Por Julia Mente/Vaidape/Traducción de Pressenza
Con el avance del desmonte en diferentes regiones del Brasil, sorprende saber que la Amazonia llegó al siglo XXI con la mayor parte de su territorio preservado. Gran parte de esa conquista se debe a la presencia de los pueblos indígenas y tradicionales de la región.
En diez días de convivencia con los Munduruku en la aldea Sawré Muybu, en el Bajo Tapajós, la mirada recortada por la cámara fotográfica me hizo comprender la singularidad de ese lugar y la necesidad de preservarlo. En pocos días fue posible aprender la conexión que ellos mantenían con la tierra y el río. El conocimiento sobre el propio territorio era universal, de los más jóvenes a los más viejos: conocían cada curva del río, riacho, animal, sus lugares de pesca, de siembra, de cosecha de hormigas “saúvas”. Sus mitos, cuentos y toda la cosmogonía milenaria de la cultura Munduruku sólo tienen sentido por la existencia de ellos en ese lugar.
Los niños crecen con una libertad que nosotros, citadinos, desconocemos. Suben a todos los árboles, conocen todos los frutales, juegan y utilizan la imaginación para divertirse con cosas inimaginables. Ellos cuidan de sí mismos naturalmente, sin padres o adultos cerca. Éstos, ocupados en otros quehaceres, siempre hablan de sus hijos cuando resaltan la importancia de la lucha por la demarcación de sus tierras. Es en esas conversaciones y en sus cartas, donde se entiende la lucha diaria, el desafío que es para ellos garantizar su modo de vida, su tierra y el futuro de sus hijos frente a tantas amenazas. La convivencia con los Munduruku nos enseña sobre aspectos de nosotros mismos que fuimos perdiendo o desestimando en nuestra rutina urbana y caótica.
En estos pequeños registros se pretende dejar testimonio de una historia de lucha y preservación.
La Amazonia Legal está habitada actualmente por más de 173 etnias indígenas diferentes, con una población aproximada de 300.000 personas según el informe 2009 del Instituto Socioambiental (ISA). El aumento en los niveles de desmonte y los proyectos de grandes complejos hidroeléctricos para el bioma, representan grandes amenazas a la existencia de estas poblaciones y a la preservación de sus territorios y modos de vida. Para frenar los impactos del modelo de desarrollo que se está instalando en la región, la lucha de estos pueblos pasa también por el reconocimiento de sus variadas culturas tradicionales, algo que durante mucho tiempo ha sido ignorado en el Brasil. Recién en 1988, con el apoyo de la sociedad civil, los derechos de los pueblos indígenas fueron garantizados en la Constitución Nacional.
Más de veinte años después, muchos pueblos todavía encuentran impedimentos en los procesos de demarcación y protección de sus territorios tradicionales. Los impactos de grandes obras en la Amazonia, por ejemplo, afectan directamente el territorio y la cultura de las poblaciones indígenas, como se vio en el caso de Belo Monte. A pesar de eso, el gobierno parece seguir apostando ciegamente a ese modelo de desarrollo energético, ignorando los impactos causados a estas poblaciones.
Las amenazas al Río Tapajós
Esta lucha es parte del día a día del pueblo Munduruku desde hace generaciones. A las márgenes del Río Tapajós –que en su lengua originaria significa “Río de la vida”– su territorio ancestral alberga diversas aldeas y una inestimable biodiversidad. Hoy son más de 13.000 mujeres y hombres. Uno de sus territorios, la Tierra Indígena Sawré Muybu, en el oeste (del estado) de Pará, es un lugar conservado por ellos hace siglos, haciendo posible su sobrevivencia física y cultural hasta hoy.
En abril de 2016 la FUNAI¹ publicó un informe reconociendo el territorio de los Munduruku y dando continuidad al proceso de demarcación que se inició hace más de diez años. Hasta entonces el proceso estaba paralizado, sobre todo por los intereses del gobierno en la instalación de un complejo hidroeléctrico en el Río Tapajós. Los proyectos incluyen la implementación de por lo menos 40 represas en su cuenca. La mayor de ellas, la hidroeléctrica São Luiz do Tapajós, inundaría gran parte de la Tierra Indígena Sawré Muybu y forzaría la remoción de tres aldeas de los Munduruku.
Alrededor del Tapajós existen 19 Tierras Indígenas y 10 áreas de conservación, todas amenazadas por el proyecto. Una obra del porte de una central hidroeléctrica alteraría el ciclo normal de flujo y reflujo del río, comprometiendo el equilibrio y la vida animal a su alrededor. La pesca también se vería directamente afectada, y con eso uno de los principales medios de subsistencia de los pueblos y comunidades de la región.
Toda la cultura indígena Munduruku está directamente relacionada con el territorio que ocupan. Sus creencias, historias y lugares sagrados, transmitidos de generación en generación, se extienden por toda la tierra indígena. El traslado forzado de este pueblo sería una de las mayores violaciones a sus derechos, violando la Constitución Federal que impide la remoción de los pueblos indígenas de sus tierras tradicionales. No sorprende que los estudios de impacto ambiental encargados por las empresas postulantes a la obra, hayan sido duramente criticados en informe de Greenpeace por ignorar y minimizar el componente indígena.
Victoria de los Munduruku
Aunque enfrentados a todas esas amenazas, los Munduruku reafirman su fuerza, unión y capacidad de organización política. Conocidos históricamente como un pueblo guerrero, durante muchos años consiguieron proteger sus tierras de las más diversas amenazas –traídas primero por la colonización y la extracción de caucho, después por la explotación maderera y el garimpo². En los últimos 30 años, se sumaron a esas amenazas los proyectos del gobierno para represar el río Tapajós.
En agosto de 2016, el proyecto de la Hidroeléctrica São Luiz do Tapajós fue archivado por el Ibama³. Con esta victoria, la lucha de los Munduruku se fortalece para enfrentar las próximas batallas, ya que existen otras 42 hidroeléctricas planeadas para la cuenca. Frente a los diversos retrocesos del gobierno y el avance de las presiones del sector productivo, ellos mantienen su resistencia y siguen luchando por sus derechos.
El 29 de noviembre (pasado) las lideranzas Munduruku viajaron a Brasilia para realizar una protesta frente al Palacio de Justicia. Más de 80 indígenas estuvieron presentes para reclamar la demarcación de la Tierra Indígena Sawré Muybu. Los manifestantes clavaron 180 flechas en el lugar para representar el plazo –ya expirado– que el Ministerio de Justicia tenía para declarar o no la demarcación.
Cansados de esperar por las acciones del gobierno y como forma de proteger su territorio de la invasión de madereros, usurpadores de sus tierras y buscadores de oro y piedras preciosas, los Munduruku hicieron en 2014 la autodemarcación de su territorio, poniendo carteles en todo los límites de las 178.000 hectáreas del área que ocupan históricamente.
Las Tierras Indígenas son esenciales para garantizar el modo de vida de los pueblos originarios y permitirles vivir libres de amenazas externas, especialmente las que trae la explotación comercial de la Amazonia. El derecho a estos lugares asegura la reproducción física y cultural de esos pueblos, siendo una de las principales herramientas legales de protección. Según los datos del Consejo Indigenista Misionario (CIMI) divulgados en 2015, existen 63 tierras indígenas esperando la homologación por la presidencia de la República, 47 esperando la declaración del Ministerio de Justicia (como los Munduruku) y otras 175 esperando la publicación del informe de la FUNAI.
¹Fundación Nacional del Indio
²Excavaciones en busca de oro o piedras preciosas.
³Instituto Brasileiro do Meio Ambiente e dos Recursos Naturais