Esta es la primera entrega de la serie «Colectivos que transforman» con la que iniciamos el año 2017. Cada mes nuestros lectores encontrarán una experiencia nueva de algún colectivo ecuatoriano que está transformando la realidad.
Por: Nickolas Jácome A.
Fotografía: Kevin Sanabria
En el ocaso del atardecer y dentro de la casa colectivo Pacha Queer yacen en la sala dos cuerpas travestidas que observan minuciosamente la dinámica barroca comunitaria del lugar, el mismo que está decorado con sexualidad, fotografías protesta, retratos socialmente reivindicativos, adornos y juguetes sexuales que cuelgan del techo y de las paredes. Decoración que coincide con el discurso de irrupción de este colectivo.
Este es un espacio independiente y transdiciplinario de creación artística y recreación cultural. Está ubicado en el centro histórico de Quito, avenida García Moreno y Oriente, esquina. Allí, a través del arte y la disidencia se cuestionan las violentas normas y estatutos que impone la sociedad capitalista y el sistema binario imperante. Con esta perspectiva se funda La Pachaqueer en mayo de 2013 a cargo de Madame Mota (Eduardo Fajardo) y Madame Coca (Fernando Rodríguez), quienes irrumpen el imaginario del constructo cultural quiteño a través de la creación artística transexual por la divergencia de lo anormal.
Comentan que su utopía comenzó como Pachaqueer, ya que lo «queer» en ese momento era lo que más se acercaba lingüísticamente a lo que sentían ser, lo indefinido. «Aunque claro ahora nos hemos dado cuenta que lo “queer” es otra artimaña de venta para el consumo. Entonces hemos tratado escapar de esa onda y transformarlo a cuir, kuy, cuy o cualquier otra palabra que reivindica una constante fluidez y transformación dándole sentido a lo trans».
La Mota y La Coca afirman ser hermanas cósmicas que compartieron y concretaron el sueño del proyecto Pacha. “Arrancamos en la noche y de una forma muy unitiva, estimulamos la libre expresión sin jerarquía. En la sala de la casa abrimos y brindamos el espacio libre para todo tipo de manifestación insurrecta, el arte, como una plataforma o medio para que las distintas expresiones sean compartidas». Cuentan además que a partir de su dupla performática se han topado con otros artes como la poesía, pintura, baile, entre otros.
Para ellas este colectivo es una extensión de sus cuerpas; «todas somos un cuerpo en constante tránsito”. «La Pacha se constituye también como un espacio trans que deviene de un proyecto transductor de transfeminismo y transgénero dónde convergen el arte, el activismo y la cultura trastocando temas de sexualidades subversivas y géneros disidentes, para abrir los diálogos sobre la pospornografía y la educación no formal».
Comentan también que entre sus principales actividades están la celebración y la fiesta como acción política de encuentro, el acto más importante porqué te permite ser tú mismo. Las demás actividades se constituyen como articulaciones o confluencias dónde «La Pacha» encuentra diversas propuestas de personas.
Ejemplo de ello son los foros, fancintecas, ciclos de cine, lecturas, entre otras. «Nosotras creemos que es necesario recuperar ese sentido político, no como discurso sino como forma de vida, visibilizando las necesidades insatisfechas.
“Es tiempo para la reacción sin más espera de opresión sin resultados”. Este y más motivos hacen que estos hombres híbridos generen lazos de unión por medio del sentir para brindar un espacio de performatividad continua.
Una de sus experiencias más gratificantes fue llegar a un público diverso. Recuerdan: «tuvimos la oportunidad de presentarnos en un espacio institucional formal, la Casa de la Cultura Benjamín Carrión, donde montamos la obra Macho Mariposa con la que convocábamos al despertar de las masas dormidas. «Este par de locas barbudas ya sea en actividades integrales, fiestas, talleres o simplemente caminando entaconadas por las calles de la urbe, continuaremos deconstruyendo la sociedad».
Nos dicen: «Es muy cómodo vivir bajo la norma que esclaviza, pero aún más gratificante es enfrentar a la dominación con la toma consciente de tu ser en relación con otros, poniéndolo en juego por el cambio y la transcendencia; no obstante, todo es incierto. Con esto de la disidencia decides hacerte cargo de vos misma con tu propia mierda. Sí no estas o no te sientes representado por el Estado, iglesia o con cualquier otra institución que te oponga un código o una etiqueta y que no es lo que quieres, salte de eso. Haz e innova con tu idea».
Afirman: “Este es un rechazo a todas las cadenas violentas con las que se vive en sociedad, nosotros prestamos el espacio a cualquier colectivo u organización que proponga actividades para el correcto y libre uso contrahegemónico. Lo que nos importa es que haya un sentido de por medio, afín a nuestro cuerpo, al universo y su naturaleza. Este colectivo es una unidad dónde las prácticas de violencia tratan de ser abolidas siempre y cuándo haya un contexto político sobre el cuál se quiera intencionar ajenando la heteronorma”.
Salí de allí con una grata experiencia que invita a pensar en el trabajo conjunto y en concordancia con lo diverso; un trabajo de lucha, resistencia y empoderamiento que solamente cobra vida desde la experiencia.
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