El autor analiza la grave situación que atraviesa la militante social jujeña y afirma que no tiene la menor duda de que “es precisamente la muerte de Milagro Sala, lo que están buscando algunos sectores del poder”. “En su odio ideológico, clasista, xenófobo y misógino (…), la ven como un trofeo de guerra y quieren clavar su cabeza en una estaca”, sentencia.
Por Juan Grabois
Confieso que dudé en escribir esta nota y lo hago sólo ante lo desesperante de la situación. Joaquín Morales Sola, Carlos Pagni y Ricardo Roa me dieron el impulso final con sus columnas del domingo, lunes y martes respectivamente. Los tres usaron la imagen del martirio para describir la situación de Milagro Sala. Morales Sola, uno de los primeros en marcar las irregularidades de este proceso kafkiano, enuncia en toda su crudeza un objetivo que sin perjuicio de la diversidad de nuestras motivaciones, muchos compartimos. Frente a las maquinaciones de los que quieren ver sangre, intentamos abrir los ojos ciegos del Ingeniero Mauricio Macri, único que puede y debe “evitar que se convierta en mártir”.
El martirio -aunque no se diga explícitamente en las notas mencionadas- implica por definición la muerte. Es precisamente la muerte de Milagro Sala, ya no tengo la menor duda, lo que están buscando algunos sectores del poder, muy particularmente aunque no exclusivamente, en Jujuy. No es una metáfora ni una sugerencia: me refiero a su muerte física. Y si es un suicidio o una trifulca carcelaria, tanto mejor para ellos. En su odio ideológico, clasista, xenófobo y misógino que han demostrado con creces, la ven como un trofeo de guerra y quieren clavar su cabeza en una estaca. También tienen móviles menos pasionales. Se han metido en un lodazal jurídico cuyas repercusiones internacionales ya no pueden taparse: les sobran papeles en la prensa pero les faltan en el expediente. Por otro, si se sostiene la teoría del delito que impulsa la fiscalía, esto compromete necesariamente a unos cuantos personajes del establishment político y judicial jujeño, muchos vinculados a Gerardo Morales. Nada mejor que extinguir la acción mortis causa. “Se suicidó la india patasucia”, “se mataron entre negras”. Su microclima autorreferencial, infecto de odio, les hace creer que tienen la impunidad garantizada.
Sin ir más lejos, el actual intendente de San Salvador de Jujuy, Raúl “Chuli” Jorge, correligionario de Gerardo Morales, a la sazón dos veces presidente del Colegio de Arquitectos de Jujuy, durante 8 años aprobó las certificaciones de las viviendas por las que se imputa a Sala.
El ex auditor general de la nación, el radical Leandro Despouy, nunca denunció penalmente a Sala. Si existieron los delitos que le endilgan a Milagro, Despouy sería imputable de incumplimiento de los deberes de funcionario y encumbramiento. Lo mismo podría decirse del ex gobernador Eduardo Fellner y sus funcionarios, sobre cuyo rol se mantiene un cauto silencio. Todos ellos, que ejercieron el poder institucional durante los años del supuesto estado paralelo y siguen en cargos públicos, gozan tranquilos de su libertad. Todos ellos saben que en las causas contra Sala hay mucho ruido y pocas nueces. Es hora de que lo digan abiertamente.
La respuesta local a la creciente presión internacional para que cese la arbitraria detención de Sala ha sido un incremento del hostigamiento hacia la víctima que apunta a desestabilizarla psicológicamente induciendo sentimientos de indefensión, desamparo, ansiedad, angustia, aislamiento, abandono, culpa y frustración.
Ya en julio, el fiscal Diego Cusel removió a la Licenciada Laura Aguirre, psicóloga asignada oficialmente con quien Sala había establecido un excelente vínculo terapéutico, con el patético argumento de que, conforme al jefe del servicio penitenciario Víctor Morales, la licenciada “fortalecía” a la interna. Aguirre fue sumariada, amenazada y remplazada por facultativos del poder judicial que parecieran actuar en el sentido contrario e intentar debilitarla deliberadamente. Lo mismo ocurrió con todo el personal que estableciera algún vínculo de empatía o neutralidad con Sala: fue removido y sustituido por personas hostiles a Milagro. Se llegó al extremo de remplazar a la directora la Unidad Carcelaria Nº 3 de Mujeres por el Subalcaide Omar Arce, un hombre de manifiesta enemistad con Sala, para que coordinase el “verdugueo” constante que sufre la interna. Existe, asimismo, un hostigamiento evidente contra los defensores de Milagro Sala. Los doctores Paz, Ruarte y Alvarez han recibido denuncias, amenazas y atentados en el ejercicio de su profesión. Incluso la doctora Elizabeth Gómez Alcorta, una académica de respetada trayectoria en el campo de los derechos humanos (con quien co-patrocino a Sala en la querella por privación ilegítima de libertad que va haciendo lentamente su camino a la Corte Suprema), ha sido denunciada por “usurpación de títulos y honores” por el muy neutral tribunal oral federal de Jujuy, acusación irrisoria cuyo único objeto era amedrentarla.
Se ha inducido también a los familiares de los integrantes de la Tupac Amaru imputados a reprocharle a Milagro en público y privado la situación de sus seres queridos. Tanto más graves son las “presiones físicas y psicológicas” que sufrieron algunos de los denunciantes, testigos e imputados y no precisamente de Milagro Sala como repite el fiscal anticorrupción Joaquín Millón Quintana, otro correligionario de Morales. El caso de Mabel Balconte es tal vez el más grave. Horas antes de la ampliatoria de su declaración, la subieron a un auto, la amenazaron con detener a un hijo por una causa de abuso sexual que estaba cajoneada, le exigieron cambiar los abogados y desde luego su declaración para que incriminara a Milagro Sala, Andrés Larroque y Máximo Kirchner. El 15 de enero de una extraña noche, en plena feria judicial, un grupo de cooperativistas presenta una denuncia pero la fiscal subrogante Montiel consideró que sus dichos no alcanzaban para detener a Sala. Dejó ese expediente para después y avanzó con el árbol envenenado: la famosa causa de sedición que finalmente llevó a Sala tras las rejas. Cinco días después, como por arte de magia y frente a la endeblez de los fundamentos de la detención, los denunciantes nocturnos cambiaron radicalmente su declaración y, poco después, Montiel fue ascendida a fiscal de cámara. Hermoso. La investigación sobre el caso Balconte tramita lentamente en el juzgado de Servini de Cubria. Los falsos testimonios, también denunciados, duerme el sueño de los justos en los tribunales jujeños mientras se fijó, en el marco de esta estrategia de desestabilización psicológica, el primer juicio express para el 15 de diciembre que -insinúan con brutal insistencia- será un escenario de humillación y escarnio en el que harán desfilar para el show mediático a la coya maldita que “TV Führer” ya condenó. Un empujoncito más hacia el abismo.
Ayer, para despejar cualquier duda de que el lobby de un grupete de abogaditos exóticos de la ONU, un puñado de ONGs, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, un rosario bendecido, un primer ministro y un par de premios Nobel de la Paz no va a doblegar la férrea conducción del Gran Hermano Morales, el juez radical Pullen Llermanos -hombre violento, prejuicioso y adepto a las armas de fuego- dictó una sobreabundante prisión preventiva de Sala en una imputación digna de un tratado de derecho penal mágico: la instigación de una tentativa de homicidio en la que la incrimina el instigado, Paes, co-autor prófugo de dicha tentativa, quien fue… ¡sobreseído del hecho por el mismo juez! No se privaron del despliegue de fuerzas especiales y encapuchados con armas largas para trasladar a una mujer esposada. Otro oportuno empujón.
A este cuadro terrorífico se suma lo que tal vez sea el mayor elemento desestabilizante: la desesperanza que se refuerza con cada declaración que baja desde la Casa Rosada avalando lo que sucede en Jujuy. No puedo imaginar la angustia de Sala al ver desde la caja, ñata contra el vidrio, a los organismos de derechos humanos caminando hacia ella con la libertad en la mano y, acto seguido, que aparezca el Presidente de la Nación para taclearlos de atrás. La semana pasada, frente a las resoluciones de instituciones del sistema internacional de protección de los derechos humanos del que Argentina forma parte, nuestro jefe de estado realizó declaraciones cuya gravedad pasó llamativamente desapercibida para los defensores del orden republicano y la institucionalidad. Justificó la detención arbitraria de Milagros Sala de la peor manera posible: con las encuestas. “Las últimas declaraciones del Presidente avalan lo que está ocurriendo en Jujuy” afirmó al día siguiente el ministro de justicia de dicha provincia. Luego, las segundas líneas comenzaron con los ya gastados argumentos conspirativos y patrioteros, casi un eco del “somos derechos y humanos”, para descalificar la respuesta unánime de la comunidad internacional en todo su espectro ideológico.
Desde el punto de vista de la mercadotecnia política de corto plazo, es probable que el presidente tenga razón. Aun cuando la conciencia del carácter arbitrario de su detención comienza a crecer en la sociedad argentina, la percepción general sobre Milagro sigue siendo mala y es posible que tanto Morales como Macri hayan facturado políticamente su arbitraria detención, incluso que algún consultor de imagen se haya congratulado por semejante éxito publicitario. Populismo puro y duro que lejos de justificar la situación, la agrava. Otros actores de la política que confunden la verdad con las encuestas como Sergio Massa se unen al corro del prejuicio. Lo que tal vez Macri no quiera ver es que como jefe de un Estado conminado por el orden público internacional, suya es la responsabilidad y el resto juega gratis: en sus manos está la vida y la libertad de Sala. La engreída lógica de realpolitik que, como confesó Ernesto Sanz, llevó a Sala tras las rejas, también puede llevarla a la tumba. Tal vez entre la élite de una provincia feudalizada y un país embrutecido resulte simpático alardear de un pragmatismo viciado de ilegalidad, abusos y autoritarismo, carente de toda ética o sentido de justicia. No será así frente a la historia ni la comunidad internacional.
Llega fin de año: son momentos de balances y decisiones tanto para los que gozan el poder como para los desamparados. Se acerca navidad y a menudo olvidamos que bajo la estrella de belén no sólo caminaban los Reyes Magos sino los asesinos enviados por Herodes. Los que queremos a Milagro no la queremos mártir. Queremos una noche de paz, no de muerte. La queremos libre.
Fuente: Página 12