Chile, junto con los países que bordean el Océano Pacífico de América Latina, que comparten la majestuosa Cordillera de los Andes, están dentro de los que se encuentran más afectados por el cambio climático que Trump ignora olímpicamente.
Las nieves eternas ya no son tan eternas, los deshielos, las abruptas pendientes, están generando aluviones que se llevan todo por delante. Si a ello agregamos los incendios, podríamos afirmar que tenemos el cuadro completo. Sin embargo, no es así.
Somos países que no debiésemos tener problemas de agua. Nuestra Cordillera ha sido el maravilloso estanque de almacenamiento natural que está dejando de serlo.
Todos los esfuerzos por detener el cambio climático están siendo tirados a la borda al asumir Trump la presidencia de USA, convencido que todo ello no sería más que producto de una campaña artificial guiada por grupos de interés. Mientras tanto, los multimillonarios están programando viajes a otras galaxias donde tipos como él y sus respectivas familias puedan vivir. Vaya paradoja!
Mientras tanto, nosotros, seguimos votando por ellos como si fueses santos varones. Total, tienen tanto, que no tienen para qué robar. Para no herir sensibilidades internas, tan solo mencionaré los casos de Berlusconi en Italia, Trump en USA, Macri en Argentina. Pero la lista es más larga.
Al mismo tiempo, quienes les votan, los pobres, andan por la vida pateando piedras, cuando no se mueren porque se localizan en las tierras no aptas para asentamientos humanos, por el alto riesgo que encierran, como es el caso de las quebradas.
Superada una emergencia, los afectados vuelven a construir sus casas en los mismos lugares, con los mismos materiales. No tienen salida, son quienes no tienen la libertad de elegir, son los que el modelito económico expulsa una y otra vez. Mientras tanto, nos refugiamos en nuestro mundo y miramos al techo encadenados a un modelo político-económico que ha derivado en un Estado que hace agua por todos lados, incapaz de actuar preventivamente, a tiempo. Ahí tenemos universidades que no reúnen los estándares mínimos para cumplir con el rol que les corresponde como tales; ahí tenemos un Instituto de Salud Previsional (isapre) al que se le ha tenido que aplicar “un corralito”, esto es, al cual nadie puede afiliarse ni desafiliarse por un período de tiempo mientras se ve qué se hace. Se actúa después que haya quedado “la crema”.
No obstante estar viviendo tiempos de un progreso científico-tecnológico sin precedentes, el resultado es decepcionante: más fragilidad, más precariedad, más desigualdad. Para resolverlo, en vez de políticas preventivas, estamos optando por políticas represivas.
En USA, Trump incrementa el presupuesto militar en un 10% para “volver a ser grandes”. En Chile, el alcalde de una de las comunas más ricas de Chile, Las Condes, resuelve prohibir a quienes se ofrecen para limpiar los vidrios de los coches que se detienen en las esquinas con semáforos de su comuna y después nos quejamos de la inseguridad reinante.
Está fallando la puntería. Como para agarrarse la cabeza.