Especial para «La Barraca»
«Después, muchos años después, entenderá que lo más insoportable de los muertos es que están en todas partes»
Martín Caparrós
Una pequeña explicación inicial. Fui amigo del autor de la frase con que encabezo este textículo. Ya no. Cosas de la grieta, quizás. Pero sigo leyendo algunas de sus obras. La cita está extraída de «Echeverría» (pág. 180, Anagrama, 2016), su novela histórica más reciente. Martín es un cronista formidable, de los mejores en nuestro idioma, un novelista desparejo tirando a mediocre, pero sobre todo, es historiador dice su curriculum. Y aquí se le nota. La construcción del protagonista suena, a veces, como un intento de alter ego. Ni unitario ni federal sino todo lo contrario, diría Ubaldini. Algo así se pretende, me parece yo que lo conozco, quien hoy mira desde España estos avatares de la historia nuestra. También suya. Pero dejemos tranquilo a Caparrós, el caparrosista.
Cuando supe que Fidel se había muerto y vi y leí las notas periodísticas recordé un viejo artículo mío en el que hacía referencia a los nombres propios.
Hagamos un ejercicio de imaginación ucrónica. Vamos a suponer que se muere el actual presidente de Brasil, Michel Temer. El desafío es «ver» un titular que diga «Murió Michel». No parece verosímil, ni siquiera entre los dieciséis partidarios que le queden a esa altura de la soireé. O «Falleció Donald» si es que a Trump le da un patatús cardíaco en plena orgía financiera.
Y aquí viene mi apuesta más local, más fuerte. Mauricio Macri se presenta a rendir Mamarracho III y aprueba. De la alegría, casi diría mejor, de la sorpresa le da un bobazo y, de inmediato, se ponen en marcha las instrucciones de «Conducta en los velorios», de Cortázar. «Vamos porque hay que ir…» y lo que sigue. Pese al grado alto de popularidad de que goza entre sus primos, colegas y demás mediáticos y judiciales favorecidos no me puedo acomodar los anteojos para leer una necrológica que se titule «Dejó de existir Mauricio». En fin, quede claro que lo mío es apenas un ejercicio de imaginación, un intento de reflexión inocente y no, como supone cierto lector o lectora cómplice, unas expresiones de deseo. Sigo.
Si digo Evo, si digo Pepe en Uruguay, si digo Cristina o Néstor, si digo Che, si digo Rafael en Ecuador, si digo Diego, si digo Evita, si digo Comandante en Venezuela o Nicolás, si digo General en nuestro país, si digo Lula o Dilma, si digo Chicho en Chile ¿hace falta que diga algo más?.
Eso, ese síntoma, marca las diferencias. Hay colegas que parecen ponerse guantes para escribir o decir Fidel Castro. Y se les nota. Cómo se les nota.
En el caso de Fidel, su universalidad se multiplica desde el viernes 25 de noviembre de 2016. Para algunos, para los poderosos en dinero y propiedades se hará insoportable, como dice la cita inicial, su figura enraizada en los corazones populares.
Nosotros seguimos andando «y en nosotros nuestros muertos pa’que nadie quede atrás», como nos enseñó Don Ata. Otro que no necesita agregados.