El Hussein más poderoso de la historia, después de Hussein Ibn Ali, el nieto del profeta del Islam, traspasa el mando de la superpotencia a un “cristiano presbiterano dominical” que presume de ser anti musulmán. El nerviosismo entre los tres millones de musulmanes de EEUU, así como de otros 1.200 millones esparcidos por todo el mundo, es evidente. Pero, ¡tranquilos! En EEUU la política interna y exterior del “sistema” es independiente de la inteligencia emocional y del coeficiente intelectual de sus presidentes.
¿No fue durante la presidencia de Jimmy Carter, en 1978, cuando se creó a los monstruosos yihadistas afganos y Al Qaeda en el estratégico corazón de Asia Central para destruir a las fuerzas progresistas de la región y acorralar a la URSS? También fue “el sistema” quien en el mismo año elevó en el Vaticano al polaco Karol Wojtyla, un fundamentalista de derecha católica para cumplir la misma misión en Europa Oriental desde Polonia (¿y cuál es el papel del Papa Francisco?). Así, Washington no solo utiliza el fundamentalismo religioso para alcanzar sus fines estratégicos sino que fabrica líderes y grupos integristas en países donde la modernidad capitalista les había dejado sin aliento. Dichas sociedades estaban evolucionando hacia el laicismo y modernidad (que no la “occidentalización” como afirman los poco doctos).
Obama, el Gatopardo, estaba encargado de maquillar la imagen destrozada de EEUU por su antecesor. La letra pequeña de su discurso en la Universidad egipcia de Al Azhar, en 2009 así lo anunciaba: EEUU iba a seguir utilizando el islamismo (la derecha fundamentalista del Islam), marginando a los grandes partidos laicos y progresistas en decenas de países musulmanes. Así, para mandar un mensaje de “reconciliación” de EEUU con los “musulmanes”, en vez de acudir a un lugar neutral en un país como Indonesia-el principal país musulmán del mundo-, eligió la escuela del fundamentalismo sunnita de los Hermanos Musulmanes (HM), además de Egipto, el único país que había firmado la paz con Israel. Convencido de que los HM, al contrario de los al qaedistas, sabían guardar las formas, los utilizó en 2012 para abortar la Primavera de quienes en Egipto o Túnez exigían la democracia política y económica que no el regreso a la oscura Edad Media. Otro de sus ingeniosas políticas ha sido la creación del Estado Islámico (EI): ante el veto de Rusia y China a una intervención de la EEUU-ONU en Siria, el grupo apareció en Irak. A la vez que las televisiones mostraban sin pudor sus barbaridades ya firmaban curiosamente que el cuartel central del grupo estaba en Siria. Así Obama, sin la autorización del gobierno sirio ni de la ONU, consiguió intervenir en Siria (¡y objetivo conseguido, se acabaron las decapitaciones televisivas del EI!). Derrocar a los mandatarios laicos de esta región ha formado parte de la política de EEUU, instalando en su lugar regímenes religiosos.
Obama empezó su presidencia en 2009 bombardeando a países débiles pero estratégicos, que por pura casualidad eran “musulmanes”. La novedad que registró en sus acciones bélicas fue el uso de los drones, estos soldados que matan y no mueren; así no habrá madres como Cindy Sheehan que convirtieron la muerte de sus hijos soldados en protestas contra el militarismo. Los drones de Obama asesinaron a miles de civiles en Pakistán, Afganistán, Irak, Yemen, Libia y Siria, dejando sin hogar a millones.
Un Obama confuso
En una entrevista con The Atlantic, Barak Obama, que siempre rehusó utilizar términos como “el terrorismo islámico” -en su lugar hablaba del “terrorismo fanático”- apunta a las siguientes cuestiones, en su despedida de la Casa Blanca:
1.-Lamenta que los líderes musulmanes sigan haciendo responsable a EEUU de todos los males de Oriente Próximo. Obama tiene razón. Quienes utilizan el enfoque anti-marxista de Tres Mundos de Mao, del “Norte explotador y Sur víctima”, ocultan la división de clases sociales de ambos lados del mundo y eximen de responsabilidad de crímenes y abusos que cometen las dictaduras capitalistas del Sur. Por ejemplo, la “crisis de refugiados” sirios que ha causado la muerte de miles de personas fue planeada por Turquía y Arabia Saudí, aunque si no hubiesen contado con la complicidad de Alemania y Francia no hubiera sido posible.
2.-Identifica a las élites fundamentalistas con los ciudadanos musulmanes (quienes pueden ser practicantes o no), y desde esta postura, es obvio que no encuentre respuesta al “¿por qué la “gente” utiliza el terrorismo?”. Sería como si los iraquíes preguntasen “¿por qué la “gente“ de España o de Francia les han bombardeado”.
3.- Desde su defensa a las religiones, Obama niega los nexos entre la religión y el terror. ¿Qué páginas de la Tora leen los soldados israelíes en sus puestos de combate?
4.- Obama cree que la “patología de la violencia” afecta principalmente a los jóvenes árabes y no a los musulmanes de África o de Asia Central. Increíble visión etnisista, que además ignorar que los talibanes o los grupos terroristas chechenos o bosnios no son árabes. Por cierto, si los jóvenes árabes iraquíes hubieran querido vengarse el asesinato de cerca de tres millones de sus gentes a causa de toneladas de bombas y el bloqueo económico que EEUU y sus aliados les han sometido desde el 1991 hasta ahora mismo, el mundo se hubiera convertido en un verdadero infierno. El terrorismo islámico no es fruto de la islamofobia y de las guerras imperialistas.
5.- También está en lo cierto al afirmar que Israel es sólo uno de tantos problemas del Oriente Próximo, pero se equivoca al pensar que los intelectuales “musulmanes” deberían ser sensatos al respecto y mostrar su capacidad y voluntad de modernizar el islam. Sr, Obama, la solución del fundamentalismo pasa primero por apartar a la religión de las actividades políticas, resaltar la identidad de “ciudadanía” de las personas frente a su religión, que debería ser un asunto privado y personal y sin exhibiciones públicas.
No hay ningún interés en acabar con el terrorismo religioso, ni con la supuesta guerra contra él. El chollo de “choque de Civilizaciones” seguirá beneficiando a los señores que mandan en sobre un bando y el otro.