Por Guadi Calvo
Es por lo menos llamativa la opacidad de la Unión Europea (UE), frente a la certeza de que el presidente turco Recep Tayipp Erdogan, sea capaz de cumplir con la amenaza de volver a permitir la salida de los miles de refugiados en su mayoría, sirios, iraquíes y afganos, que en cumplimiento a los acuerdos migratorios entre Ankara y Bruselas (sede de la UE), vigentes desde el 20 de marzo pasado, Turquía se ha comprometido a retener en su territorio.
Claro, nadie hace nada por amor y mucho menos Erdogan, en retribución del gesto “humanitario” hacía Europa, Bruselas se comprometía con Ankara, fundamentalmente en tres puntos: El fin del pedido de visados para los ciudadanos turcos que quisieran viajar a la UE; seis mil millones de euros para sostener a los refugiados y otros 3 mil adicionales y la aceleración de los trámites para que de una vez Turquía pueda ingresar a la Unión Europea. Un anhelo turco que se viene postergando y ha provocado las iras de Erdogan, más cuando países como Croacia, que comenzó al mismo tiempo que Turquía, 2005, sus trámites de adhesión a la UE es miembro pleno desde 2013.
La puesta en marcha de los acuerdos sobre los refugiados entre Ankara y la UE, ha logrado disminuir de manera notable el flujo de llegadas a Grecia, de nuevos contingentes. Hace un año, se estaban produciendo alrededor de 2 mil arribos cada 24 horas, en lo que va de noviembre, solo en una oportunidad, han alcanzado las costas griegas doscientas personas en un día.
Para Europa era esencial poner en marcha el pacto con Erdogan. El casi millón y medio de refugiados que llegaron a territorio europeo durante 2015 ha provocado innumerables repercusiones entre los socios de la UE y fronteras adentro de cada país europeo, que con mayor o menor consecuencia cada una de las naciones del continente se vieron afectadas.
La cuestión de los refugiados ha sido fundamental para que el movimiento anti europeo británico haya podido lograr el Brexit, del que todavía no se ha podido determinar en cuanto ha socavado la estructura de la UE. Otra de las consecuencias más significativas ha sido también, la pérdida del liderazgo por parte de Alemania: su canciller, Ángela Merkel (principal impulsora de las políticas de puertas abiertas a la inmigración) vio erosionada su imagen no solo en el continente sino y fundamentalmente en Alemania, provocando un corrimiento del electorado hacia partidos de extrema derecha, en que los neonazis de Alternativa para Alemania (AfD) se han llevado un muy buena tajada, impensada tan solo dos años atrás.
El avance de las posturas anti Unión Europea, nacionalistas, islamofobicas, separatistas y xenófobas, han estallado en casi todo los países. Sino que lo diga Francia, que se prepara para las elecciones presidenciales del próximo abril, las que sin duda se resolverán entre el candidato del conservador Partido de los Republicanos, encabezado por François Fillon, y el ultra derechista Frente Nacional de Marine le Pen, mientras que todo el espectro de la izquierda se ha diluido, llevándose también los restos mortales del Partido Socialista, tras el fracaso del actual presidente François Flanby Hollande.
Países como Austria, Bélgica, Polonia, Hungría, Eslovaquia y Ucrania, hoy están gobernados por partidos con reminiscencias neonazis. De cumplirse las amenazas del presidente turco, las consecuencias para los refugiados podrían ser terribles, ya que se negarán no solo a recibir las cuotas de refugiados impuestas por Bruselas sino que ni siquiera les permitirán transitar por sus territorios. Los países Balcánicos y otros de Europa central, ya han levantado kilómetros de alambradas para cerrar el paso a las olas de desesperados, que podían estar llegando, de cumplir Erdogan sus amenazas, antes de fin de año, junto al durísimo invierno. Se espera además que las posturas más atrabiliarias sigan sumando voluntades a partir del triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos.
Moros en la costa
Erdogan, ha echado en cara a Bruselas su falta de disposición a darle una verdadera solución al problema migratoria: Hace unos días declaró, en su reciente visita a Pakistán, donde busca extender sus alianzas, que “Europa se ha negado históricamente a tratar con honestidad las crisis.”
En son de alianzas, Ankara también está buscando llegar Rusia, China e incluso Irán, un archienemigo no solo en lo regional sino también en lo religioso, como para mostrarle a Europa que Turquía no va a quedar aislada.
Según las cifras oficiales, Turquía tiene en su territorio el mayor número de refugiados en todo el mundo, casi 3.5 millones, se estima que los no registrados podrían llegar a los 700 mil. Erdogan ha declarado en varias oportunidades, que si antes de fin de año, la UE no resuelve el problema del visado para los turcos, romperá el acuerdo liberándose de cualquier obligación.
Bruselas se ampara en el no cumplimiento de lo pactado, ya que Ankara se ha negado sistemáticamente a reformular su legislación antiterrorista vigente, que se ha extremado tras el ¿fallido? golpe de estado de julio pasado, por lo que la represión y las persecuciones se han incrementado de manera exponencial.
La jefa de la diplomacia de la UE, Federica Mogherini, declaró que los países miembros, siguen con preocupación las medidas represivas de Erdogan.
Tras el “golpe”, el Sultán decretó el estado de emergencia, lanzándose a la persecución de opositores lo que ha producido 40 mil detenidos en las primeras horas, de los que permanecen en prisión 31 mil, ha suspendido o despedido a unos 130 mil empleados públicos, entre los que hay que contar 2386 jueces y fiscales, además de miles de militares, policías, profesores. Además se han detenido a 135 periodistas lo que convierte a Turquía en el país del mundo con más trabajadores de prensa encarcelados. Ha detenido a cerca de media docena de parlamentarios opositores, de manera absolutamente arbitraria, fuera de todas las normas constitucionales. Estableció severas restricciones a la libertad de prensa y ordenado el cierre de algunos medios y suspendido 56 mil pasaportes para evitar que sus propietarios puedan salir del país. Como frutilla de esta gran torta represiva el sultán Erdogan procura ahora establecer la pena de muerte.
Esto ha hecho que la comunidad internacional, en especial la UE y Estados Unidos, se desgarren las vestiduras, como si los centenares de miles de muertos, que sus políticas imperiales han provocado, solo contando a partir del 2011, hubieran gozado de todas las garantías legales del caso.
Nadie podría defender las políticas llevadas a cabo por Erdogan en ningún campo, y muchos menos en lo concerniente a los Derechos Humanos, pero que la UE y Washington, se arroguen algún derecho a la hora de juzgar y condenar si no fuera tan trágico movería a risa.
El jueves 24, el Parlamento Europeo, decidió congelar las negociaciones para el ingreso de Turquía a la UE, lo que sin duda aproxima a Erdogan a abrir sus fronteras, generando un verdadero caos en primera instancia en Grecia, que ya tiene unos 60 mil y apenas puede mantenerlos. El ingreso de solo algunos pocos miles de nuevos refugiados produciría un efecto dominó que iría avanzando por el resto de Europa, y nadie podría adelantar en que terminaría esa nueva oleada.
Todas las fronteras europeas de hecho están cerradas, y solo generaría más controles y vigilancias produciendo chispazos en cada punto fronterizo.
A Italia la han abandonado a su suerte con los miles de refugiados que intentan llegar desde Libia, y ha generado en estos últimos meses más de 5 mil nuevos ahogados.
Una reciente declaración del presidente de la compañía de transportes Metro, Galip Öztürk, uno de los empresarios más cercanos a Erdogan, ha puesto los pelos de punta a más de un funcionario en Bruselas: “En cuanto el jefe (Erdogan) lo ordene, estamos listos para llevar refugiados a la frontera en nuestros miles de autobuses”.
Europa ha errado el cálculo respecto a Erdogan, y sabe que a la hora de jugar sucio puede jugar mejor que nadie, al fin y al cabo aprendió de ellos.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
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