Son días difíciles los que viven los activistas de la organización Tupac Amaru. A un año de la detención de la líder Milagro Sala las actividades de la sede central de San Salvador de Jujuy están casi totalmente paradas.
En la sede central hay diversas estructuras y varios servicios. Además del museo de pueblos indígenas ubicado en el ingreso, existen áreas recreativas, pabellones en los que se desarrollan actividades culturales y artísticas y también algunas estructuras deportivas (canchas de básquet, pelota a paleta, voleibol, futbol y natación). Asimismo otras están dedicadas a ofrecer servicios de salud, con una farmacia y varios consultorios ambulatorios (radiología, tomografía, análisis de laboratorio, dentista, ginecólogo, etc.).
Hay también una radio y un área de impresiones gráficas, así como las oficinas que se ocupan de los derechos humanos, del recibimiento de inmigrantes y de asistencia a los ancianos, de asistencia jurídico-fiscal y social. Hay además una biblioteca y varios otros espacios de recepción y asamblearios.
Hoy, al recorrer el imponente edificio todo se ve quieto, vacío. Se encuentran poquísimas personas, mientras que se puede imaginar fácilmente el gran flujo de beneficiarios que lo frecuentaba sólo pocos meces atrás. Por el corredor y por las salas las sillas están apiladas en las esquinas, los colchones puestos uno sobre otro y muchos otros objetos acomodados en los cuartos y salones más grandes.
En resumen, hay un aire de desmovilización, y si no fuese por alguna actividad matutina o por el ruido hecho por los chicos que todavía van a la sede a jugar al vóley o a darse una zambullida en la piscina, se diría que aquí el vivir se apaga gradualmente.
Pocos muy fieles a Milagro continúan ocupándose de manera voluntaria del mantenimiento y del funcionamiento mínimo de toda la estructura. Nos dicen que creen aún en un nuevo inicio, en una mayor solidaridad y en el regreso de aquellos otros militantes que se han alejado por temor a perder lo que habían conquistado gracias a la obra de Sala.
Los períodos de entusiasmo y de euforia parecen necesariamente terminados. Según nos dicen diversos testimonios, esto es válido no solo para la sede central, sino también para las diferentes actividades del barrio Alto Comedero, donde en los tiempos de la Tupac Amaru, conducida de manera previsora por Sala, alcanzó a realizarse el milagro de dar vida a la vida de los perjudicados y de los marginados sociales.
Milagro y sus compañeros han conseguido construir viviendas, dar trabajo e ingresos a la gente, ocuparse de la alimentación de los niños, crearon servicios de salud, educación y cultura y pusieron en marcha numerosas actividades recreativas y deportivas.
Dar dignidad a los marginados y los menos afortunados, a los necesitados y los excluidos. Esta es la consigna llevada adelante por Milagro que, gracias a un indiscutible liderazgo y su inagotable fuerza humana y espiritual, consiguió materializarla, transformarla en cosas concretas y reales.
De aquel sabor de victoria y redención hoy quedan las innumerables obras realizadas. Permanece el recuerdo y la esperanza de pocos activistas y también –cosa que no es indiferente-, el credo de la misma Milagro. Si bien ella está detrás de las rejas de una cárcel, continúa nutriéndose de otras ideas y proyectos, mientras se muestra cercana a todos aquellos que continuamente la visitan en su encierro.
Hay, de todos modos, un fuerte sentido de soledad, es innegable. Está la soledad esperanzada de Raúl Noro y de tantos otros compañeros de viaje. Está el sufrimiento del abandono, y sobre todo el dolor de la destrucción.
La destrucción que parece ser la única consigna del poder establecido. Sembrar temor, desmembrar la unión, dispersar las fuerzas y las esperanzas de los militantes, aterrorizarlos, amenazarlos, realizar decenas de persecuciones nocturnas en las casas de los activistas, perseguirlos de un modo u otro.
No, no hablamos de la Argentina de los años de la dictadura, no. No nos estamos equivocando. Los testimonios recogidos en estos días en diversos frentes lo certifican y confirman que se está actuando de forma vergonzosa desde lógicas que todos esperaban hubiesen quedado sepultadas. Son estas las tácticas sucias puestas en acción por el Gobernador de Jujuy, Gerardo Morales.
Hasta el “Nunca más” es un recuerdo en este momento histórico, en especial para las personas que han vivido sobre sus propias espaldas aquellas épocas durísimas y que pensaban haberlas archivado para siempre.
Es cierto, no estamos en los años oscuros de secuestros, desapariciones y homicidios, pero es violencia, agresión, intimidación, manejados de una manera más sutil y diferente para controlar, intimidar, para destruir.
Hay conmoción e incredulidad. Una vez apresada Milagro Sala, de modo totalmente ilegal y arbitrario y montando un escandaloso lío entre el poder político-económico y el poder judicial, la planificación de la violencia en Jujuy continúa, de hecho, con las operaciones de desacreditación y de abuso, con la criminalización de la rebelión y la agresión a cualquier forma de pensamiento diferente a aquel establecido por el sistema imperante,
Todo esto está siendo denunciado por los representantes de algunas asociaciones de derechos humanos, como nos lo cuentan con los ojos húmedos personas de la Asociación Madres y Familiares de detenidos-desaparecidos.
Todo esto crea miedo, descorazonamiento y desaliento.
En la gente entra la lógica del silencio, de aquel silencio que hace mal porque margina a quien ha luchado por los derechos humanos y por la justicia social apoyándose en la solidaridad y la sumatoria de fuerzas.
Tiempo al tiempo y quizás, pasado el ciclón de la injusticia y la política de la criminalización, la violencia no resulte finalmente indigesta y estéril a las masas que deberán antes o después anteponer el coraje al temor.
Quién sabe si la emancipación social, la concientización del sentido del bien común y de la dignidad de la persona no sean con el tiempo las direcciones obligatorias a nivel mundial, para la definitiva construcción de modelos sociales alternativos a aquellos preexistentes; nuevos paradigmas en los cuales una equitativa gestión de la cosa pública se acople a la humanización de la sociedad.
Es por ello que las historias de Milagro Sala y de la Tupac Amaru representan, ya, un antecedente importante, el de un modelo social solidario y espiritual para apoyar, para exportar e internacionalizar.