Por Ana Gabriela Molina Meneses
Fotografía: Walker Vizcarra
Soraya Barragán Soto es una mujer pequeña, blanca, de cabello largo y ojos oscuros. Es partera por elección e ingeniera agrónoma, especializada en técnica agropecuaria andina de profesión. Se dedica a ejercer el oficio de partera tradicional en el espacio urbano, este detalle, impulsa una combinación de saberes y formas que guardan un regreso al conocimiento de los pueblos andinos como medio de respeto, comprensión y relación con sus ancestros.
Ella, al igual que muchas otras mujeres, se dedica a este oficio aprendido dentro de sus familias, es una práctica que fue muy utilizada por personas de diversos grupos culturales. Para ella, este oficio es algo “que debes hacer” y por esa razón “no es posible hacer de él un lucro, más bien es una forma de vida, un modo de retribuir al mundo”.
Antes, las personas no asistían a la maternidad a dar a luz, se quedaban en sus casas. Hoy, la práctica puede ser aprendida por otros grupos, pero, hasta cierto punto, estos conocimientos se han ido perdiendo por la criminalización que recibían al no contar con estudios universitarios y el etnocentrismo como base para la deslegitimación de los saberes culturales alternativos.
Reconocimiento en la ley
En Ecuador, el reconocimiento del Estado como intercultural, plurinacional y laico desde 2008, ha cambiado el ejercicio de las prácticas de los grupos culturales que en temas de partería desde noviembre del 2011, desde la Asamblea Nacional han promovido “La ley intercultural para el parto humanizado en el sistema nacional de salud”, en la cual se considera al parto como “ceremonia colectiva, donde la familia, la vecindad y la comunidad automáticamente se movilizan (…), donde la mujer que va a ser madre no lo está haciendo sola, tiene su compañero (…). Aquí aparecen algunos problemas como la visión del embarazo como una enfermedad, y el aumento de cesáreas en el país.
Las cesáreas: un tema que llega a ser problemático
La cesárea, según el Ministerio de Salud Pública es una intervención quirúrgica que puede ser programada o de urgencia, suele utilizarse cuando descubren alguna patología, para reducir los daños en la madre y el hijo o por algún otro problema encontrado que no permite realizar un parto vaginal. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la cesárea produce problemas en la mujer y el niño a corto y largo plazo. Al parecer son realizadas sin una necesidad clínica.
El costo de esta práctica médica lo ha convertido en un tipo negocio muy extendido y que, a través de la ley, se busca su reducción de las cesáreas con la intención de disminuir riesgos en la mujer y el niño. Algunos de los problemas que puede ocasionar esta práctica implican un alto riesgo de muerte, daños a la vejiga, hemorragias e infecciones; riesgos que disminuyen en un parto vaginal, acorde al boletín del Ministerio de Salud Pública del Ecuador sobre el tema.
Soraya comenta que las cesarías también se practicaban en el mundo andino, se lo hacía en mujeres con problemas que no les permitían tener un parto vaginal. Para ello, utilizaban un cuchillo de madera que, causa menos contaminación en el cuerpo, pero es una práctica de otro tiempo y que, sin sabiduría, su uso causa estragos en la mujer. “Esta operación ya no se realiza, al menos en los espacios urbanos o rurales más cercanos, aunque, tal vez en comunidades alejadas se pueda evidenciar la continuación de este saber” -añade Soraya Barragán-.
La ley busca dotar a las mujeres del derecho de conocer lo que se está realizando en su cuerpo, pero también de otros derechos que aseguren una buena práctica médica que preserve su salud e integridad. Esta propuesta pensada desde la interculturalidad, pone en comparación las diferencias, por tanto, muestra las falencias que pueden ser mejoradas por el sistema.
La partería se ha realizado sin un reconocimiento oficial, aunque las parteras siempre han tenido un reconocimiento social desde las comunidades para ejercer este oficio, y son mujeres como Soraya Barragán Soto, conocida también como Tamia Yaku en el mundo andino, las que continúan el legado de sus abuelas, de su cultura.
Parto humanizado
Es el desarrollo del parto tradicional que tiene como fin, producir una experiencia positiva en la familia desde un respeto, uso y consenso de los saberes de diversas culturas, así, el Ministerio de Salud ha adecuado sus conocimientos y formas de entender el mundo y se introdujo dentro de las Maternidades de corta estancia a personas con estos conocimientos previamente calificados para apoyar el parto, a fin de reducir la mortalidad materna y neonatal, según la OMS. Esto implica la inclusión de nuevas formas y de dar a luz y en consecuencia, el un reconocimiento de estos saberes ancestrales.
Soraya tiene un huerto en el sur de Quito, donde siembra diversas plantas que utiliza para el consumo y para su oficio. En un espacio de tierra en forma de espiral se encuentran las “plantas sagradas” que utiliza para su labor y por ello están colocadas dentro de una figura que simboliza el espacio y el tiempo en el mundo andino, recalcando que las acciones pasadas influyen en las futuras. El conocer el tiempo de cosecha y contar con sus propias plantas le permite mejorar como partera, porque así aprende a tener paciencia y respeto por los procesos.
La partera –señala- no trabaja solo en el momento del parto, también realiza encuentros previos en los que conversa con la persona para saber qué necesita, qué le falta para lograr un buen parto. Todas estas prácticas espera se reconozcan en la Ley intercultural. En cierta medida, este reconocimiento ayuda a la no persecución en su oficio y la validación de sus conocimientos por personas externas a la cultura.
¿Dónde comenzó su vinculación con la partería?
Ella dice que su vinculación es muy antigua e inicia desde que era pequeña. Su conocimiento sobre plantas lo aprendió de forma oral. Ser partera es un reconocimiento realizado por una comunidad y esa facultad dada a la persona, se mantiene en la medida de la efectividad de su labor.
Su madre es de Loja y su padre de Bolívar. Su despertar fue a los dieciséis años cuando su abuelo fue a vivir con ellos en casa, y preparaban diversos productos naturales para mantener la salud de Soraya. Cuando estudiaba ingeniería agrónoma en la Universidad tuvo un acercamiento más directo a la cultura andina, comenzó a viajar, y se relacionó con personas de comunidades. No obstante, fue en la danza el lugar donde su relación se hizo inseparable, durante tres años se dedicó a la danza folclórica y luego estudió danza contemporánea, y allí conoció a Susana Tapia.
En una práctica de danza, Susana Tapia les contó que era partera. Para Soraya, esta confesión significó una oportunidad para asistir a la comunidad de Susana, ahí conoció a un grupo de mujeres que también se dedicaban a la partería. En la actualidad, Soraya Barragán Soto pertenece a la Comunidad Buen Parir – Nacer. En principio había tres parteras y cuatro “dulas”.
¿Qué actividades realizan una partera y una dula?
Las parteras se encargan de concebir el parto, es decir, de recibir al niño. Además, de realizar cuidados a la mamá. En cambio, la dula, se encarga de preparar a la mujer para el parto. Ella es la encargada de trabajar ejercicios, respiraciones y realizar talleres de lactancia con la madre, entre otras actividades.
Su oficio no solo lo ejerce con mujeres del campo, también con mujeres de la ciudad. La diferencia, cuenta Soraya, surge en el tiempo de contacto con la partera, ya que, en la ciudad las mujeres se acercan de treinta y tres semanas más o menos. En cambio, las mujeres andinas, se contactan con la partera el día que va a nacer el bebé. Ese contraste, asegura Soraya con mucha calidez, se debe a que las mujeres de la ciudad no están en contacto con los animales, y eso influye en una visión del parto como un tema desconocido, extraño a ellas. Soraya lo detalla como una visión desde la enfermedad, porque han perdido el contacto con otros seres, “lo que no pasa en las comunidades, ya que, ellas ven el proceso de los animales, por tanto, consideran esto, natural.”
Enseguida, Soraya afirma que el cuerpo siente las formas que son de parir, y que esa elección será distinta en cada individuo. Con esto pone en discusión el parto en hospitales, pues para ella se repite la misma práctica sin poner en consideración la diferencia de los cuerpos. Otro punto, es la soledad de la mujer para dar a luz, práctica que según Soraya es negativa porque el bebé que va a nacer fue concebido con amor de dos seres.
¿Cómo identifican las personas la veracidad de su conocimiento?
“Yo no tengo un título de obstetra ni médica ni nada, pero sí, según nuestra cultura, nosotros decimos que somos hijos de la misma madre y de un mismo padre. Por ello, somos tan diferentes como los dedos de la mano.” Aunque ella no cuenta con un título universitario ni estudios de posgrado se instruye con otras parteras y con libros sobre anatomía y otros temas que son necesarios para mejorar su labor en el parto. Los conocimientos no pueden separarse o jerarquizar uno del otro. Soraya busca vincular los saberes de modo que, manteniendo sus conocimientos ancestrales y naturales, aprende también de lo producido por la medicina occidental.
En los pueblos andinos, el conocimiento es hereditario, ya que está basado en la experiencia práctica, y se comparte de forma oral de generación en generación. Sus inicios fueron en la Comunidad Buen Parir – Nacer, luego su aprendizaje continuó con una partera de la comunidad de los Kitu Cara, allí conoció más sobre el uso de las plantas. Pero recuerda que el aprendizaje que más disfrutó fue con “Mamita Lolita” de Santa Rosa de Cayambe, porque ella le permitió acompañarla en los partos y ambas aprendieron una de la otra.
Para Soyara, es significativo que su abuela haya sido partera porque cuando eligió ser partera había saberes que ella conocía y que no recordaba con claridad porque fueron parte de recuerdos de su niñez que se activaron cuando decidió continuar el oficio de su abuela. “Siempre me encomiendo a ella cuando voy a ejercer mi oficio, y de una forma u otra puedo encontrar la planta o lo que necesita esa mujer para tener a su bebé”.
Cuenta Soraya que en el parto se abren dos mundos, el de la vida y la muerte, es en ese espacio donde nace el ser, de forma que, para lograr un espacio energético armonioso, ella realiza un ritual y genera el espacio energético necesario. En todos sus pasos la acompaña su abuela.
La conexión que se produce con la persona en estado de gestación, -asegura Soraya- es una afinidad que se establece en el interés de la partera por conocer sus necesidades y, a la vez, por el apoyo que les proporciona. Para conocer mejor a las mujeres en estado de gestación y consolidar las relaciones familiares, ella realiza previo al parto, la sanación de linaje. Considera que la diferencia con los doctores es que ellos tratan a todos los pacientes del mismo modo, todos son iguales. Para ella en cambio, la medicina, no se aplica de manera equitativa en todos cuerpos, más bien, desde su cultura y el aprendizaje obtenido, busca entender a esos cuerpos distintos.
“No somos una receta, somos humanos. Así, también no puede haber una dosificación exacta para cada uno, somos totalmente diferentes; entonces las mujeres en el parto son totalmente diferentes. No te va a funcionar lo que le hiciste a una mujer en ese parto con el próximo, y no te va a funcionar porque ella es otro ser”. No hay duda que la experiencia es fundamental en el oficio.
¿De qué se trata la sanación de linaje?
“Es sacar todas las verdades ocultas, que están ahí, y que en realidad no debieron ocultarse, pero lamentablemente, los mayores guardan muchas cosas que pasan dentro de la familia.”
Esos secretos influyen en la energía o karma -como lo llama Soraya- que marca el futuro de las generaciones de esa familia. Es así, que a pesar de que se olvide el suceso se mantiene la energía. En este sentido, cuenta que dentro de la cultura andina “si tú haces daño, siete generaciones de tu familia son maldecidas.”
Dentro de este proceso, las familias transitan un momento muy doloroso que, luego servirá para construir una transparencia en sentimientos y pensamientos que vuelve a los seres humanos más unidos, porque ya no tienen nada que ocultar. Ese proceso también lo vivió ella con su familia, pues es un requisito para continuar en su proceso como partera, esto le permitió mejores relaciones con su familia y una tranquilidad personal. Su personalidad siempre es pasiva, con ánimo de compartir conocimientos, mientras cuenta su vida y experiencia en este oficio, lo hace con alegría y sosiego, a pesar de que todo lo dicho, pueda producir ese efecto.
¿Cuál es la diferencia entre el parto en un hospital y el parto en casa?
La primera diferencia versa en el espacio, pues la mujer y su pareja se encuentran en casa, en un lugar acogedor para ellos. Los hospitales concentran demasiada luz, las mujeres utilizan batas que, de acuerdo al relato de Soraya, no permite que el cuerpo femenino genere el calor suficiente para el parto.
Soraya Barragán Soto
Desde esta experiencia asegura que ésa es una de las razones por las cuales las mujeres andinas no acuden a los hospitales. “Ellas ya saben el maltrato que se sufre dentro de los hospitales. Seas mestizo o indígena, todos sufren maltrato. Entonces ellas llegan en el momento de la expulsión, incluso con el bebé ya afuera.”
Soraya cuenta que en una ocasión, la pareja que iba a ser atendida en casa, pidió la presencia de su médico de confianza por alguna complicación. Ella no se negó y trabajaron juntos; cuando el doctor realizaba el tacto vaginal con las manos, ella lo hacía con un espejo y obtenían las mismas medidas. La partera únicamente realiza el tacto cuando observa que existe una dilatación de 7cm –nos indica-. Esto es fundamental, porque las mujeres andinas y muchas otras no prefieren ser tocadas de forma tan violenta en su cuerpo. Otra de las medidas en las que coincidieron era en la frecuencia de los latidos del corazón, aún cuando el doctor utilizó el doppler para hacerlo, mientras Soraya contaba con la corneta de pinar. De esta experiencia recuerda que “fue lindo, porque dar a conocer que los saberes que nosotros tenemos están bien aunque, no hemos pasado por una academia, pero si tenemos el conocimiento de nuestras abuelas que por miles de años han parido en casa”.
¿Es posible vincular conocimientos?
La experiencia de esta mujer no busca colocar a un conocimiento como más exitoso que otro, pero sí busca el reconocimiento de los saberes ancestrales producidos por su pueblo y otros grupos. Para ella, es posible la vinculación de los mismos. Desde esta perspectiva narra la existencia de doctores y obstetras que ya son parteros/as, también dulas en la actualidad. Eso quiere decir que estas personas han vinculado sus conocimientos para mejorar sus prácticas; ese cambio significa un re-aprendizaje del trato que debe recibir el ser humano en el parto.
Soraya asegura que esta práctica se mantiene y aunque no todos acceden a ella por desconocimiento, miedo u otras razones. Afirma que “nosotras siempre hacemos diferentes temas con la finalidad de que las parejas se informen, lo que siempre pedimos es que estén informadas para saber que pueden hacerle en el hospital y que no pueden hacerle.”
Al momento su comunidad busca un nuevo espacio para continuar con los talleres y otras actividades. Esa búsqueda ha sido difícil porque no manejan su oficio con perspectiva de lucro; sin embargo, consideran que el compartir sus conocimientos y contribuir al empoderamiento de las personas, es la mejor forma de pago.
Soraya Barragán Soto y su padre en el cuidado del huerto