«Nadie nos preguntó si queríamos pedir asilo»
De los 1.100 jóvenes que trataron de saltar la valla fronteriza el pasado 1 de enero, sólo el burkinés Charles Zongo y un migrante congoleño lograron su propósito de quedarse en España. Zongo fue tratado de la herida en la cabeza que le infligió una piedra lanzada por los militares marroquíes. «Nadie nos preguntó si queríamos pedir asilo», explica.
Charles Zongo fue uno de los dos migrantes que, entre los más de mil que lo intentaron, logró entrar el Ceuta el día de Año Nuevo. Zongo tiene 27 años y es nacional de Burkina Faso. Gracias a las heridas que les infligieron las fuerzas de seguridad marroquíes, Zongo y un compañero congoleño pudieron permanecer en territorio español. El traslado de ambos al Hospital Universitario les evitó compartir la suerte que corrió el resto de jóvenes africanos que trataron de franquear la valla. El centenar que consiguió encaramarse al cercado fue devuelto por la Guardia Civil a Marruecos. “Nadie nos preguntó si queríamos pedir asilo”, explica Zongo.
La odisea comenzó casi 24 horas antes del salto. Las fuerzas policiales y militares marroquíes mantenían fuertemente protegida una zona del monte cercana a un río. Desde una distancia considerable a la valla, un millar de migrantes comienza a caminar en dirección a Ceuta hasta que, horas después, descubren un sendero que deciden explorar. Zongo asegura que los habitantes del bosque, entre los que se cuenta desde hace cuatro años, conocen de los intentos de saltos por el boca a boca.
El camino parecía expedito cuando, de repente, las fuerzas de seguridad marroquíes advirtieron su presencia. El migrante burkinés asegura que los militares, dispuestos en una elevación, comenzaron a lanzar piedras contra el grupo. Zongo fue alcanzado en la cabeza por una de ellas. Sangraba abundantemente de una herida de la que no pudo ser tratado hasta dos horas más tarde en territorio español.
El grupo que consiguió escapar de la presión de los militares consigue acercarse a la valla. Un centenar de jóvenes logra encaramarse a la cerca. Zongo era uno de ellos. Desde lo alto, y sin cesar de sangrar, contempla como los marroquíes han interceptado a algunos de sus compañeros y les golpean.
Sobre el cercado, Zongo observa la presencia de una mujer. Asegura que entre el grupo también había menores. Recuerda la presencia de un joven encaramado a la valla que no cesaba de temblar.
El arzobispo de Tánger, Santiago Agrelo, sugiere en su perfil de Facebook que un joven sufrió un episodio de epilepsia mientras era obligado a descender de la valla por la Guardia Civil. Zongo no es capaz de determinar si el joven que temblaba pudiera ser el mismo al que el religioso se refiere.
Agrelo denunció también que dos jóvenes murieron en el salto. “Sé que hubo muertos, pero yo no los vi; quizás fueran más”, revela el burkinés.
Ya en el suelo, el centenar de migrantes es atendido de sus heridas. Zongo asegura que durante ese tiempo estuvieron esposados. Según el testimonio del joven, la Guardia Civil y los servicios médicos conversaban acerca de la gravedad del estado de cada uno de los recién llegados. Con esta información, las autoridades decidían quién era trasladado al hospital y quién devuelto a Marruecos. Sólo Zongo y otro joven merecieron esta atención.