Por Ana Gabriela Molina
El pasado 29 de enero del 2017, un grupo de mujeres sentadas en pequeños círculos se tomó el tradicional Parque del Arbolito, un lugar céntrico y concurrido en Quito, Ecuador. Se conocían por redes, comparten en común, la violencia que han vivido. Una de sus integrantes cuenta “decidimos abrir esta convocatoria para darnos el espacio de conversar, de vernos el rostro de saber que somos varias, y sacar estas cosas fuera de los espacios virtuales a los espacios públicos. Desde la campaña “Mi primer acoso, no callamos más”, varias mujeres del país han compartido la forma en que han sido violentadas.
Según Verónica Vera, integrante del grupo organizador, busca que las mujeres cuenten sus historias de acoso. “Las historias se han difundido por redes en varios países latinoamericanos y muestran que las cifras alarmantes sobre femicidio y violencia en muchos países, tienen rostro”.
Para ella, esta campaña ha permitido hacer pública esta problemática, es decir, sacarlo del ámbito privado, invitar a las mujeres a no callar sobre las violencias sufridas. En el país seis de cada diez mujeres han vivido algún tipo de violencia.
Según relata Verónica, la propuesta comenzó por Facebook como un grupo secreto para organizarse y terminó siendo un espacio en el que las mujeres contaban sus historias y recibían el apoyo de otras. “En este grupo estuvimos 26.000 mujeres.”
Por ello decidieron abrir una fan page que cuenta actualmente con 7.000 seguidoras actualmente. A pesar de sufrir un cierre temporal por contenido sexual explícito esperan reabrir de la cuenta y continuar visibilizando el problema.
Los testimonios de “No callamos más” tiene nombre. Solo contiene la edad y la forma en que esa niña, mujer o adolescente fue violentada. Al momento circula la historia de una niña que fue violada a sus cuatro años en una colonia vacacional. Afirman una inoperancia de la ley, porque el agresor tiene una pena muy corta.
Con una bandera de color rosa colgada en lo alto del monumento cercano a la convocatoria, mujeres de diversas edades reflexionan y comparten sus historias. Verónica afirma que el taller también las motiva a pensar este problema como un problema social“que les compete a todas y todos”. Para ella, el modo de volverlo un tema de interés nacional es hablar con familiares, amigos más cercanos y, sobre todo, “no quedarnos calladas”.