Por Diego Andrés Pérez
¿Qué implica hablar de política en estos tiempos? ¿Los discursos políticos solo deben hablar de política? ¿Cómo entender los alcances de la política más allá de medidas macroeconómicas y cortes de impuestos?
Inicio con estas tres interrogantes porque la política o más bien el ser político, encarnado en los diversos representantes y movimientos para los comicios presidenciales, parecen abordar este tema desde su acepción más tranquilizadora: la satisfacción de una necesidad (casi siempre de carácter económica.
El significado con el que hemos dotado a la política está estrechamente involucrada con actividades de sobrevivencia- y solvencia – que garanticen una vida digna en los ciudadanos. Lo cual es indispensable, pero no por eso suficiente.
Pareciera que los derechos de los ecuatorianos deben normarse por las normas y reglas del capital, de la expansión y el crecimiento monetario, pero, ¿alguien se pregunta del cotidiano? No solo de la sociedad, sino de nuestros propios representantes y de su proximidad, mediante el lenguaje discursivo, a la realidad social. Esto es, fundamentalmente y a mi criterio, lo preocupante.
Si uno analiza meticulosamente intervenciones de los diversos candidatos a las elecciones presidenciales Ecuador 2017 encontrará, desde luego, propuesta y obra- condiciones para la aceptación- sin embargo quedarse con esa parte del discurso es incompleto.
Dentro de toda la maraña discursiva, existen afecciones muy comprometidas desde el uso de la palabra, reproduciendo actitudes y emitiendo declaraciones en contra de sus propios electores en temas de género y machismo. Perennizando así una mirada patriarcal y violenta situada ahora en los debates de la política ecuatoriana.
Más allá de esta afirmación, el problema ahonda cuando ni políticos ni ciudadanos reaccionan frente a este problema, es que todo se naturalizó… Por eso he considerado pertinente juntar unas cuantas declaraciones de políticos ecuatorianos realizadas en diversos medios ejemplificando este fenómeno.
En un programa de televisión, Guillermo Lasso, candidato de CREO dijo:
“A todas las amas de casa les digo, en nuestro gobierno vamos a respetar la libre opción de cocinar en cocina de gas o cocina de inducción. Ustedes van a decidir»
Evidenciamos la naturalidad de sus palabras para asumir el hecho de que mujer está ligada a las labores de la cocina de manera obvia. El debate estrictamente político se resume a si lo hace en cocina de inducción o de gas, pero nunca se cuestiona cuál es el rol de mujer en la sociedad, ni mucho se piensa la política en otras instancias como el empoderamiento de las mismas para decidir su realidad.
Gabriela Pazmiño, esposa del candidato Dalo Bucaram, sentencia que:
«Yo antes me esmeraba así para cocinar cuando éramos novios para que vea que yo tenía buena sazón, que vea que yo era buena, bonita y barata»
Lo dice valientemente, sin ninguna objeción en cuanto a su labor como ama de casa, pero, ¿acaso el rol de una mujer es satisfacer a un hombre… y para ello necesariamente debe tener una buena sazón, y sobre todo, ser buena bonita y barata?
Otro personaje político, cuya influencia sigue vigente es Jaime Nebot quien dijo: “Bueno, en las casas siempre deben mandar las mujeres y en la mía también»
Resulta especial que justamente es una mujer la que representa ideales políticos en estas elecciones, en consecuencia queda la duda planteada respecto a quién manda a quién.
Más allá del tono –penosamente- jocoso con el que seguramente se emitieron estas palabras, declarar de esta manera ahonda aún más más las diputas de género tan comentadas en la actualidad, en aras de una separación cada más amplia y violenta entre hombres y mujeres.
Así mismo Rafael Correa, actual presiente del Ecuador, no tardó en declarar que:
“Me van a decir conservador por creer en la familia. Bueno, creo en la familia y creo que estas ideologías de género, estas novelerías, destruyen la familia convencional que sigue siendo, yo creo que seguirá siendo y felizmente seguirá siendo la base de nuestra sociedad”
Revitalizar el concepto de familia debería uno de las principales prioridades de los políticos ecuatorianos, sin embargo este no el caso, ya que según el Primer Mandatario la familia no se la puede imaginar sino en su estado tradicional, juzgando e invalidando cualquier otro tipo de familia, de unión o relacionamiento catalogándolo de un acto “novelero” o “de moda”
Es así como la política ecuatoriana vuelve a presenciarse en estos comicios, quizá con nuevas versiones y variantes en cuanto a representantes y propuestas, pero manteniendo la misma línea discursiva lejana y poco interesada en temas de derechos, equidad y consenso.
Todavía se busca aquella verdad universal, determinista, que siga coartando el libre pronunciamiento de sus soberanos. Limitando, además, otros posibles significados de política ligada únicamente al terreno de la batalla electoral, sin ser un verdadero manto protector de quienes la hacen posible y la alimentan.
Parece que la concepción actual de política cada vez toma una mayor dimensión material, en cuanto a la satisfacción de recursos y protección de bienes, volviendo a los ciudadanos cada vez entes desconfiados y despreocupados de su prójimo.
Éste debería ser un término inconcluso, en constante reconstrucción, por que al momento de creerse definitivo y general cierra la posibilidad de gestionar y empoderar a todos los seres humanos, coartando su derecho a ser incluidos y visibilizados.