Nuestra querida Paola se ha sumado a tantos otros amigos y amigas que nos han antecedido en un viaje distinto, misterioso y a la vez fascinante, que nos produce, como todo vacío, esa suerte de atracción e inevitable temor ante aquello que no conocemos. Como niños que somos todos.
Es bueno entonces, hacer también un pequeño viaje, para acompañarla, a un lugar que guarda lo mejor de cada uno de nosotros, que atesora lo que más valoramos de nuestros seres queridos. Un lugar en cuyo centro existe un manantial de agua prístina y saludable que nutre las raíces de lo mejor de nuestra historia personal y social y que riega los delicados brotes, de nuestras mejores intenciones, de nuestras esperanzas, de nuestra fe y de nuestras certezas.
Allí viven nuestros amores, en ese lugar, están los amigos y amigas entrañables, están nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos, nuestros padres, los abuelos…en suma todos a los que hemos amado. En tan interesante lugar entonces, se aloja sin duda, lo mejor de nosotros. Ese lugar se llama “la buena memoria” y hemos de recurrir a ella para despedir como es debido a nuestra querida amiga, la Paola Parra.
Me es inevitable al decir su nombre, que algo muy nuestro se me aparece. Una tierra oscura, fresca y húmeda como un huerto al atardecer. La Paola profunda fue de ese material.
En la aridez, fue tierra cromática, ocre anaranjado impenetrable para resistir el fuego. Fue polvo alegre y leve en primavera y barro oscuro en el invierno para acoger tormentas.
¿Cómo no habría entonces, haber sido parte del nacimiento de un lugar de tierra hermosa como El Remanso con tantos otros queridos amigos y amigas? Nuestra Paola mensajera.
Esta amiga de arcilla agreste. La que miró con bondad a su gente, aquella que hablo con tono firme, claro y amable de que es posible vivir como queremos, con amistad, con ayuda y construyendo juntos la experiencia. La que levantó la cinta del infinito, convirtiéndola en ondas de radio, en volantes sencillos y pedagogía de la vida buena. Nuestra Paola humanista.
La amiga que encontró el amor, ese amor que todos buscamos. Eligió una pájara cantora, de esas que le cantan a su propia tierra, a sus árboles, a su pueblo. Un encuentro sin duda, de una lógica hermosa e invisible.
Desde aquí entonces, desde esta buena memoria, que nos legó aquél que nos unió para siempre, debemos recordarla y hacerlo también ampliando nuestros mejores sentimientos a quienes fueron sus seres más queridos. Entre ellos y como centro fundamental a Mariana, a quien debemos agradecer habernos traído a nuestro espacio y a nuestro tiempo, a esta amiga querida que fue parte de lo bueno para nosotros.
Y así, saludamos este instante profundo en que nos encontramos, dejando a la Paola, en este umbral para viajar ahora, como polvo de estrellas por lugares infinitos.
Entonces, cito:
«Mientras las palabras van muriendo en calma nuestras miradas las reemplazan…
«Nuestras miradas se encuentran y se comprenden en profundidad.”Silo.
Paz, fuerza y alegría para todos!