Todo indica que la fiebre de incendios que ha estado azotando a Chile, estaría amainando, gracias tanto a los miles de voluntarios como a la colaboración nacional e internacional. Esta última muy significativa, además de encerrar todo un simbolismo que USA y Rusia se encuentren representados con dos aviones de características tan diferenciados y especiales.
La cantidad de incendios en esta época de cada año, al igual que la superficie, y la cantidad de damnificados, aumentan año a año, tendencia que proseguirá inevitablemente si no reaccionamos, si no hacemos nada, si superado “el percance” damos vuelta la página hasta el próximo año. Sería el clásico caso de un país conducido por una agenda concentrada en lo urgente, sin abocarse a lo importante. Incapaces de prevenir, nos pasamos de urgencia en urgencia, tapando hoyos.
Tenemos que dar por hecho que el clima ha cambiado, que los veranos son cada vez más calurosos, que las abundantes y eternas nieves de nuestra majestuosa cordillera, que eran nuestra gran reserva, ya no son tan abundantes ni tan eternas, y por lo tanto aumentan las posibilidades que se incendien nuestras praderas y bosques.
Sobre esa realidad no podemos hacer nada, pero sí podemos actuar para que nuestras praderas y bosques no se incendien tan fácilmente, y para ser más eficaces y eficientes cuando se incendien actuando sobre la gestión de ellos. Esto implica revisar nuestras leyes, normas y comportamientos sobre la materia.
¿Tiene sentido que nuestro cuerpo de bomberos siga siendo voluntario? Si bien nos enorgullece su comportamiento, su sacrificio, su ejemplo, acá estamos frente a una realidad que demanda algo más que voluntarismo y solidaridad: se requiere profesionalismo, recursos tecnológicos y capacidad de manejo. Postulo la necesidad de profesionalizar la función bomberil y transformarla en una actividad rentada.
Lo ocurrido da como para pensar en tener más y mejores aviones para combatir incendios, o en reconvertir los aviones de guerra que tenemos y que por más de un siglo no han entrado en acciones de guerra, excepto para bombardear el palacio de gobierno.
¿Tiene sentido que no tengamos un capacidad mínima de acción por la vía aérea sabiendo que muchas áreas donde se encuentran nuestros bosques son de difícil acceso? Resulta un tanto grotesco observar como vecinos desesperados procuraban salvar sus modestas pertenencias apoyándose con lo que tenían a mano. Tercermundismo puro y duro. Postulo la necesidad de disponer de medios aéreos para combatir incendios en cantidad y calidad proporcional a la superficie en riesgo y las características de nuestros incendios.
No he tocado el tema de los pirómanos, que es otro punto sobre el que no se me ocurre qué hacer salvo el de generar conciencia por la vía educacional, pero esto último solo serviría para reducir los incendios provocados por negligencias. Me cuesta creer que estemos ante una suerte de banda pirómanos concertados para actuar. Postulo la necesidad de incorporar desde la educación básica, en las asignaturas que correspondan, temáticas asociadas a la prevención, los incendios –sus características, causas y consecuencias-.
A lo expuesto habría que agregar la necesidad de modificar sustantivamente la política forestal imperante, privilegiando el cultivo de especies no tan proclives a inflamarse aunque no sean de tan rápido crecimiento, además de regular las localizaciones y tamaños de los paños de árboles tan altamente combustibles como son los eucaliptos y pinos.
Mientras no cambiemos este enfoque difícilmente saldremos del subdesarrollo. Quizá una de sus características sea justamente esta, la de no tener tiempo para abordar lo importante por estar sumergidos en resolver urgencias.
Así nos la hemos pasado en lo que concierne a la reforma educacional, la reforma de la salud, la reforma previsional, la reforma tributaria, la reforma laboral. Resultado: al final terminamos siendo un país a medias, con el desarrollo a la vista, inalcanzable para los más.