desvíos, y tiene que estar muy atento a ellos.

Porque si toma como referencia lo antiguo sería el no entender y no participar del cambio interior y profundo que en las plazas con el 15M se sentía, que era un cambio social y personal en simultáneo: nuevos valores, nuevas miradas, nuevos sentimientos, y no solo un cambio de color de bandera pero reafirmando los valores y sentimientos del siglo que se fue.

¿Podríamos llegar a ver a alguno de los nuevos dirigentes de Podemos hablar ante las cámaras, muy cargado de testosterona, pero al mismo tiempo usar palabras como feminizar la política o inclusividad? Si esto ocurriese todos sentiríamos que lo dice pero ni lo siente ni lo vive realmente, no participa de ellos. Por mucho que haya antes practicado ante un espejo. De nuevo la hipocresía. Y el peligro de convertirse en aquello contra lo que se lucha.

Menos mal que si Podemos se desviase, esto no sería mayor problema. Nuevas generaciones vendrían, y al tener bloqueados los canales de expresión por estar copados por manipulaciones e intereses, ocuparían las plazas al grito de «que no nos representan». Y de nuevo, cambio de papeles, dirigentes perplejos acudirían a intentar patéticamemente poner su bandera, ahora morada. Paradojas de la historia, movimiento de ruleta, y los que antes eran el cambio ahora son la conservación del sistema.

Menos mal que siempre habrá nuevas generaciones listas para enseñar el camino y mostrarnos sus nuevas formas de sentir y de mirar, y mostrarnos a nosotros nuestro desfase. A no ser que no quieras ni renovar tu mirada, ni iniciar con las nuevas generaciones un nuevo proceso de transformación interior.

 

@carlosanchez386