Estaba en una clínica para hacerme los exámenes que el médico me había solicitado. En la sala de espera había un pequeño puesto para la venta de bebidas y alimentos varios. Prácticamente todos los productos estaban etiquetados con más de dos sellos que la nueva legislación ha impuesto.
Al día siguiente, cuando debía pasar a retirar los resultados de los exámenes aprovecho de ir a la clínica que había al frente donde había una cafetería, limpia, impecable, para tomarme un café. Me sorprendo al ver nuevamente que prácticamente todo lo que estaba en venta tenía uno o más sellos catalogándolos como altos en sodio, en calorías, azúcares y/o en grasas saturadas.
Mi sorpresa se explica tan solo porque me parece inconcebible que en establecimientos responsables de proveer servicios de salud se expendan productos nocivos para la salud. Hay algo que no funciona. Allí donde se supone que se va para tener buena salud, lo menos que se esperaría es que no tienten con productos que conducen, más temprano o más tarde, a tener mala salud.
Lo mismo me temo que esté ocurriendo con los establecimientos educacionales, donde se asume que se provee educación, y por lo mismo, sería una contradicción que en su interior se expendan productos que pueden afectar, en el corto o largo plazo la salud de los estudiantes. También me temo que esté ocurriendo en el interior de las empresas donde trabajamos, en sus casinos.
Allí donde nos educamos, donde trabajamos y donde buscamos tener salud, deberían ser ejemplos a seguir en materia de alimentación saludable. Me resulta una contradicción que en un establecimiento educacional se expendan “completos”, donde la mayonesa chorrea por todos lados. Lo peor, es que suelen ser los productos de mayor consumo, al igual que las papas fritas.
El país ha dado un paso adelante con el etiquetado de los productos, y debemos alegrarnos, pero no por ello conformarnos. Es un gran paso que apunta a informar antes que a prohibir, y la respuesta nuestra debiera ser una disminución en el consumo de productos que conducen a problemas de salud pública. El aumento de la obesidad, la diabetes y enfermedades cardiovasculares en la población es una de las consecuencias de nuestros hábitos alimenticios, agravada por un modo de vida sedentario.
Todo ello en un país, Chile, y en una región, la del Maule, privilegiada por su capacidad para producir frutas y verduras, que no solo satisfacen nuestras necesidades alimenticias, sino que además son fuente de buena salud presente y futura.
En síntesis, lo tenemos para distinguirnos, ojalá nos distingamos por liderar, tanto a nivel nacional como mundial, los rankings de buena salud, de calidad de vida. De nosotros depende, de nuestras decisiones, no de nuestras autoridades.