El 26 de diciembre comenzó un proyecto extraordinario: una marcha civil por la paz desde Berlín a Alepo, para expresar solidaridad con la población afectada por la guerra. Fue propuesta por la polaca Anna Alboth, madre de dos niños pequeños, un bloguero y un periodista que vive en Berlín. «Creo que la gente puede cambiar el mundo», explicaron a los medios de comunicación interesados en su iniciativa.
Las imágenes de Alepo han conmocionado: ¿por qué quieren volver por la misma ruta de los refugiados, con todas las personas que se unirán a esta marcha? Por ahora los participantes ya son entre 300 y 400, de 14 nacionalidades diferentes, incluidos los refugiados. Quieren manifestarse por la paz, no a favor o en contra de un partido o de un grupo particular, y sólo se permiten las banderas blancas en señal de paz.
El manifiesto de la marcha dice: «Se nos enseña la sumisión ante la guerra. Nos enseñaron a tener miedo a las maniobras de largo alcance en las sombras. Nos convencieron que teníamos que tomar partido por los «buenos» y culpar a los «malos», aceptar la división entre las personas, incluidos los que pueden dormir tranquilos en sus camas y los que tienen que huir para salvar su vida. Así son las cosas, nos dijeron, pero nos negamos a aceptarlo. Retiramos nuestro consentimiento y así ya no nos sentimos impotentes».
El elemento extraordinario de esta marcha no está constituido sólo por el valor y la espontaneidad (la idea nació hace tres semanas), sino también por su carácter internacional. El contenido de la página es traducida a doce idiomas, incluido el árabe, ruso y checo, y la misma diversidad se encuentra entre los participantes y los partidarios de la iniciativa.
¿Hasta dónde realmente se las arreglarán para este viaje de 3.000 kilómetros, con un promedio diario de 20 kilómetros que hacer? Anna Alboth prefiere dejar esta cuestión abierta. Ella nunca había hecho un caminata antes, aclaró. Sin embargo ya fueron capaces de producir una primera impresión y el objetivo de centrar la atención en la situación en Siria. Otro resultado es la convergencia de culturas que se crea en cada pueblo por el cual pasa la marcha.