Transcurren los primeros cuarenta minutos del día 30 de noviembre, cuando este corresponsal escribe la crónica del acto de masas celebrado en la Plaza de la Revolución, La Habana, donde la capital cubana se ha encontrado para despedirse del fallecido Fidel Castro.

Los concurrentes comenzaron su llegada desde antes de la cuatro de la tarde, aun y se iniciaría la actividad a las siete de la noche, cuando aún queda algo de sol del trópico. Estudiantes de todos los niveles educacionales, trabajadores, ancianos, extranjeros que iban desde Cataluña, el País Vasco, pasando por Chile, hasta Timor Oriental, se concentraron ante la estatua de José Martí -Héroe Nacional de la República – y las imágenes de Ernesto Che Guevara y el comandante guerrillero cubano, Camilo Cienfuegos. Esta vez, por ahora de manera provisional, acompañaban -tanto en el Teatro Nacional como en la Biblioteca José Martí-, sendas gigantografías del recién desaparecido líder revolucionario.

Las muestras de dolor y lealtad a quien fue el máximo jefe de la revolución, siguen siendo impactantes. Una anciana de 79 años de edad, acompañada de dos de sus nietos, estuvo de pie todo el acto -que alcanzó las casi cinco horas-, pues consideraba ofensivo a la memoria de su líder aceptar un asiento o descansar sobre un lienzo en el asfalto.

En el principio de la noche, en el cielo, solo se distinguía una estrella, corriéndose el rumor que ese era el espíritu de Fidel y la bandera cubana, algo muy típico de un pueblo que no olvida como el ocho de enero de 1959, una paloma blanca -que en la mitología afrocubana representa a Obbatalá, deidad de la sabiduría- se posó en el hombro del entonces joven Comandante en Jefe del Ejército Rebelde.

Las masas han escuchado a 13 oradores que han venido a Cuba en nombre de sus gobiernos y pueblos. El primer discurso lo pronunció Rafael Correa, en representación del Ecuador y la Revolución Ciudadana. El público, acostumbrado a palabras vibrantes como esas, reaccionaba como si fuera un dirigente de su propio país.

Esto sucedió de igual forma con Evo Morales, que inició dando vivas a Cuba y Fidel, como con Nicolás Maduro, el último de los invitados foráneos que habló en la tribuna y quizá el más esperado por todos -después de Raúl-. En menor medida pero con mucha alta empatía fueron recibidos Daniel Ortega y Sánchez Cerén –Nicaragua y El Salvador, respectivamente-.

Con buena parte de los no hispano-parlantes –Belarús, China, Rusia, Vietnam, CARICOM, Sudáfrica, Irán- que se dirigieron a los reunidos en esa noche la dinámica establecida fue algo más lenta. Con un sistema de oratoria muy distinto al que se habitúa entre los pueblos hispanos, además de que debido a la traducción sus intervenciones se convertían en el doble del tiempo, algo que conspiraba en contra de estos visitantes.

Sin embargo, la presencia de Enrique Peña Nieto molestó a muchos e hizo que no pocos recordaran a los 43 de Ayotzinapa y los doce profesores baleados en protesta pacífica en mayo pasado. El resultado fue que algunos bajaron sus banderas y no aplaudieran al mandatario mexicano.

Alexis Tsipras, a pesar del desencanto provocado en no pocos sectores de la izquierda mundial, fue recibido con aplausos cerrados y el idioma griego no fue limitante para que se le dedicase atención y vítores.

A su vez, muchos se extrañaron ante el silencio de José -Pepe- Mujica, siendo el ex-guerrillero uruguayo un personaje muy popular y querido entre los cubanos.

El general presidente Raúl Castro Ruz, ovacionado como fue antes el fallecido líder, fue quien cerró el homenaje a su hermano, haciendo un recuento de los principales hechos históricos en la Plaza de la Revolución junto a Fidel Castro y llamando a seguir a Santiago de Cuba.

Los asistentes, aunque extenuados, regresarán en la madrugada al Malecón habanero para decir adiós a alguien que nunca más volverá a La Habana, pues sus restos descansarán en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba, junto a José Martí, de quien Fidel adoptó su ideario, matizando al marxismo y haciéndolo cercano y posible al Caribe, con la intención de construir un socialismo que, si bien apoyado por la Unión Soviética, no pecara de los mismos errores.

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1:52 am.