Por Patricio Guevara (texto y fotografía)
“El hombre sigue siendo bueno. Rompemos las cosas, las derribamos, pero podemos reconstruirlas. Podemos hacerlo mejor. Tenemos que hacerlo.” (Bruce Wayne)
En la esquina sur de la Universidad Central del Ecuador está ubicada la Facultad de Comunicación Social (FACSO), hogar de múltiples estudiantes que vieron su vocación en el estudio de la interacción humana. Y también el hogar académico de nuestros personajes: Cass (alias), Eddy, Soffia, David y Darío.
Hace muy poco tiempo nació la iniciativa “Universidad Púrpura” dentro de la FACSO. Es la respuesta inminente a la violencia de género de cualquier tipo, nace de sus estudiantes y son precisamente ellos y ellas los encargados de construir los engranajes de esta iniciativa que busca desmitificar todo aquello que creemos “normal” o que en la Universidad se produce a cada minuto, cada segundo, y es callado.
Precisamente, Universidad Púrpura conformada por un grupo de estudiantes, generó un estudio alrededor de la “violencia de género” dentro de la FACSO. Actualmente está pendiente la publicación del mismo; y es de ahí precisamente de donde se han extraído algunos de los testimonios más interesantes.
A mí me duele cuando me dicen raro. Es lo peor que me pudieron haber dicho en mi vida. También me dolió cuando me dijeron mixto, en el colegio. –cuenta David al grupo investigador del estudio-.
Pero ¿qué tipo de violencia sufre David? A simple vista da la impresión de que intentaron etiquetarlo, pero lo cierto es que es muy despectivo el calificar a personas por sus gustos, ideologías u orientaciones diferentes. A veces le tenemos miedo a lo que no entendemos.
Los estudiantes de universidad aún me parecen violentos, en su manera de expresarse dicen cosas como: la zorra de cuarto semestre, la perra de octavo, en sus grupos. Las chicas no se refieren a los chicos así, al menos mis amigas, -es lo que dice Cass (alias) dentro del estudio-
Cass, al igual que otros cientos de estudiantes, diariamente son testigos de una carga de violencia muy importante; es necesario comprender que existe la violencia de género de tipo física (agresiones evidentes y explícitas), psicológicas (que buscan agredir el comportamiento del sujeto) y de tipo simbólico (el más común y más naturalizado); entonces, al igual que Cass, pueden escuchar a menudo en los pasillos, en las aulas y patios frases como “la semiótica es como hacerle el amor a una mujer, es fácil” o “yo si le hago al profe.”
Todo tipo de violencia tiene dos actores, uno que se posiciona como dominante y otro que se asume como dominado. Pero hay un problema más grande y es que los dominados reproducimos los discursos (…) y aquí viene un problema mayor, el daño no lo hacen solo los hombres violentos, no solo lo hacen ellos, no solo lo hace la televisión. Lo hacemos día a día con prácticas… -comenta Darío-
Yo nunca he sido víctima de violencia física o acoso sexual. Pero a veces la violencia simbólica suele ser mucho peor porque se naturaliza, parece que es normal, -cuenta Darío. Entonces vamos más allá de solo aquello “que se ve”, estamos hablando aquí de aquello que inicialmente pensamos que no era dañino para nadie, hasta resultaba gracioso. Aquí estamos hablando ya de todo aquello que pensamos es “normal”, comentarios como: “no seas gay” “vele que marica”, “no seas nena”, “qué gay que eres”, “no seas tan gay” y así muchísimos más comentarios que se usan muy cotidianamente y con total desconocimiento de la carga discursiva que poseen.
Darío es un estudiante de la FACSO, como cualquier otro, que definió su orientación sexual como “homosexual”; esto le ha hecho partícipe de situaciones muy diversas en las que se expresa la violencia de género. Es un estudiante que ha estado muy centrado en las agrupaciones que combaten estos accionares violentos.
Pero ¿es todo violencia? No, siempre se puede apelar a una especie de “cláusula de conciencia” en los estudiantes, profesores y demás. En su momento fue particularmente complicado para David exponer su sexualidad, pero logró de cierta manera quedarse con aquellos que lo apoyaban y respaldaban: “Cuando ya estuve con mi pareja actual de una forma seria, salí del clóset por redes sociales, algunas personas me eliminaron, otras en cambio me apoyaron más, pero ya no era importante para mí, yo tenía a mi mamá, a mi pareja y a mis amigos”.
Hoy es cada vez más sentida la molestia en diferentes grupos cuando se expresan comentarios misóginos al estilo de “creo que las mujeres deben ir a la cocina” o “él es gay por ser débil”. Actualmente, muchos piensan dos o tres veces antes de hablar sobre hombres y mujeres; podemos exigir mayor tolerancia a las generaciones pasadas; sin embargo, generación tras generación se está fraguando una cultura humana tolerante y universal.
Finalmente todo está en nosotros, podríamos empezar por no repetir el discurso violento, discriminador, despectivo. Depende de nosotros al no bajar los brazos ante cualquier acto de violencia de género, porque necesitamos más Darios que busquen mil y un formas para ir erradicando de a poco una violencia que se ha ido naturalizando.
Parafraseando a Edmund Burke: “Lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada.» Talvez es tiempo de cambiar desde acciones cotidianas concretas.