Un artículo publicado en el sitio web de l’Unitá (órgano oficial del Partido Democratico, partido de gobierno), realizado con motivo de la muerte del líder y principal protagonista, con muchos otros, de la revolución y el socialismo cubano, reafirma las muy frecuentes y abusadoras observaciones y críticas que aparecen en los medios dominantes, supuestamente “liberales”. El sentido del razonamiento del columnista está resumido, para todos los efectos, al final del artículo, cuando dice deliberadamente de forma trillada e hiperbólica: “La dictadura de Castro ha limitado (y limita) la libertad del pueblo cubano, ha transformado una colonia en una dictadura militar, en una prisión, encarcelando a homosexuales, disidentes políticos, personas inocentes, y ha convertido – de hecho – a Cuba en una Principado, y como ocurre en un principado, el título es pasado monásticamente”.
Sería conveniente sugerir a los que apoyan tales argumentos que recorran la isla no tan superficialmente, como el habitual circuito que tanto les gusta a los turistas occidentales. Tener la oportunidad de hablar con la gente, leer un periódico, darse unas vueltas por las calles y plazas, no sólo de La Habana, asistir a algunas reuniones, participar en algunas de las discusiones, haría que se encuentren con una realidad totalmente diferente. Eso sí: no es el “paraíso de los trabajadores”, no es el Edén trasplantado en la tierra, no es el mejor de los mundos posibles. Pero sí una realidad política y social viva y dinámica; una confrontación política y cultural que no tiene nada que envidiarle a las llamadas “sociedades occidentales libres”; un nivel de vida, en cuanto a la garantía de los derechos sociales, de acceso a los servicios sociales, asistenciales, de bienestar, salud, con una calidad en los servicios prestados que también muchas “sociedades occidentales” podrían mirar con envidia.
Una premisa, sin la cual sería difícil entender: la calidad de la democracia en cualquier país, y más aún en Cuba, o más bien en Italia, se mide por la calidad de la garantía de los derechos. Y cuando hablamos de derechos, de derechos humanos, se habla de una serie de derechos concebidos como fundamentales, universales e indivisibles (por definición). Aclaremos, por tanto, que la idea de que la democracia consiste únicamente en la libertad de voto por esto o por aquello, es un error. “Inclusión” en todo, no “exclusión”: los derechos, si son universales e indivisibles, no son como los pétalos de una margarita que arrancamos seleccionando los que nos gustan de los que les que nos gustan. Todo debe estar protegido y garantizado: los derechos de libertad, civiles y políticos, como los derechos materiales, económicos y sociales, como los derechos de las comunidades, de los pueblos y del medio ambiente, la naturaleza y del ecosistema de manera «global».
Se ha hablado de la calidad de la democracia y de un partido único. Cuba es un sistema de partido único, a diferencia, entre otros, del nuestro, en Italia, donde hay un vibrante sistema multipartidista. Sin embargo, el mecanismo político y el sistema electoral en Cuba hacen que no sea el partido único (el Partido Comunista de Cuba) el que determine a los candidatos y seleccione las listas electorales que serán sometidos a la votación de los electores. La votación en Cuba es “libre, igualitaria y secreta” y las nominaciones son propuestas por las organizaciones de masas (la organización de mujeres, la juventud, la universidad…) y seleccionados a través de una consulta popular organizada sobre una base distrital. Son elegidos los candidatos que hayan obtenido al menos la mitad de los votos válidos en el distrito. Los elegidos tienen un mandato revocable por los votantes del distrito mismo.
Hagamos una comparación con Italia, que en las pasadas elecciones, para no ir demasiado lejos en el tiempo, ha elegido a sus diputados, como siempre, sin un mandato vinculante (¿cuántos parlamentarios en Italia están referidos puntualmente a su distrito electoral en sus actividades institucionales y sus iniciativas parlamentarias?), y, en la última ocasión, sobre la base de listas electorales “bloqueadas”. Los candidatos fueron determinados, especificados y seleccionados exclusivamente por los partidos políticos, sin ningún tipo de vínculo con una selección popular de las candidaturas; entre ellas, la lista electoral que quedó primera con algún porcentaje, a la que se ha asignado la mayoría absoluta de los escaños en la Cámara. Bastaría, sólo como un ejemplo, un apoyo electoral de alrededor del 25% para ganar el 54% de la Cámara.
Se ha hablado también de los derechos, derechos civiles, derechos sociales, derechos culturales. La historia, en este caso, es aún mejor conocida, y no merece más argumentos, sino una necesaria actualización, sólo para que se comprenda tanto la gran cantidad de contenido social del socialismo cubano, como la dimensión de la transformación social provocada por la revolución y para el valor de la herencia política de Fidel Castro. Cuba se encuentra entre los mejores 70 de 200 países en el mundo en cuanto a “desarrollo humano”: el índice del desarrollo humano en Cuba, igual a 0,77, ocupa el puesto 67 en el mundo en esta lista especial; no teme comparación con otros países, como Europa (Serbia ocupa el puesto 66, Albania el 85), o aún mayores (Turquía tiene el puesto 72, Egipto el 108); tanto por tamaño y ubicación, podría estar situada en la vecindad de otros países de América Central y el Caribe, pero, por desgracia, Honduras ocupa el puesto 131 en este ranking, Haití el 163. Por cierto, Cuba está bajo un duro embargo estadounidense y occidental, lo que impide la importación de muchos productos desde hace 55 años.
Nos referimos, por supuesto, a los datos del PNUD, para cerrar el punto de los derechos humanos. En este sentido, la revolución exitosa de 1959 representa un punto de inflexión real. El analfabetismo ha pasado del 24% en 1958 al 0,2% en la actualidad (en los Estados Unidos es igual al 1%); la tasa de mortalidad infantil pasó de 3,5% en 1958 al 0,5% en la actualidad (en los EE.UU. es del 0,6%); la incidencia del trabajo infantil ha pasado del 3,5% en 1958 al 0% actualmente (los EE.UU. no proporcionó cifras oficiales, pero las observaciones independientes dan testimonio de la presencia y difusión del trágico fenómeno, por ejemplo, aquí). La esperanza de vida al nacer es de 79,4 años de edad (en los Estados Unidos llegan a 79.1). El índice de desarrollo relacionado al género es de 0,954. La participación de las mujeres en la fuerza de trabajo es superior al 43% (en los Estados Unidos es igual a 56%). El desempleo en relación al total de la fuerza de trabajo es de 3%, en los Estados Unidos es del 8%, en Italia el 12%.
Comparto, estoy de acuerdo. Hablemos de “democracia”: vitalidad social, participación cultural, emancipación de la pobreza. Como ya se ha mencionado, el pequeño David ya ha vencido en el campo del desafío social al gigante Goliat.