Alrededor de 250 mil familias subsisten en Colombia con el cultivo y comercio de la hoja sagrada: la coca. En Puerto Asís estuvieron reunidas las mujeres cocaleras el 17 y 18 de marzo. Para no hacerme un lío, que sean ellas mismas las que nos cuenten en qué consistió este gran encuentro.

Con todos ustedes Fátima Muriel y Nancy Sánchez, presidenta y coordinadora de paz de la Alianza Departamental de organizaciones sociales de mujeres tejedoras de vida del Putumayo. Con Blanca Diego, de Lola Mora Producciones organizando este excelente encuentro.

 

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Qué bueno poder hablar con ustedes, las protagonistas, de todas estas cosas que están pasando en Colombia en este momento tan delicado y tan rico, a la vez, la paz empieza a concretarse más allá de todas las complicaciones e impedimentos que surgen cada día. ¿Cuál fue el motivo fundamental de este encuentro en Putumayo?

Fátima Muriel: Estamos en este momento haciendo propuestas para los acuerdos de paz y en esos acuerdos hay unos puntos muy interesantes: por ejemplo, el punto 1 que habla de tierras y el 4 que habla de a la política antinarcóticos. Entonces, las mujeres nos reunimos porque muchos están haciendo propuestas, pero muy generales. Nosotras también queremos hacer nuestras propuestas, desde nuestras vivencias, desde nuestras vidas, de dónde estamos trabajando porque la mayoría quedamos viudas, la mayoría quedamos solas, y aunque estemos acompañadas, estamos trabajando el doble que los hombres.

¿Cuáles fueron los objetivos del Encuentro?

Nancy Sánchez: El objetivo principal de este Encuentro de Mujeres Cocaleras, que además son mujeres cocaleras de base, que viven día a día lo que es un cultivo de coca y que han estado involucradas en toda la cadena de una economía ilegal, que en este departamento y en la mitad del país, lleva más de 30 años. Las mayorías de propuestas que están ahora jugándose para la sustitución de los cultivos de coca no tienen ninguna perspectiva de género, no tienen ninguna visibilidad sobre lo que sufren las mujeres y lo que han vivido y cómo lo han vivido alrededor de los cultivos de coca. Y ellas también tienen muchas propuestas por hacer, incluso en muchas dinámicas del día a día son las que deciden al final que no vayan los cultivos de coca porque traen violencia, etc… La idea del foro era incluir esta perspectiva de género, porque el conflicto se ha llevado casi todos los hombres,  somos las que hemos quedado y tenido el peso de sobrevivencia día a día con esta economía ilegal de la coca, de la que vive este departamento. Ellas son las que sostienen este departamento.

Sería importante para entender la política de sustitución, ¿en qué consiste?

NS: Para esta propuesta es necesario conocer los antecedentes, a qué estamos respondiendo. Hemos vivido 30 años de los cultivos de coca, pero no porque queramos, no porque la gente quiera ser cultivadora de coca, esto fue una economía que llegó alrededor de los años ochenta, debido a la interdicción que hizo Estados Unidos de las avionetas que venían del Perú. En esa época, Colombia era solo procesador de la cocaína, de los laboratorios. Éramos los que exportábamos la cocaína con los grandes carteles. En ese momento hubo un hito fundamental en la política de represión contra las drogas y los narcotraficantes que ya no podían traer la pasta básica desde Perú y desde Bolivia, decidieron traer los cultivos de coca a este departamento. ¿Qué pasó en este departamento y en muchos departamentos? La mitad de Colombia, la Amazonía colombiana en ese momento histórico estaba abandonado por el país, por las decisiones centrales. En este país la guerra se ha vivido en estos territorios. Las ciudades no han vivido la guerra, realmente aquí se viven dos países radicales. Y en este país se vivieron los cultivos de coca por esas decisiones de la economía, por el abandono sistemático del Estado frnete a estas poblaciones. Estas poblaciones no han tenido oportunidades, no han tenido desarrollo, han vivido aisladas totalmente. Hay una deuda histórica del Estado frente a esta mitad del país y por eso esta economía, frente a la pobreza de la población, se diseminaron los cultivos de coca. La población dice que es un cultivo fácil, Fátima me puede apoyar en eso, es un cultivo que se puede sacar sin vías, es un cultivo donde la demanda es alta. Uno va a cualquier narcotraficante, te compran, no tienes que trasladarlo y de eso viven los campesinos. Y no es que sean los que ganan plata con un quilo de pasta básica, ganan cada cuatro meses un millón quinientos mil pesos, serán unos 600 dólares cada cuatro meses. Pero con eso subsisten.

Y además en relación con estos grupos mafiosos, la inseguridad permanente. Por un lado perseguidos por el Estado, en confrontación con las bandas criminales, es un trabajo que, además de ser duro, es de una enorme inseguridad. Fátima podrá resumir un poco la vida cotidiana de las mujeres, en la reunión que tuvieron estas mujeres, hablaron mucho de su vida cotidiana, porque eso es lo que marca su relación con la planta.

FM: Las mujeres durante el evento y uno también las observa a diario en este departamento, porque hacemos mucho trabajo de campo, apoyando a las mujeres. Ellas manifestaron que tienen una doble jornada, porque se levantan desde las cuatro de la mañana a cocinarle a todos los raspachines, a toda la gente, son ollas muy inmensas, para un batallón, que son los que van a trabajar la coca, tienen distribuidos los grupos de los raspachines, el grupo de los que trabajan en el laboratorio y a veces cuando no consiguen esos trabajadores, les toca a las mismas mujeres asumir esa responsabilidad. Terminan su jornada a la una de la mañana, tengan embarazo o no tengan embarazo, estén enfermas o no. Eso de la salud no lo tienen en cuenta para nada, nadie. Nosotras, preocupadas por esta situación de ver esa vivencia de las mujeres, que tienen una triple jornada, nos preocupa mucho esa situación y por eso queremos que los acuerdos de paz tengan la participación de las mujeres, que ellas digan desde su vida cómo están trabajando la coca, cómo la viven y además el problema de las mujeres que han sido llevadas a la cárcel por pasar la coca. Aquí nomás en el Putumayo tenemos cincuenta mujeres y cien en el Ecuador, porque estamos muy cerca del Ecuador, esas mujeres pasan dos gramos, tres gramos y son encarceladas, no tienen abogados, ni nada y las familias, los niños quedan totalmente abandonados. Nosotros pensamos que esas mujeres no son narcotraficantes y seguimos defendiendo y peleando que ellas no son las que señala la política antinarcóticos. Nosotros defendemos a las mujeres, porque son campesinas y las que trabajan, siembran yuca, siembran maíz y siembran plátano.

¿Qué cambió para las mujeres desde la firma del acuerdo de paz? Más allá de que todavía estamos en el proceso de implementación. ¿Qué cambió para ustedes en su vida diaria? ¿Ha llegado hasta Putumayo este proceso?

NS: Aquí estamos mirándonos con Fátima y al momento no ha cambiado nada. Es más, han aumentado un poco las amenazas a las lideresas de organizaciones productivas, a las que apuntan a la sustitución de los cultivos de coca. Esos espacios vacíos de poder de parte de las FARC están siendo copados por más grupos de narcotraficantes. Lo que prevemos nosotras es que esto va a una mexicanización si seguimos en esta dinámica y el gobierno no actúa de inmediato para controlar esta delincuencia y actores armados que están, como decimos en Colombia, vacunando, extorsionando, amenazando principalmente lideresas. Las mujeres deben ser el objetivo porque estamos demostrando una gran fuerza, en el departamento, de movilización y de exigencia de derechos. Eso es lo que estamos viviendo en los acuerdos de paz. Estamos buscando espacios por todas estas puertas que nos abren los acuerdos, pero ha sido difícil, realmente. En el punto de sustitución del cultivo de coca solo han tenido en cuenta a propuestas desde la izquierda o desde movimientos masculinos, pero desde las mujeres, nada. No hemos visto, ni siquiera, una iniciativa incluyendo organizaciones de mujeres.

¿Cuáles son las exigencias, las propuestas que han surgido de este encuentro y que el gobierno tendría que tomar en cuenta?

FM: Lo primero que exigen las mujeres es que no se les dé el trato de narcotraficantes, igual que a la mayoría de esa población que es estigmatizada por ser narcotraficante, por vivir en estos territorios, que viven de los cultivos de coca. Eso abre una puerta importante para resolver todo, para resolver la sustitución de los cultivos de coca, para resolver las mujeres que están en las cárceles por un gramo, dos gramos, en Ecuador llevan más de quince años. Creo que ese es uno de los puntos importantes que deben ser considerados. Otro de los puntos que demandan las mujeres es la participación, las mujeres quieren tener parte en todos los espacios y en la toma de decisiones municipales, departamentales, con seguridad, formación y recursos económicos. Y también ellas quieren que se fortalezcan todas las organizaciones de base y apoyar a las organizaciones de mujeres de otros departamentos para la transferencia de herramientas, incidencia en política acorde con lo establecido en el punto 2 del acuerdo.

NS: Otro punto importante es el derecho a la tierra y el territorio, la titulación de la tierra para las mujeres es estratégico para nosotras en el territorio. Pero sobre todo defendernos, además de la coca, tenemos amenazas de las multinacionales. Las petroleras tienen el 80 % de estos territorios y hay un problema gravísimo con la titulación de las tierras frente a las petroleras. Es una de las complicaciones que quedaron aquí, tú no puedes tener un programa de sustitución de cultivos de coca legal si tú no tienes propiedad. No puedes acceder al crédito.

FM: Ellas también dicen que deben tener en cuenta a todas las mujeres vinculadas a la economía de la hoja de la coca, por ejemplo, las recolectoras, las transformadoras, las cultivadoras, las portadoras y vendedoras, con proyectos productivos agropecuarios. Para sustitución de la coca, pero de una manera con proceso, que de una vez vienen a arrebatar y quitarles todas sus fincas, dejarlas en la miseria, sin darles ninguna solución. Entonces, nosotras exigimos eso para las mujeres cocaleras, que se las ayude con proyectos productivos.

NS: Y algo estructural, que las fumigaciones no vuelvan. Putumayo fue el centro del Plan Colombia, que fue la guerra contra las drogas ideada por Estados Unidos aquí. Y se basó en las fumigaciones indiscriminadas. Fumigaciones a los cultivos de coca, supuestamente, pero que afectaron los cultivos legales, el medio ambiente, dañaron y causaron muchas enfermedades a mujeres, niños y abuelitos. Y esto es una exigencia, no más fumigaciones, es el único país en el mundo que aceptó fumigaciones, que fumigan a su población con químicos realmente dañinos. Y la erradicación manual que sea concertada, paralela a proyectos productivos.

FM: Finalmente, las mujeres manifiestan que ellas aceptaban la sustitución de cultivos, siempre y cuando ellas hayan participado de manera efectiva y sus demandas hayan sido incluidas, el Estado haya hecho efectivos los compromisos que adquieran con las firmas de los acuerdos.

NS: Y que esos proyectos productivos sean de forma gradual, en todo sentido. Porque son 30 años, 40 años de vida en esta cultura y en esta economía. El gobierno no puede tratar de implementar un proyecto en dos meses o en un mes cambiar una economía que tienen todos los links que actores armados y narcotraficantes. Eso es gradual, ellas necesitan para sustituir un cultivo de coca, tienen que tener un cultivo paralelo que pueda sostenerlos y, paralelamente, ir gradualmente sustituyendo. Esa es una idea que el gobierno no ha podido entender, no ha podido tramitar esta propuesta de las mujeres y de los campesinos.

El gobierno lleva años sin escuchar las voces de la base social, pero ahora, además del gobierno, aparece un nuevo interlocutor que son las FARC, las Voces de Paz que están en el Parlamento, hay un nuevo actor político. ¿Qué relación tienen con este grupo político y si ellos pueden ser unos buenos transmisores de todas estas necesidades de la población femenina del Putumayo?

NS: Las mujeres lucharon increíblemente por los acuerdos de paz, con todos sus esfuerzos. Creemos en la paz, pero también estamos en aquella posición de que las FARC cometieron muchos crímenes aquí contra las mujeres, como lo hace el Estado y los militares. Ahí hay una posición de las mujeres muy crítica, pero bienvenida la paz y hay procesos de reconciliación con ellos, tanto con las FARC, como con los militares y los paramilitares. Frente a lo de los cultivos de coca y estas propuestas, ellos van a tener un papel importante en la erradicación de cultivos de coca, un papel fundamental. Nosotras consideramos que ellos podrían facilitar la erradicación en este departamento, porque ellos tuvieron un rol importante no solo en la promoción del cultivo, sino también en el cuido de los cultivos y en la venta y compra de la pasta básica. Entonces, van a ser un actor fundamental para que cambiemos esta economía.

Nosotras, sin embargo, nos sentimos aisladas, porque no hay ninguna perspectiva de género en esas propuestas. Solamente formal de mencionarnos, entonces nosotras queremos aterrizar esas propuestas con políticas y que se vuelvan estrategias de acción que favorezcan a las mujeres campesinas, que además de víctimas, han soportado las fumigaciones, la violencia sexual de los actores armados y tuvieron que sobrevivir con pequeños proyectos de gallinas, pimientas, de lo que sea para darle de comer a sus hijos. Y aquí se construyó este departamento por las mujeres y sobrevivió el tejido social por las mujeres y esa es la lucha en la que estamos.

Me parecen valiosísimos los testimonios y poder abordar el tema de la paz en Colombia, bien distinto que si Santos dijo esto o si Santos dijo lo otro.

Blanca Diego: Desde hace semanas vienen dándose reuniones en distintos departamentos cocaleros del país donde participa el gobierno central, las FARC y los respectivos movimientos o asociaciones que agrupan a hombres y mujeres que se ocupan del cultivo de la coca. Las posiciones son encontradas, hay dificultades para avanzar, entre otras cosas, porque mientras el gobierno se sienta en algunas mesas departamentales, por otro lado se contrata, incluso a civiles para hacer la erradicación manual. Santos ya dijo que iba a continuar con esta erradicación de forma paralela a los proyectos que ofrecen a las comunidades, pero las comunidades no están dispuestas a que esta erradicación sea sin su consentimiento. Si no incluyen a las mujeres en todos los acuerdos departamentales, van a fracasar y creo que esa es una de las conclusiones del encuentro de la semana pasada en Puerto Asís.