Por Marco Coscione
Si nos limitamos a analizar el impacto del comercio justo viendo cómo las organizaciones de productores invierten en las comunidades el premio social que reciben de las relaciones comerciales solidarias con compradores comprometidos, pues estaremos limitando mucho el sentido del impacto. El movimiento por un comercio justo y solidario ha tenido un impacto muy amplio en el cambio de mentalidad en el Norte, tanto entre los consumidores y la sociedad civil organizada, como en las autoridades públicas; y ha tenido un impacto importante en el desarrollo de las comunidades campesinas y artesanas en el “Sur Global”.
Sin embargo, el enfoque que sigue predominando en los circuitos del comercio justo es un enfoque “Sur-Norte”, donde América Latina, África y Asia siguen exportando materias primeras y Europa, Norteamérica, Japón (entre otras regiones) siguen procesándolas, industrializándolas y siguen creando más empleos que el Sur. Este enfoque, obviamente, responde a una división histórica del trabajo a nivel internacional, que se ha ido profundizando en las décadas posteriores a la segunda guerra mundial, las mismas en las cuales se ha disparado la concentración de CO2 y con ella el calentamiento global y sus efectos negativos en el clima. Las crisis económicas, ambientales y de civilización que estamos viviendo nos obligan a repensar nuestros patrones de producción y consumo, así como las mismas Naciones Unidas están promoviendo a través del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 12 (“Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles”).
ASOPECAM, creada en 1993, es una organización de pequeños productores agroecológicos, del corregimiento de La Marina, municipio de Tuluá (Valle del Cauca, Colombia). Este año volví a encontrar a su representante legal, Javier Rivera, y conversando con él pude conocer de los grandes avances de esta pequeña organización y el cambio de perspectiva que está viviendo en su enfoque económico-comercial.
“Como todas las organizaciones, entramos en los circuitos del comercio justo, buscando una alterativa de comercialización que pudiera garantizar mejores ingresos y oportunidades de inversión social para nuestras familias y la comunidad. Ya en 2004 la asociación estaba certificada Fairtrade y con ello pudimos mejorar mucho nuestra organización interna y ampliar los beneficios para nuestros asociados”, relata don Javier. “Sin embargo, después de una primera bonanza con las exportaciones de café, pues las cosas se fueron poniendo poco a poco más difíciles, y tuvimos que repensarnos seriamente, sobre todo por el aumento de la oferta de café certificado, tanto desde Colombia como desde otros países”. Este proceso de repensamiento interno llevó ASOPECAM a construir una marca de café propia, “Café Tinamú”, cuyo nombre viene de una familia de ave muy autóctona de la zona. En 2013, se empezaron a producir las primeras pequeñas cantidades de café tostado y molido, de manera artesanal, para posicionar el producto en ferias y mercados locales.
“A través de apoyos estatales a proyectos productivos mejoramos la infraestructura y actualizamos todos los registros y requerimientos de ley. Desde lo local empezamos a tejer relaciones y posicionarnos. Nos ha facilitado mucho ser miembros tanto de la Iniciativa Colombiana de Pequeños Productores de Comercio Justo, Solidario y Sostenible, como del MAELA (Movimiento Agroecológico de América Latina y el Caribe), y tener una página web a través de la cual empezaron a contactarnos diferentes clientes”. Aprovecharon, por ejemplo, la apertura de Noruega para la importación sin aranceles de café tostado y molido desde Colombia, pero también otras oportunidades: “Exportamos producto terminado a Chile y a los Estados Unidos a través de contactos de personas muy comprometidas, y existen perspectivas muy interesantes para el futuro”.
ASOPECAM la componen solo 30 familias, con una producción anual de entre 25 y 30 mil kilos de café; en promedio 5 hectáreas por familia; sin embargo, gracias a la agroecología, sus productores también producen otros productos, hortalizas, tubérculos y frutas entre otros, que proporcionan la base del consumo familiar, y alimentan a los circuitos de comercialización local, respondiendo así al desafío de la seguridad alimentaria de la comunidad. ASOPECAM también cuenta con un pequeño mercado campesino, justo en su sede en La Marina.
La reestructuración interna del trabajo de la organización la ha llevado a ofrecer los servicios de procesamiento del café también a productores no asociados, contribuyendo así al fortalecimiento del tejido comunitario en el corregimiento, sin perder la filosofía agroecológica y de economía solidaria. “Nosotros le debemos mucho al comercio justo como movimiento social y también al sistema de certificación Fairtrade”, sigue Javier. “A través del cumplimiento de los estándares nos hemos fortalecido y a través del movimiento se nos ha abierto un mundo de oportunidades que ha influido enormemente en nuestro desarrollo de capacidades y formación. Gracias al comercio justo hemos avanzado en nuestros procesos y hemos abierto la mente hacia nuevas oportunidades. Por esto hemos dado el salto de la materia prima al producto terminado”. En 2017, todo el café de la asociación se transformará en producto terminado.
Además de esta conversión, ASOPECAM será una de las dos asociaciones de productores que gestionará directamente una cafetería, tienda y lugar de encuentro, dentro de la Universidad Javeriana de Cali, con la cual durante dos años se ha generado un proyecto de cooperación muy innovador que culminó, justamente, en la apertura de la cafetería “Garittea”. “Una apuesta de articulación entre diferentes actores, buscando objetivos comunes: producción agroecológica, diseño y construcción sostenible, comercialización solidaria y educación alternativa. Muy importante para que los jóvenes estudiantes vean otro modelo e imaginen también otra manera de hacer economía. Varios estudiantes ya se acercaron a nosotros y aquí están haciendo sus pasantías”. Hay mucha gente interesada en este proyecto y seguramente tendrá un gran potencial de réplica en muchas otras universidades. La campaña “Universidades Latinoamericanas por el Comercio Justo” podrá representar un espacio muy pertinente para compartir la experiencia y promover nuevas alianzas.
Juan David tiene 26 años, es hijo de una productora socia de ASOPECAM: “Yo siempre he vivido en Tuluá, en la ciudad, pero mantenía la conexión con la finca familiar en esta comunidad. Hace 5 años mi madre, enfermera, me propuso mudarnos al campo y así lo hicimos, al contrario de muchos jóvenes de estas tierras que están dejando las áreas rurales. En la ciudad hay más pobreza que en el campo, pobreza de alimentos, de valores; aunque los patrones culturales a los cuales estamos acostumbrados, nos obliguen a pensar lo contrario. Pero al final, en la ciudad solo vives si tienes dinero, en el campo no es así”.
A pesar de no tener conocimientos sobre el cultivo, Juan David y su madre recibieron la propuesta de la cooperativa local, perteneciente a la Federación Nacional de Caficultores de Colombia, para producir cierta variedad de café. Sin embargo, la propuesta de la Federación llegaba con todo su paquete de agroquímicos y ellos la rechazaron, buscando el apoyo de ASOPECAM para empezar con la producción orgánica. Juan David reconoce el gran aporte de la asociación a su desarrollo personal y profesional, y se está comprometiendo con ASOPECAM para que se mantenga firme en todas sus apuestas que, a veces, pueden parecer utópicas.
“Todo este proceso necesitó una gran inversión”, comenta Javier, “y en términos de precios pagados al productor aún no podemos hacer una gran diferencia. Pero en cuanto lleguemos al punto equilibrio, y empecemos a generar buenos ingresos, la diferencia entre la sola venta de materia prima y la venta de producto terminado se hará notar rápidamente; estoy seguro de nuevos productores querrán asociarse a ASOPECAM y para nosotros será fundamental, tanto para seguir promoviendo la agroecología en estas comunidades, como para seguir fortaleciendo la asociación a través de la apertura de nuevos negocios”. Además, a través de esta conversión de la materia prima al producto terminado, la misma asociación, aunque a niveles muy pequeños, está generando nuevos puestos de trabajo y procesos de capacitación constantes para los jóvenes de La Marina.
Según Javier esta es realmente la gran lección aprendida gracias al comercio justo. Saber que sí se puede arrancar con otra propuesta y recibir el apoyo para ponerla en marcha; aprender de los momentos difíciles y mejorarse constantemente; hasta entender que las cosas se pueden hacer de otra manera… y entonces hacerlo, sin miedo y sin pedir permiso.