Por Valeria Martinsjan | Blogueiras Negras
Saliendo de una de las reuniones de un colectivo que integro, comencé a contarle a una amiga cómo el 2016 había sido desastroso para nosotros, pero que aún así podía ver una serie de cosas fantásticas que me habían sucedido a mí y a mi gente cercana. Pequeñas cosas que años atrás no habría notado porque no eran parte de las metas que me había puesto en diciembre de 2015. Entonces esa amiga me contó sobre el “juego del contento” y cuando le dije que desconocía la expresión me preguntó con cierto espanto: “¿nunca leíste Pollyana¹?»
El “juego del contento” es mirar siempre el lado bueno de las cosas. Es ver el vaso medio lleno. Es entender que por más difíciles que parezcan algunas situaciones, todavía es posible aprender alguna cosa con ellas. Es pararse a reconocer la flor que nace en el basurero, como canta (el grupo de rap) Racionais.
Lógicamente también conversamos sobre los pro y los contra de ver siempre el lado bueno de las cosas. No se puede obviar el romanticismo que existe en el discurso, porque conocemos la realidad de las mujeres en el país –nuestra realidad–, que es la de caer en la relativización de las situaciones opresivas, de los abusos, siempre en nombre de un vaso medio lleno.
Estamos acostumbradas a esperar siempre lo peor de las cosas, y eso no es culpa nuestra. El vaso para nosotras se muestra medio vacío desde el momento en que nos reconocemos en tanto mujeres negras. Y librarse de un hábito, por peor que éste sea, nunca fue ni será fácil. Fuimos acostumbradas a ver el vacío, descreer de la esperanza y de que somos merecedoras de la felicidad, y vamos reproduciendo el sentimiento hasta que alguna de nosotras se da cuenta y dice no. Este año conocí a muchas mujeres que dijeron no y entendieron que la felicidad cabe en sus cuerpos a punto de desbordarlos.
Cuando pasamos a comprender nuestra realidad, a comprendernos en cuanto sujetas autónomas y capaces de escribir nuestra propia historia, decimos no al vaso medio vacío. La tarea no e fácil. Pasa por el coraje de enfrentar los miedos que cargamos desde la infancia, pasa por el dolor de entender cómo el racismo, el machismo, el clasismo y la lgbtfobia nos imponen límites, pasa por la tristeza de renunciar a situaciones y personas que hasta entonces creíamos que nos hacían bien, por el dolor de conocernos, mirarnos a nosotras mismas, pensarnos: cuerpo, mente y corazón. Ser negra es pensar el cuerpo negro que hasta entonces sólo nos traía dolor y negación. No es fácil y por eso no lo hacemos.
Mirar el vaso medio lleno pasa por el descubrimiento del amor, el amor interior como bell hooks² lo llama. Es ella también quien nos ayuda a ver cómo la capacidad de enmascarar lo que sentimos es reconocido como sinónimo de fuerza. ¿Y cuántas de nosotras no se escondieron detrás de la frialdad para fingir que no le importa, para no ser acusada de sensible, como si ser sensible fuera la peor de las cualidades que alguien pudiera tener? En realidad, esta es otra de las cualidades que nos fue negada. No podíamos ser sensibles o, si lo fuéramos, no sobreviviríamos.
Pero aquí estamos, sobrevivimos como pudimos y sabemos, más que nadie, que nuestra existencia por sí sola es una victoria. Entonces que cada conquista, aunque no estuviera en las metas del año, sea celebrada como una gran victoria. Por menor que digan que es, celébrala.
Este texto es una tentativa de que nos acordemos de lo bueno que nos sucedió a pesar de los pesares durante este año. Y para que nos demos cuenta de que en medio de la crisis y a los golpes, todavía somos capaces de sentir felicidad y dignas de ella como cualquier otra persona.
Que (este) año el amor interior sea nuestra mayor meta, nuestro objetivo. Que esté lleno de pequeñas felicidades y que comencemos a verlas, a reconocerlas. Entendernos dignas de amor y de felicidad no tiene precio.
¹ Novela de Eleanor Porter cuya protagonista aprende a través de un juego, a buscar siempre el lado bueno de las cosas.
² Autora, feminista y activista social estadounidense.