Me propongo abordar cómo ha sido percibida, interiorizada o discutida la renta básica entre ambientes sindicales.[1]
Por Daniel Raventós
La renta básica no ha sido una propuesta que haya sido muy bien acogida por los sindicatos y por sindicalistas. No es una crítica, es una constatación. Con algunas excepciones, entre las que cabe destacar: Unite, el principal sindicato británico, algunos importantes líderes de la principal federación de sindicatos norteamericanos AFL-CIO, también algunos cuadros y militantes de CCOO, de CGT, el sindicato vasco Ezker Sindikalaren Konbergentzia, que ha realizado aportaciones realmente interesantes a la visión de la renta básica,[2] entre otros. En todo caso, algo poco más que simbólico en estos momentos. Las objeciones del mundo sindical han estado basadas en argumentos que intentaré sintetizar a continuación.
1) Se argumenta contra la renta básica que los sindicatos perderían fuerza porque debilitaría su potencial de acción colectiva, ya que la renta básica aumenta el poder de negociación individual de los trabajadores. Al aumentar el poder de negociación individual, la capacidad colectiva de la clase trabajadora quedaría debilitada y podría convertirse en un “sálvese quien pueda” insolidario.
2) Como el grueso de la afiliación sindical está compuesta mayoritariamente por trabajadores con contratos de trabajo estables a tiempo completo y bien pagados en relación a la media (entiéndase, bien pagados “en relación a”, es decir, que los otros están peor pagados) algunos sindicalistas opinan que esta facción de la clase trabajadora podría salir perdiendo económicamente debido a las reformas fiscales que se requerirían para poder financiar una renta básica.
3) Un tercer argumento supone o asegura que la renta básica podría servir de pretexto para desmantelar el Estado del bienestar: educación y sanidad públicas, principalmente.[3] Materia sensible al mundo sindical porque se ha luchado mucho para tener unas buenas sanidad y educación públicas y también se ha luchado contra el ataque a las mismas. La renta básica sería “un cheque” a cambio de la privatización y degradación de las que fueron en su momento buenas sanidad y educación públicas.
4) Se ha aducido también que los empresarios harían presión para reducir los salarios ya que con la renta básica éstos argumentarían que parte de los salarios estarían cubiertos. Argumento que a veces se acompaña con el de “los alquileres”. Si se ha dado en algún momento algún tipo de ayuda a jóvenes, por ejemplo, para conseguir menos difícilmente la vivienda, los propietarios han subido los alquileres. Ergo, lo de los alquileres se traslada a los salarios.
5) La renta básica se opone a la cultura del empleo que ha sido hegemónica, como no podía ser de otra manera, en el mundo sindical. El hecho de ser una propuesta que desvincula la existencia material del empleo y de los derechos a él vinculados, resulta otra de las objeciones fundamentales, sea formulada en estos o en parecidos términos, de gran parte de los sindicatos. Philippe Martínez, secretario general de la CGT francesa, lo expresó de una forma clara en una entrevista muy reciente que se reproduce en Sin Permiso: “Nosotros pensamos que el trabajo es estructurador en la vida, un lugar de socialización, de relaciones, algo que evita encerrarse y disolverse a la gente, siempre que las condiciones sean decentes. Por eso tenemos ciertas reservas sobre la renta básica.” Una manera prudente de expresarlo, pero que no ofrece la menor duda.
5b) Una variante importante de esta objeción sindical es que lo importante es el pleno empleo. Dar trabajo remunerado a la gente es lo que da dignidad y lo demás son paliativos.
6) La renta básica podría adormecer o apaciguar la capacidad de lucha de la clase trabajadora al asegurarle una mínima existencia y ello comportaría que los empresarios puedan hacer y deshacer sus proyectos con mayor tranquilidad. Esta situación acabaría redundando en una mayor explotación de la clase trabajadora porque la pasividad que comportaría la renta básica acabaría perjudicando sus condiciones salariales y de bienestar social.
Las respuestas a estas 6 objeciones de los sindicatos han sido abordadas desde hace tiempo y de forma no exactamente coincidente, pero un resumen, siguiendo el mismo orden va como sigue.
1) El poder de negociación individual de los trabajadores, con una renta básica, aumentaría sin ninguna duda, posibilitando la salida del llamado mercado de trabajo cuando las condiciones se consideran inaceptables. Pero que el poder de negociación individual aumente no significa que deba salir perjudicado el poder de negociación colectivo sindical. Como algunos pocos sindicatos y muchos más sindicalistas han visto, muy al contrario, en caso de huelga de larga duración una renta básica podría actuar como una caja de resistencia. Una huelga de larga duración es muy difícil de sostener por la pérdida grandiosa de salario en proporción a los días de la misma.
2) Cada vez es mayor el número de personas asalariadas que no tiene contratos estables a tiempo completo. Es más, el contrato estable, lo que hace pocas décadas se llamaba “contrato fijo” es algo que no existe. Excepto los funcionarios públicos, nadie tiene el puesto de trabajo “fijo” como equivalente de “asegurado”. El posible conservadurismo de algunos trabajadores con contratos relativamente bien pagados (“es una vergüenza que haya gente que cobre ‘sin hacer nada’ mientras yo tengo que levantarme a las 6 de la mañana para ganarme el pan”), contrarios a la renta básica, no debe hacer perder de vista el inmenso número de personas en situación contractual peor que saldrían ganado.[4] Además hay un error técnico con esta prevención sindical que ahora no puedo desarrollar, pero que ha sido explicado en otras ocasiones: la inmensa mayoría de afiliados a los sindicatos saldrían ganando con una renta básica como la propuesta.
3) Sobre la “destrucción” del Estado de bienestar. Lo hemos escrito muchas veces, pero no importa repetirlo: los defensores de derechas pretenden desmantelar el Estado del bienestar “a cambio” de la renta básica. Los de izquierdas pretenden una redistribución de la renta de los más ricos al resto de la población y el mantenimiento, o incluso el fortalecimiento, del Estado del bienestar. Una retorcida, pero quizás propagandísticamente efectiva forma de embrutecer la discusión o de confundirla es meterlos a todos en el mismo saco. Hay quien incluso niega que la renta básica sea de derechas o de izquierdas.[5] Pero esto pertenece más al museo de las curiosidades estrambóticas que a cualquier campo de mínimo interés. Por esta razón, en el último congreso de la Red Mundial para la Renta Básica (BIEN, por sus siglas en inglés), celebrado en Seúl en julio de 2016, dicha organización, que agrupa a secciones de todos los continentes (entre otras la Red Renta Básica desde el año 2002) y a estudiosos y activistas de muy diverso signo ideológico, decidía por mayoría que, tras el giro neoliberal del capitalismo, no se puede dejar espacio ya para la ambigüedad. Así, a partir de entonces a la definición tradicional de la renta básica -un ingreso individual, universal e incondicional-, recogida en sus estatutos, se añade el siguiente redactado: “[…] y suficientemente alto como para que, en combinación con otros servicios sociales, constituya parte de una estrategia política para eliminar la pobreza material y para facilitar la participación social y política de cada individuo. Nos oponemos a la sustitución de servicios sociales o derechos […]”.
4) Que los empresarios pujarán para intentar reducir los salarios con una renta básica, es el mismo argumento que se ha llegado a dar por parte de los sindicatos en Italia, por ejemplo, para impedir que se instaure un salario mínimo interprofesional. Opinión que los sindicatos de los Estados en donde existe un salario mínimo interprofesional no solamente no comparten sino de la que discrepan ferozmente. Parece como si el mismo argumento sirviese para justificar la situación “x” y su contraria. Ello no es lógicamente posible.
5) Sin entrar en este punto a las perspectivas del empleo por robotización que deben ser consideradas racionalmente en cualquier análisis que se haga sobre el futuro del trabajo remunerado, la renta básica, aunque efectivamente desvincula la existencia material del empleo y de los derechos a él vinculados, no es incompatible ni se opone al empleo. Proporciona una forma flexible de compartirlo. A quien trabaja remuneradamente mucho, tiene con la renta básica más fácil reducir su horario de trabajo. En palabras de Van Parijs: “Permite a quienes no tienen trabajo escoger el trabajo así liberado, tanto más fácilmente en la medida en que pueden hacerlo sobre la base de un tiempo parcial. Y el suelo firme que proporciona la renta básica permite un tránsito más fluido entre empleo, formación y familia, lo que debería reducir la aparición del agotamiento y la jubilación temprana, permitiendo que la gente extienda el empleo a una parte más prolongada de su vida.” El reparto del tiempo de trabajo se vería incentivado porque personas que en algún momento de su vida precisasen de mayor tiempo por distintas razones (cuidado de alguna persona, estudios, descanso…) tendrían mayores posibilidades de elegir con una renta básica que sin ella.
5b) En esta variante de la objeción disponemos al menos de una respuesta fáctica y otra normativa. Empecemos por la primera. Desde 1978 hasta hoy, para Estados de la OCDE, el campeón mundial es el Reino de España, lugar donde la tasa de desempleo ha superado 25 años, de 1978 a 2015, el 15%. El segundo Estado en tan triste competición y a muchísima distancia es Irlanda con 9 años, y el tercero Eslovaquia con 8. Ser partidario del pleno empleo es admirable, casi heroico (en el caso del Reino de España, propio de mentes ciclópeas cargadas de buenos deseos), pero además hay que especificar si se habla de un pleno empleo en condiciones semiesclavas o en condiciones dignas. Los sindicatos seguro que apuestan por las segundas, la pregunta es: ¿no es la renta básica una medida interesante mientras no se llega a esta situación de pleno empleo en condiciones dignas? El componente normativo se dirige a las aseveraciones frecuentes más sentimentales que racionales del tipo “el trabajo dignifica”. Hay muchas más razones normativas para asegurar que lo que dignifica es tener la existencia material garantizada. Muchos autores, tan distintos en tiempo y formación como Aristóteles y Marx, no tenían la menor duda de que el trabajo asalariado es “esclavitud a tiempo parcial”. Y esclavitud es la palabra contraria a cualquier consideración interesante de libertad.
6) Sobre la pasividad de la clase trabajadora que comportaría una renta básica: lo que indudablemente puede constatarse es que la situación provocada por la crisis económica y las políticas económicas que se han puesto en funcionamiento a partir de entonces, ha provocado una situación de miedo a perder el puesto de trabajo y a aceptar cada vez condiciones de trabajo peores. Como los propios sindicatos constatan. Miedo que constatan y que a menudo sirve para justificar la no convocatoria de movilizaciones. El efecto disciplinador que supone una cantidad muy elevada de trabajadores en paro, que ya fue estudiado por economistas como Michal Kalecki, actúa de forma implacable. Efecto disciplinador que se traduce en aceptación casi acelerada de condiciones salariales y de trabajo más precarias ante el miedo a la “pérdida principal”: la del puesto de trabajo. Es una parte, pero una parte importante, de la historia de estos casi 10 años de crisis y política económicas austeritarias. Una renta básica rompería este efecto disciplinador que dispone el capital contra la población trabajadora. Algo que los sindicatos deberían valorar muy seriamente.
A buen seguro que no están todos los argumentos que desde el mundo sindical se han aportado contra la renta básica y sus correspondientes respuestas, pero los seis apuntados han sido los más repetidos y, me atrevería a decir, los que más extendidos están entre las personas que se dedican al sindicalismo y han pensado sobre esta propuesta. Para lo que pueda servir.
(Agradezco los comentarios realizados a un borrador de este artículo por mi viejo amigo y camarada de tantas luchas sindicales Carles Alonso “Litus”. Por supuesto, la responsabilidad de las afirmaciones y de los probables errores que pueda tener este artículo es solamente mía.)
Notas:
[1] Es completamente independiente de la argumentación principal mi relación con el sindicalismo, es decir, no añade ni resta nada, pero para evitar alguna posible mala interpretación, lo dejaré claro: estoy afiliado a CCOO desde 1977, es decir pronto hará 40 años, he tenido en algunos largos períodos responsabilidades de representación de los trabajadores en comités de empresa por parte de este sindicato, es decir, difícilmente, sea la que sea mi opinión sobre lo bien, regular, mal o fatal que lo esté haciendo este sindicato entre otros, podrá achacárseme que me miro el sindicalismo “desde fuera” y, menos aún, de forma hostil.
[2] Alguna muy reciente, como el monográfico de la revista de este sindicato Gaiak, de noviembre de 2016, íntegramente dedicada a la renta básica incondicional. En este número podemos leer: “a través del modelo de rentas mínimas garantizadas y condicionadas no se llegará a la renta básica incondicional” (p. 21). Y explican a continuación de forma muy convincente y ecuánime por qué.
[3] No me resisto a copiar, por si alguien piensa que me dejo llevar por la exageración, lo que se puede leer en el último número de la revista de izquierdas mientrastanto en una reseña de la película In The Same Boat: “…la renta básica universal (que no es una medida milagrosa, porque puede ser la definitiva voladura del estado del bienestar).” Vean, la renta básica sería, nada más y nada menos, que “la definitiva voladura”. No comment.
[4] Adviértase que esta “animadversión” tan extendida no es algo sobre lo que la renta básica tenga la exclusividad. Como recordábamos en un artículo reciente con Jordi Arcarons y Lluís Torrens, llegó al conocimiento de los servicios sociales del ayuntamiento de Barcelona, que está entregando una ayuda de 100 euros mensuales por menor de 0-16 años a las familias de la ciudad por debajo del umbral de riesgo de pobreza (casi 20.000 menores del total de 225.000 de su grupo de edad) para gastarse en bienes de primera necesidad, esta situación: “El jueves 27 de octubre llamó XXXXX, que trabaja en la gran superficie YYYYY. Comenta que todas las cajeras están hartas de ver como las tarjetas de Barcelona Solidaria se utilizan para todo: maquillaje, colonias de marca, alcohol, televisiones de grandes dimensiones, para todo menos para comer e higiene. La mayoría gana 800 euros al mes, no pueden acceder a tener una tarjeta y les molesta este mal uso de la tarjetas.” Y decíamos en el mencionado artículo: “Alguien llamó a esto la guerra de los penúltimos contra los últimos, el germen del populismo de derechas. Parece normal que los ricos no quieran pagar más impuestos para que se redistribuyan hacia los pobres, pero que el segundo escalón más bajo, los que trabajan y ganan menos de lo que necesitarían para vivir en una ciudad como Barcelona, se ponga del lado de los ricos solo es consecuencia del lavado de cerebro que les han practicado los primeros, de las políticas equivocadas de rentas condicionadas y del asistencialismo caritativo-paternalista (de profundas raíces monoteístas) que impregna nuestra sociedad. Algo que podríamos cambiar con una renta básica en donde también estas cajeras pudieran beneficiarse de ella o incluso quedarse en casa hasta que su trabajo fuera mejor valorado.”
[5] Pensando en aquellos que puedan ser de la opinión, una vez más, de que exagero, ahí va un ejemplo entre unos cuantos para elegir: “Un salario mínimo universal genera dependencia del Estado para evitar catástrofes. Como ves, derecha e izquierda tienen un escenario de encuentro por dos razones distintas. El Salario Mínimo Universal no será de derechas o de izquierdas, simplemente será.”
Autor: Daniel Raventós es profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona, miembro del Comité de Redacción de sinpermiso y presidente de la Red Renta Básica. Es miembro del comité científico de ATTAC. Junto con Jordi Arcarons y Lluís Torrens, pronto publicará un libro (DESC y Ed. Catarata) dedicado a todos los detalles de la financiación de la Renta Básica.