Reproducimos la conferencia que la antropóloga Aurora Marquina diera con el título «Nuestro reto en el mundo y en España«, en Espacio Ronda de Madrid, organizado por la Asociación Mujeres por la Paz. Fue el 20 de octubre del año que termina.
Por Aurora Marquina
El interés de esta intervención es plantear un camino que permita al ser humano avanzar sobre el dolor y el sufrimiento. Considero como antropóloga y partícipe del Humanismo Universalista desarrollado por Silo, que la superación del sufrimiento es una aspiración universal de todo ser humano y el gran motor de la historia humana, por ahora.
Ese es el reto que planteo porque urge avanzar en esa dirección. No podremos hablar de Igualdad de valor, Derechos y responsabilidades para el hombre y la mujer. Nuestro reto en España, denominación de esta mesa redonda, si la dirección, que nos guía, no tiene como centro la superación del sufrimiento en los seres humanos.
Aunque voy a hacer referencia a ciertas mujeres, el camino que voy a señalar no es recorrido sólo por ellas, es un camino recorrido tanto por mujeres como por hombres porque ambos, en algún momento de la Historia con mayúsculas o por lo que acontece en el tiempo histórico de hoy o en sus vidas personales, pueden reconocer en su interior el sufrimiento de los otros, lo que acontece a otros; cuando se da ese reconocimiento, la comprensión hacia el otro y hacia uno aumenta y las relaciones se humanizan.
Al pensar como plantear este trabajo, recordé un librito que me resultó muy interesante La teología feminista en la historia, de Teresa Forcades I Vila[1]. En él recopila el aporte de varias mujeres a la historia europea y universal, en la vertiente espiritual y científica (¡Cómo si ambas pudieran separarse!), pero… éste es otro tema. Tiempo después leí una monografía, no publicada, realizada por Claudia Salé y que presentó en uno de los muchos Parques de Estudio y reflexión promovidos por Silo, que hay en diferentes partes del mundo, en este caso fue en el Parque de La Belle Idée, situado muy cerca de Paris. “La mística femenina en la región Renano-Flamenca (siglos XII y XIII) Noroeste de Europa”[2]. En ambos, puede verse con facilidad cómo las mujeres han sido ocultadas a lo largo de los siglos, en estos casos desde el siglo XII hasta hoy, en base a las creencias dominantes y cómo gracias al afán de poder llevar adelante sus propósitos, estas mujeres, consiguieron ir quebrando el valor de esas creencias que conformaban el Paisaje[3] psicosocial de la época y que aun hoy podemos reconocer.
Según Claudia Solé, el movimiento “beguinal”, que aparece en los siglos XII y XIII, está conformado esencialmente por mujeres, aunque en él haya algunas figuras masculinas. Una coyuntura especial parece ser la causa de este nuevo fenómeno, el elevado número de mujeres solteras o viudas que se da en ese periodo y que, probablemente, fuera debido a la masiva partida de hombres a las cruzadas. El convento, el claustro, ofrece a las mujeres una posibilidad de protección así como el poder vivir una vida contemplativa. Los conventos se saturan rápidamente y así, algunas mujeres que no son aceptadas en los claustros, comenzaron a instalarse cerca de las iglesias, conventos u hospicios; primero individualmente, luego en pequeños grupos; también algunas fueron errantes y mendigaron; otras cuidaban de los enfermos, etc. Con el tiempo, empezaron a crear comunidades autónomas realizando trabajos como tejidos, hilado, lavandería… que les permitía tener una autonomía material. La extracción social de las beguinas fue muy diversa, desde pobres hasta ricas y nobles pero ninguna tiene privilegios por su condición; algunas de ellas están casadas. Su número crece rápidamente, sobre todo, en Europa del noroeste: norte de Francia, Bélgica, Países Bajos, Renania y Baviera. Solamente en Alemania, se pueden contar 200.000. Aunque también llegan a otros países europeos como Italia y España. Estas mujeres religiosas sin votos, escapan a las formas y limitaciones tradicionales de la vida religiosa, su espiritualidad ferviente y su originalidad nos llegan a través de sus escritos o de testimonios de aquellos que las conocieron.
Como otros movimientos espirituales surgidos en este mismo período, el de las beguinas nace en respuesta a la corrupción del clero y de la necesidad de volver a la espiritualidad simple y directa, basada en la propia experiencia.
Veamos algún ejemplo. Merecen destacarse, por orden cronológico: Hildegarda von Bingen (1098-1179). Nacida en una familia noble, a los ocho años ingresa en un convento benedictino llegando a ser abadesa; pocos años después se separa de la comunidad masculina y funda, acompañada por 18 monjas, su primer monasterio. Fue llamada La Sibila del Rin o la Profetisa de Renania, convirtiéndose en una verdadera referencia religiosa y espiritual de la época. Más de 300 cartas dan testimonio de las relaciones que mantuvo con las personalidades de su época: los papas Eugenio III y Adrián IV, Enrique II de Inglaterra, Leonor de Aquitania, Emperatriz de Bizancio, así como cardenales, arzobispos, abades, abadesas, monjes, monjas y laicos, que acuden a ella para obtener asesoramiento sobre gestión, espiritualidad, fe y temas personales. Tuvo también entrevistas con el Emperador Federico I Barbaroja en cuestiones políticas. Esta es una de las pocas mujeres de la época que habla en público para proclamar la necesidad de una reforma de la iglesia.
Hildegarda coloca al ser humano en el centro del universo. El ser humano, dice, es lo más importante porque puede amar, es también el transformador del universo y es él quien transmite. ¿De qué serviría el universo sin el ser humano para mirarlo? Pequeño y enorme a la vez, lo que el ser humano piensa, siente y hace tiene una influencia sobre el universo, y él es responsable de sus propias acciones. El ser humano es el vestido de la sabiduría divina. En uno de sus libros, Causas y remedios, además de catalogar una gran variedad de plantas con sus propiedades curativas, dedica varios capítulos a la sexualidad, desde el punto de vista de la mujer y del hombre y sobre el placer vinculado al acto sexual. En una carta dirigida a la Abadesa de Erfurt comenta:
“Compruebo que muchas veces cuando el hombre impone a su cuerpo abstinencias excesivas, produce en él una repugnancia que multiplica los vicios más que si los hubiera alimentado en su justa medida”[4]
La música es para ella, el único vínculo que permite mantener el contacto con el mundo de los orígenes y, gracias a la música, podrá escucharse el canto de Dios en el universo, (me hace recordar a Pitágoras con la música de las esferas). La música que compone difiere del estilo de la época e introduce, en la música sacra, el uso del tamboril, la flauta, el arpa y la trompeta. El prelado de Maguncia la prohíbe celebrar los oficios cantando y ella responde: “Para no ser totalmente desobediente, hemos dejado según su prohibición, de cantar las alabanzas divinas y de comulgar como lo hacíamos casi cada mes. Esto ha tenido como consecuencia de hundirnos, a mis hermanas y a mí, en un gran pesar y amargura y de llenarnos de una inmensa tristeza…”. [5]
A los 43 años, plasma por escrito las visiones que tuvo desde la infancia pero que había mantenido secretamente por miedo a no ser comprendida. Un pequeño ejemplo: “[…] Mas las visiones que contemplé, nunca las percibí ni durante el sueño, ni en el reposo, ni en el delirio. Ni con los ojos de mi cuerpo, ni con los oídos del hombre exterior, ni en lugares apartados. Sino que las he recibido despierta, absorta con la mente pura, con los ojos y oídos del hombre interior, en espacios abiertos, según quiso la voluntad de Dios. Cómo sea posible esto, no puede el hombre carnal captarlo. Y de nuevo escuché una voz que me decía desde el Cielo: Clama, pues, y escribe así”.
Hildegarda va rompiendo formas y, a pesar de su decisión de separarse de la comunidad masculina para ganar en independencia, se ve obligada por las creencias del momento a someterse a la autoridad eclesial. Algunos de los escritos de esta época son firmados por confesores o por personajes que transcribían lo que ella y ellas les contaban ya que algunas no sabían escribir.
Merecen ser citadas también Hadewijch de Amberes (1220-1260) que fue una de las más grandes figuras de la literatura mística medieval flamenca y Margarita Porete (1250-1310), que será quemada por la inquisición, así como su libro El espejo por haber predicado la herejía del Libre-Espíritu y no haber adjurado de sus teorías, en la Plaza de Grève en París. Pero El Espejo sobrevivirá, parece que la Inquisición hizo una copia en latín antes de quemarle. Ambas mujeres extraordinarias en el campo de la mística y de la ciencia.
Teresa Forcades en el libro citado anteriormente va a tomar el relevo y se ocupará desde finales del siglo XV -periodo de la modernidad y la postmodernidad- hasta el siglo XIX aunque no deja de dar algún toque a los siglos XX y XXI. Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que durante la Edad Media (1184) se crea la Inquisición, que va tomando cada vez más poder sobre todo en la época de la Contrarreforma donde se quemarán muchos de los escritos teológicos escritos por mujeres, bien por iniciativa de las interesadas o por iniciativa de sus confesores. Comienza la caza de “brujas” coincidiendo con la aparición de la denominada Modernidad. Los porcentajes de mujeres ejecutadas frente al de hombres pasa a ser superior al 80 e incluso al 90%. Las ejecuciones tuvieron lugar, sobre todo, en Francia, Holanda, la zona del Rin, el norte de Italia, también en España y Portugal aunque con menos intensidad.
Las mujeres se jugaban mucho en este periodo y, sin embargo, fue un periodo fructífero en producciones de largo alcance, tanto en el campo espiritual como en el científico y literario, eso sí, siempre tuteladas por algún personaje masculino, desde reyes y papas, a padres y profesores. Obras, a veces, destruidas o postergadas por la censura como ocurrió con Teresa de Jesús cuyo escrito Camino de perfección no se publicó hasta después de su muerte.
Durante tan largo periodo, son muchas las mujeres que destacaron tanto en el terreno de la mística como de la ciencia. Seleccionaré a aquéllas que se acercan más a lo que se me ha pedido. Una de estas mujeres fue Teresa de Jesús (1515-1582) no sólo por su grandiosa experiencia mística recogida en sus escritos sino también por la enorme[6] influencia que tuvo en la sociedad de su tiempo y por su defensa de las mujeres. A decir de Forcades, Teresa de Jesús deja en sus escritos muy claro su plena conciencia del problema de las mujeres tal y como lo define el feminismo actual. En más de una ocasión tuvo el pie en el cadalso por lo que defendía, por suerte fue salvada gracias a los amigos influyentes que la defendieron.
María Jesús de Agreda (1602-1665), también conocida como la venerable de Soria o la dama azul, titulo de una novela[7]. Pese a la Inquisición se permitió publicar en España su obra gracias al rey Felipe IV, amigo de ella durante al menos 24 años, tiempo en el que mantuvieron una amplia correspondencia (unas seiscientas cartas privadas), no sólo de temas teológicos, también sobre temas de organización del estado y de temas políticos estratégicos.
No puedo dejar de mencionar a Sor Juana Inés de la Cruz. Nacida en Nueva España (México) en 1648 ó 1651, en pleno Barroco, hija de un militar vasco y madre criolla. Fue una acérrima defensora de la libertad de expresión y del papel que las mujeres deberían desempeñar tanto en la iglesia como en lo político-social. Después de que Juana se opusiera, con argumentaciones contundentes, a las tesis defendidas por el eminente jesuita portugués Antonio Vieira, se la prohibió escribir ni una palabra (cuentan que después de su muerte se encontró un poema a medio escribir en su celda). El escritor y premio nobel Octavio Paz reivindica su memoria en Sor Juana Inés de la Cruz o las Trampas de la Fe (F.C.E 1983).
Otra gran mujer, Bathsua Makin (1600-1675) profesora de lenguas antiguas y modernas en la escuela que dirigía su padre, a los 73 años defendía así la necesidad de educar a las niñas: “Si hay alguien tan vanidoso para estar contento con el adiestramiento tipo primate que prevalece en nuestros días, y desea que sus hijas sean vestidas por fuera como muñecas en lugar de engalanadas interiormente con el conocimiento, dejadle hacer; pero que luego no se quejen si estas marionetas se casan con bufones y engendran y crían una generación de babuinos, más parecidos a los primates y caballitos de feria que a los humanos…”[8]
Curiosos son los casos de Elena Cornato (1646-1684): llegó a dominar siete lenguas y sus conocimientos científicos fueron muy tenidos en cuenta así como sus debates teológicos en la universidad de Padua. A pesar de ello y de los esfuerzos de su padre, no la permitieron ser doctora en teología y tuvo que conformarse con ser doctora en filosofía. Una vez obtenido el título se hizo oblata benedictina y se dedicó a cuidar enfermos. Sus escritos que incluían tratados espirituales y discusiones filosóficas y teológicas, fueron publicados póstumamente. Fue la primera mujer doctora.
En 1733, Laura Bassi (1711-1778) estuvo bajo la tutela del cardenal arzobispo de Bolonia Lambertini, futuro papa Benedicto XIV, y obtuvo el doctorado en física a los 22 años. Bassi pidió a la universidad una responsabilidad docente y que la pagaran un sueldo, hecho que levantoó la ira hasta de algunos de sus admiradores. ¡Cómo iba a ser posible que una mujer quitara un puesto de trabajo a un hombre! De nuevo la mediación de Labertini, convertido ya en Papa, resuelve el problema argumentando lo beneficioso que sería para la ciudad de Bolonia y su universidad, que tuvieran una mujer en sus aulas. Tiempo después, se casa con un físico y de nuevo se levanta un revuelo pues se rompía el ideal masculino de que ella era lo que era por ser virgen-pura; el nuevo rol de esposa-madre amenazaba su carrera pero no fue así, continuó su trabajo, tuvo 8 hijos y le vivieron 5, e incluso pidió una subvención a la universidad para montar en su casa un laboratorio de electricidad.
María Gaetana Agnesi (1718-1799) matemática de gran renombre, en 1749 la Academia de Ciencias de Paris reconoció su obra como el mejor tratado de matemáticas existen; Para poner en duda sus hallazgos se dijo que su padre era matemático cuando se sabe que era comerciante de seda. De joven quiso ser monja pero su padre no lo permitió así que tras la muerte de éste, cambió las matemáticas por la teología y se dedico al cuidado de las personas enfermas; Hay como tal vez sepan numerosos ejemplos uno de ellos el de la humanista Oliva Sabuco de Albacete 1562, autora de un sorprendente y valioso tratado de medicina renacentista que pretende integrar cuerpo y espíritu, costó mucho reconocer que lo había escrito una mujer.
Todos estos casos ponen en evidencia de como las creencias epocales pueden conducir a los seres humanos, hombres y mujeres, hasta la muerte, -recordemos a Giordano Bruno, o el tremendo proceso que sufrió Galileo Galilei, o la quema en la hoguera de Miguel Servet- generando mucho dolor y sufrimiento por la violencia tanto interna como externa que se ejerce sobre los seres humanos. Pero lo más tremendo es que lo descrito hasta aquí no nos es ajeno[9], pues esas creencias aún siguen vigentes de muchas maneras y, por desgracia, no son casos aislados sino que siguen estando en el ADN de nuestra cultura y me atrevería a decir de todas las culturas sobre esta tierra y no con menor virulencia que antaño sino todo lo contrario, basta con observar lo que está ocurriendo en el mundo para darse cuenta del aumento de la violencia en todas sus formas, por ser de otra etnia, de otra religión, de otro partido, de otro equipo de futbol, etc., de la crispación que se da en la calle, en lugares de trabajo, incluso el maltrato que nos damos a nosotros mismos y a veces a nuestros seres queridos.
Lo trágico de las creencias es que se asientan ellas mismas sobre creencias que se dan por verdaderas y eternas. Una de las justificaciones mas tremendas ha sido y es la de asentar algunas creencias como pertenecientes a la naturaleza humana, por lo cual no pueden ser cambiadas, o bien porque han sido reveladas a ciertas personas por un dios, al que colocan como dios verdadero, por lo que hay que perseguir e incluso matar a aquellos que no tienen ese dios o difieren de lo revelado, etc. Por suerte en amplios sectores de la población se ha comenzado a dudar de esas afirmaciones, pero queda mucho por recorrer.
De los miles de personas que a lo largo de la historia han levantado y levantan sus voces contra ese valor otorgado a las creencias, voy a mencionar el libro Poder femenino y dominio masculino[10], en el que rechaza el argumento de la subordinación universal femenina. Sostiene que el dominio masculino no es inherente a las relaciones humanas sino una solución a diversos tipos de tensión cultural. Esta reflexión es importante pues saca las creencias de los seres humanos del reino de la naturaleza para situarlas en el ámbito de la cultura.
Silo en varios de sus escritos describe cómo se van generando las creencias apoyándose en el funcionamiento de la conciencia y en el papel que las imágenes desempeñan dependiendo de su ubicación en el espacio de representación[11]: “El hecho de que el ser humano no posea una “naturaleza” del modo en que la tiene cualquier objeto, el hecho de que su intención tienda a superar las determinaciones naturales muestra su historicidad radical. Es el ser humano el que se constituye y se construye en su acción-en-el-mundo y con ello dota de sentido a su transcurrir y al absurdo de su inintencionada naturaleza”. El ser humano es el ser histórico y social capaz de transformar su propio cuerpo. Es decir el ser humano se constituye a sí mismo, no viene nada dado definitivamente, todo está en proceso, en movimiento, hoy somos, porque fuimos y seremos. Nadie es así porque sí, así que esa creencia que a veces manifestamos diciendo: “yo soy como soy y quiero ser como soy, y a mí no me cambia nadie”, se nos presenta como un poco ingenua.
Gracias a que somos seres históricos podemos avanzar hacia aquello a lo que aspiramos, buen ejemplo son los casos de esas mujeres y hombres mencionados con anterioridad que a pesar de las duras condiciones impuestas por las creencias socio-culturales de su medio estas mujeres llevaron adelante sus propósitos, no con la libertad que ellas hubieran deseado, pero hicieron su parte para humanizar su sociedad y gracias a ellas y a pesar de reconocer que aún hoy en día siguen vigentes esas creencias, se ha avanzado mucho, pero mucho, en los derechos no sólo de las mujeres sino de todos los seres humanos a nivel planetario, evitando mucho dolor y sufrimiento.
Urge la Necesidad de cambiar las creencias elevando el nivel de conciencia
Hasta no hace mucho tiempo, en Europa las mujeres no podían votar porque no se las consideraba “mayores de edad”; si se casaban pasaban a ser “señoras de…” quien fuese su marido, quedaban bajo el dominio masculino; si eran solteras la tutela seguía siendo de los padres o de los hermanos mayores, lo mismo que ocurría con los ejemplos expuestos anteriormente. Algunas de vosotras podréis recordar que, en España hasta pasados los años 40 del siglo XX, las mujeres no podíamos conseguir el pasaporte sin el consentimiento del marido o simplemente abrir una cuenta bancaria. No vamos a hablar de las atrocidades que se han cometido contra las mujeres y el sufrimiento provocado por “morales” que se presentaban como palabra de dios y las poblaciones tanto las mujeres como hombres se lo creían y creen. Por suerte, hoy puede hablarse de ello y puede denunciarse pero aún estamos muy lejos de su erradicación.
En este momento las sociedades y las culturas ya están, estamos, en situación de avanzar sobre las creencias heredadas, algunas, desde antes del neolítico. Es hora de que hombres y mujeres comencemos de nuevo a mirarnos, no como si perteneciéramos a bandos separados y además enfrentados sino como seres humanos, caminando hacia una Nación Humana Universal, eso sí muchas diferencias adentro, las diferencias como riqueza y no como razón que justifique la violencia.
Hoy no es suficiente con que se reconozcan en las leyes la igualdad de derechos, es necesario que en la práctica exista la igualdad de oportunidades para todos los seres humanos sin tener en cuenta si es hombre o mujer, pobre o rico, blanco o negro, católico o hinduista. Todos los seres humanos por el hecho de haber nacido tienen derecho y se les tiene que dar la oportunidad de acceder a la sanidad de primer nivel, a la educación, a una vivienda digna, a comer y que los gobiernos no digan que ya es así, porque faltan a la verdad, son iguales en el “papel” y en las palabras que se dicen, pero no en la práctica.
Las mujeres citadas han unido conocimiento y espiritualidad; se hicieron preguntas que aún hoy nos hacemos, diría que todos los seres humanos: ¿De dónde vengo? ¿Quién soy?, ¿Qué sentido tiene la vida?, ¿Ciertamente la vida termina con la muerte?, ¿Qué es la muerte? Estas preguntas y muchas más nos las hacemos en lo profundo de nosotros mismos, en momentos interesantes de nuestras vidas; estas preguntas no vienen de afuera, ni de dioses externos, ni de seres humanos que se arrogan el derecho de decir lo que es verdadero o no lo es; esas preguntas salen del fondo de la conciencia, así como el amor verdadero sale del fondo del corazón[12]. Esas preguntas desde hace tiempo, han sido secuestradas, censuradas por el racionalismo y el pragmatismo reinantes y se han dejado en manos de las religiones externas, ¡claro no son cosas importantes!, no dan dinero, ni prestigio, ni reconocimiento, etc., Es urgente rescatar la propia subjetividad y hacerla visible con libertad.
Es necesario y urgente romper con el individualismo feroz en el que estamos inmersos y comenzar a valorar al otro, a los otros, a ocuparnos unos de los otros, a reconocernos en el sufrimiento y en la alegría del otro.
Hay que dejar que fluya el amor y la bondad hacia los otros sin cortapisas. Pero ¿En qué puedo apoyarme para avanzar? En la experiencia íntima que me da la vuelta de la acción. Cuando hago algo puedo registrar, es decir puedo sentir adentro, si lo hecho me da alegría, bienestar y a quienes me rodean también o, por el contrario, se desata en mi interior un revoloteo de sufrimiento y contradicción. Cuando el pensamiento, el sentimiento y la acción van en la misma dirección se experimenta una gran unidad interna, que se traduce en bienestar, en amor por uno y por los demás, en fuerza, en tranquilidad, hasta parece que el sol brilla más. Es urgente que atendamos a nuestros registros internos y no nos dejemos llevar por las creencias heredadas sobre lo que hay que hacer. Tenemos que dejar de censurar y de censurarnos acerca de los que es más importante para nuestras vidas y hacerlo visible e ir a por ello alejándonos cada vez más de aquello que nos hace infelices y sufrientes.
¿No es locura que se vaya tras el dinero y el prestigio y el qué dirán y abandonemos aquellos que realmente necesitamos? Esto que digo no es moralina barata, como la que nos venden y creemos y sacrificamos nuestras vidas en pos de ello. Cada uno encontrará en si mismo aquello que realmente necesita.
Permítanme que les diga en base a mi experiencia que no hay principio moral más alto que la conocida como Regla de Oro, que ha sido formulado a lo largo de la historia de diferentes maneras y que Silo formuló así: “Aprende a tratar a los demás del modo en que quieres ser tratado”[13]. Llamo la atención sobre la palabra aprende, porqué sí tenemos que aprender a tratarnos y tratar bien a otros, tenemos que aprender a romper el individualismo, tenemos que aprender a superar el dolor y el sufrimiento en nosotros, en nuestro prójimo y en la sociedad humana. Tenemos que aprender a reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás. Esto que suena tan sencillo requiere mucha atención a la hora de vivir la vida; requiere elevar el nivel de conciencia para pasar a un nivel de vigilia atenta, requiere tomar las riendas de nuestra vida.
[1] Teresa Forcades I Vila (2011): La Teología Feminista en la Historia. Fragmenta edit.
[2] Claudia Salé (2013): La mística femenina en la región Renano-Flamenca. (Siglos XII y XIII, Noroeste de Europa).Parques de Estudio y Reflexión La Belle Idée
[3] Silo (2002): Diccionario del Nuevo Humanismo. Edit. Oscar Elegido González-Quevedo.
[4] Obr.cit.pg.24
[5] Ob. cit.pag 26.
[6] Para profundizar en este campo ver el libro de Juan Espinosa “El corazón de la mística. Teresa de Juan de la Cruz-Ignacio de Loyola- Dôgen- Ibn Arabi- Miguel Molinos”.
[7] Javier Sierra (2008): La Dama Azul, edit. Planeta.
[8] Forcades, obr.cit. pg. 97.
[9] “La escritora mallorquina María Antonia Oliver en 1970, cuenta que su tía la pide que la firme su novela y luego se lo pide a su marido Jaume Fuste, éste la dice que porque lo va a firmar él si no lo ha escrito y la tía le responde; venga, va, no me harás creer que María Antonia ha escrito un libro sola.”
[10] Sanday, Peagy R. (1986): Poder femenino y dominio masculino. Sobre los orígenes de la desigualdad sexual. edit. Mitre
[11] Silo (1990): Contribuciones al pensamiento, pg.28. edit. Plaza y Valdés
[12] Arenga de la Curación del Sufrimiento, (1969) en “Silo a cielo abierto”. www.silo.net
[13] Silo (2008) en El Mensaje de Silo. Pg.140. edit. EDAF.
Autora: Aurora Marquina es Doctora en Antropología y ha sido profesora de en la UNED. Humanista de larga trayectoria, hoy participa en el Mensaje de Silo.