Por Julia Franceschini
El 16 de enero de 2017, se cumplió un año de la detención ilegal e ilegítima de la conductora de la organización barrial Túpac Amaru, la compañera Milagro Sala. En Argentina, desde Ushuaia a Jujuy, en diferentes puntos del país, las organizaciones que conforman el Comité por la Liberta de Milagro, se movilizaron en pedido de justicia. La voz retumbó en toda la Argentina y nuevamente el Partido Judicial simuló su sordera.
Hay un punto bisagra en la vida de cualquier militante que lucha cotidianamente por la justicia social, cuando pisa por vez primera la provincia de Jujuy, con el objetivo de conocer desde adentro la organización Túpac Amaru y lo que ella significa para su pueblo. Es un primer impacto que materializa lo contado o escuchado sobre la inmensa obra que Milagro Sala construyó junto al sudor de cada compañera y compañero de la organización.
Ahora bien, no es lo mismo, desde ya, escuchar lo que hizo Milagro que verlo con ojos propios. Como tampoco da igual leer en un diario o ver en las pantallas la persecución que vive la Túpac Amaru en estos tiempos, a vivirla en carne y hueso desde el relato de un militante que la sufre.
Sobre la violencia, es inmensa, inexplicable, la palabra impunidad queda chica para describirla. No solo es la violación a sus derechos como personas lo que somete a cada compañero y compañera de la Túpac: es el odio. Por ser negras, negros, pobres, indios y militantes se los condena al resentimiento de una oligarquía que les molesta que esos otros tengan el alcance de sus privilegios.
El odio se manifiesta con violencia. Reprimen, rompen lo dignamente construido, humillan, tienen la mediocridad de enfrentarlos con el uniforme de violencia autorizada, por un Estado que como política tiene machacar las ideas de un pueblo que está de pie y ayer la Túpac demostró estarlo.
Frente al penal de Alto Comedero, con policías, rejas cubiertas de media sombra y una ruta y barranca de por medio la organización montó una radio abierta, con el objetivo de hacer llegar a Milagro el mensaje de las compañera y compañeros presente en cada rinconcito de la Patria. Milagro, conteniendo los abrazos que esa distancia le impedía dar, se aferraba a sus compañeras que se encuentran presas con ellas en el penal. Escuchaba, a veces bailaba y saludaba con brazos tendidos. Mientras tanto la militancia cantaba: “Ahora y siempre lucharé con vos, siempre te llevo en mi corazón, flaca querida yo te sigo a morir”.
A Milagro la queremos libre, afuera, con todas y todos en la calle. Hoy que esté presa es triste, doloroso, pero también fue eso lo que la convirtió en una figura que traspasó no solo las fronteras de la provincia de Jujuy, sino la de la Argentina y toda América Latina. Milagro hizo que esa olvidada provincia del norte, hoy figure en la agenda de un periodismo unitario. La fortaleza que la acompaña es inmensa y estamos convencidos de que se redoblará al salir.
Hoy venir a Jujuy para quien lo desea, resulta en espacio de inmensa formación. Acá se vive y siente que “la patria es el otro” y la otra. Las otras son esas compañeras que brindan una cálida y protectora bienvenida, buscando transmitir aquellos valores que les enseñó Milagro. Son mujeres empoderadas, verdaderos cuadros políticos, que trabajan duramente por sostener todo eso que les dejó “la flaca”. Personas que resisten desde el amor, comprometido con una bandera indiscutible: construir la Patria de los humildes.