En el día de ayer, el Ingeniero Mauricio Macri, presentó una vergonzosa encuesta realizada por el ministerio de Educación de la nación con la que buscaba deslegitimar la educación pública y reforzar lo que él llama “la inequidad de los que pueden ir a una escuela privada y los que caen en la escuela pública”.
La frase no es un exabrupto, ni es inocente, ni es la primera vez que defiende esas argumentaciones. En 2011 había dicho que el Estado debía garantizar la educación pública para aquellos que no podían acceder a la educación privada. Los argentinos tienen un presidente privado de educación, lamentablemente.
Pero ayer no era un día más, en cientos de lugares de todo el país daba comienzo la Marcha Federal Docente y no se trataba solamente de una declamación ideológica, formaba parte de una estrategia de desprestigio a los profesores, a las maestras, a los estudiantes y a los padres que vienen sosteniendo paros en casi todas las provincias del país, por el empecinamiento del gobierno de no convocar a la paritaria nacional, incumpliendo una ley votada por el Congreso de la Nación.
“Macri, si te hubieras “caído” en la escuela pública, habrías aprendido a leer de corrido”, decía una de las tantas pancartas que portaban los docentes en las inmediaciones de Plaza de Mayo. Donde en el día de hoy se congregaron no menos de 300 mil docentes de todo el país, en defensa de la educación pública, llamando a la apertura de la discusión salarial, en contra de las amenazas y persecución política y exigiendo un giro rotundo de las políticas económicas.
Haría bien en escuchar este grito múltiple que viene de todos los rincones del país, el señor presidente o su equipo de asesores. La seguidilla de movilizaciones y huelgas que se amontonan las próximas semanas, son una clara señal del desgaste de su discurso hueco y del malestar creciente que generan la desocupación, el hambre y la prepotencia que emanan de este gobierno oligárquico.
Sonia Alesso, dirigente de CTERA, el sindicato docente más grande de la Argentina, fue la última oradora de la jornada. Un emotivo discurso de agradecimiento y de orgullo. Un profundo orgullo de pertenecer al colectivo de la enseñanza, de cargar con una vocación que no te hace indiferente a los demás. Orgullosa de sentir el latir de tantas almas convencidas de la justicia de sus reclamos y de sus nobles intereses. Frente a esa certeza que expresaba la dirigente sindical santafesina, las cientos de miles de personas comenzaron a mirarse los unos a los otros, comenzaron a creerse que una verdadera unidad de los trabajadores era posible y que el mantra de “vamos a volver” resignificaba la disputa del poder real. Que los trabajadores estaban de pie y no iban a abandonar las convicciones.
Alesso transmitió un mensaje amoroso y, por eso, firme y decidido. “Obstinadamente maestros” se perjuró desde el escenario que compartía con decenas de dirigentes llegados de todo el país. Se cerró el acto con la entonación del himno nacional argentino y la emoción desbordaba. En todas las direcciones se veía gente lagrimear, un cincuentón subido a un árbol filmaba las miles de cabecitas cantando el himno con los ojos llenos de lágrimas; una maestra, con su delantal blanco agitaba sus brazos; una pareja de jubilados se abrazaban fuerte, mientras se secaban las lágrimas con un pañuelo; un joven agitaba su bandera y se mordía los labios; otro guardapolvo blanco apoyaba su frente sobre la cabeza de su hija, mientras le estrujaba los hombros…
La Plaza de Mayo volvía a ser epicentro energético de las transformaciones. Lo demás, es cuestión de tiempo.