Por La Garganta Poderosa
Nosotros, maestros y maestras villeras, somos quienes enseñamos y aprendemos las teorías que no han podido llegar hasta los libros, porque sus pasillos estaban inundados, porque sus cloacas se pusieron a vomitar o porque la Policía perdió una bala, otra vez en el mismo lugar. Marginados sin margen, peligrosos en peligro, voluntarios involuntarios y cursos domadores de discursos dominantes, paramos para que no pare la educación para la liberación, en estos barrios de precariedad y saberes enterrados, donde la comunidad tiene un título que dice “Carenciados”.
Pobrecitos, los que ven pobrecitos,
porque tienen los ojos cerrados.
Nosotras, maestras y maestros villeros, somos quienes estudiamos día a día nuestras miserias, copiando a los que nunca pudieron escribir, recitando a los acallados, acallando a los recitados, conociendo las problemáticas, problematizando el conocimiento, formando a nuestros estudiantes, estudiando nuestra formación, abrazándonos con sus familias, familiarizándonos con sus abrazos y sintiendo, en guiso propio, esas secuelas que niegan los dueños de las verdades: las escuelas construyen sueños y realidades.
¿O de verdad les parece raro, que la hipocresía nos cansó?
El ministro está de paro, desde el día que asumió.
Y cuando los funcionarios no hacen la tarea, restan días y semanas de clases impunemente, amparados por el silencio cómplice de los medios que nunca vienen a filmar cuántos pares de zapatillas deben comprar los padres que todas las mañanas atraviesan un arroyo de agua podrida, ni cuántas horas de voluntarismo tienen encima esas «pirañas» que andan alfabetizando a sus abuelos, en guaraní. No abren, despiden. ¿Y quién compra los útiles? No crecen, aumentan. ¿Y quién paga el alquiler? No dialogan, agreden. ¿Y quién banca la mano dura, que subejecuta la infraestructura?
No se trata de otra evaluación PISA, se trata de hechos.
¡La educación garantiza derechos!
Y entonces, sí, gritamos.
Y entonces, sí, marchamos.
Y entonces, sí, paramos.
Porque la «integración urbana» ya tiene telarañas, pero sigue siendo falsa promesa de campaña.
Porque sobran recortes y prensa amarilla, pero faltan medios de transporte para la villa.
Porque «la educación es prioritaria», pero no tenemos centros de atención sanitaria.
Porque manda la arrogancia de los funcionarios, pero no mandan una ambulancia a nuestros barrios.
Porque unos pagan el precio de los parlantes. Y nosotros, el desprecio de los gobernantes.
Porque el alumbrado y las cloacas en pésimas condiciones, siguen dando cátedra de incendios e inundaciones.
Porque rechazamos el arte de clausurar la dignidad, cerrando programas como Conectar Igualdad.
Porque la violencia de género «es preocupación central», pero no cumplen la Ley de Educación Sexual Integral.
Porque el Estado debe cuidarnos, no estigmatizarnos, amedrentarnos y violentarnos.
Porque todavía no quieren entender, que con la panza vacía no se puede aprender.
Porque pagan las vendas de todos los canales, pero no pagan un plan de viviendas sociales.
Porque ninguna norma se vota para que la cumplan «un poco». Y la Ley de Paritarias, tampoco.
Porque ponen una millonada en diarios obedientes, pero no les queda nada para salarios docentes.
Porque la huelga es y seguirá siendo un derecho, que acá nos ganamos poniendo el pecho.
Porque nos educa la solidaridad con los otros y porque sus familias están con nosotros.
Porque marchar expone más los saberes menos calificados: nunca jamás permitan ser humillados.
Porque luchando con sus docentes cada día, los niños, niñas y adolescentes ejercen ciudadanía.
Porque nos resistimos a la noticia de la normalidad, aplastando a la injusticia y la desigualdad.
Porque defendemos la educación pública, gratuita y de calidad, para toda nuestra gente.
Y porque Carlos Fuentealba, hoy también, está presente.