En la turística ciudad de Puerto Iguazú, la violencia institucional se cobró la vida de los adolescentes David Gómez y Hernán Céspedes. Ambas causas judiciales permanecen impunes y las familias se unen para exigir justicia.
David y Hernán, presentes
Los dos tenían 18 años. Los dos tenían el pelo negro, la sonrisa plena y el lustre luminoso de la juventud aflorando en sus miradas. Ambos vivían en el norte de la provincia de Misiones. Ambos, con seis años de diferencia, fueron asesinados luego de ser detenidos por la policía en Puerto Iguazú, la ciudad de las Cataratas. David y Hernán. El primero de apellido Gómez, el segundo Céspedes. En ambos casos lo primero que dijo la polícia fue “se suicidó”. Dos pibes. Un mismo victimario: la violencia institucional. Esa maquinaria que bajo el ala de la complicidad política y judicial, ejecutan las “fuerzas de seguridad” en las barriadas humildes del país, cargándose pibes inocentes para tapar casos con “perejiles suicidados” o porque a veces “se va la mano”.
Hernán hubiese cumplido 22 años el 10 de diciembre de 2016. Era compañero de curso de Itatí Piñeyro, en la escuela nocturna. Todo sucede en Puerto Esperanza, Misiones, una localidad donde la multinacional Arauco tiene una de las “papeleras” más contaminantes de la región y dónde la familia Gruber, supo construir una casta de actores políticos que gobierna el pueblo hace muchos años. En definitiva, uno de los feudos del norte provincial manejado por el modelo forestal implementado en la provincia al servicio de Alto Paraná S.A (Arauco).
Itatí Piñeyro (18) fue hallada muerta en un descampado el 12 de julio de 2012. Había sido violada. Versiones de testigos atemorizados y anónimos, dieron cuenta a la familia de “Taty”, de la posible participación en el hecho, de uno de los hijos de Gilberto Gruber, llamado Fabián, a su vez sobrino del intendente de Puerto Esperanza, Alfredo Gruber. Cuenta el maestro de Taty y Hernán, Carlos Duarte- quien además es un reconocido militante social- que en horas posteriores al hallazgo del cuerpo de la víctima del atroz femicidio, “ la policía desplegó un operativo terrible contra mis alumnos, los compañeros y compañeras de Taty. A muchos los fueron a buscar de noche, los llevaron al río y los amenazaron de muerte, muchos se fueron y no volvieron al pueblo por el terror que les inflingieron”.
Acusado de ser sospechoso en el femicidio de “Taty”, por orden del ex Juez de el Juzgado de Puerto Iguazú, Eduardo Fernández Rissi, la policía detiene a Hernán Céspedes y hasta lo alejan de su pueblo: se lo llevan detenido a la Unidad Regional V, de la turística Iguazú. De allí, a horas de tener que prestar declaración, Hernán aparece “suicidado”, presuntamente con un “cordón” (cuando habitualmente lo primero que se hace con los detenidos es quitarle todo tipo de cordones, cinturones, etc). Fue el 27 de julio de 2012. Días antes, Hernán le confesó a su madre, Rosa, que tenía miedo que lo matasen, porque estaba amenzado por los guardias, que le pedían que se declare culpable del femicidio de Taty Piñeyro. Dos años después, un joven que en las últimas horas de vida de Hernán estuvo detenido en la misma comisaría de Iguazú (posteriormente trasladado a la Unidad Penitenciaria de Eldorado), hizo pública una carta-entregada a organismos de Derechos Humanos nacionales e intgernacionales- en la cual señala : “Yo (…) preso en este momento en la cárcel de Eldorado, en el pabellón de menores, actualmente condenado por robo calificado, declaro que presencié, cuando ocurrió la muerte del joven Hernán Céspedes en la Comisaría Seccional V de Puerto Iguazú, a fines de junio del año 2012. Ese día yo estaba preso enfrente de la celda en que estaba preso Hernán Céspedes y escuche reiteradas veces, en muchas ocasiones, presencié y vi como le pegaban brutalmente (el) policía López, Mariano, y una mujer policía que venía de Puerto Esperanza, entre otros policías”, escribió el joven.
“Entonces, las sesiones de torturas eran constantes contra el preso. La distancia de mi celda a la de él era aproximadamente de dos metros y medio. Y la celda de él, la tenían con la luz apagada. Estaba acurrucado sobre un tipo de banca de cemento. Y venían constantemente, lo sacaban y lo traían de (regreso) al calabozo”.
Terminando 2016, la familia de Hernán Céspedes no solo no pudo conseguir que la Justicia investigue debidamente, sino que con el caso impune, siquiera cuentan con un abogado por falta de recursos.
David Gómez vivía en Iguazú. El 5 de diciembre de 2006, después del acto de colación en la escuela- terminaban quinto año-acudió a una fiesta con sus amigos. Un patrullero de la comisaría local arribó al lugar a pedir que bajen el volumen. No querían que escuchasen cumbia villera ni nada que hablase contra la policía. Cuentan que se da un intercambio de palabras entre algunos de los pibes, entre ellos David Gómez. Termina la fiesta uy todos vuelven a sus hogares. Todos menos David, quien fue interceptado por la policía. Calixto Gómez, militante de ATE y CTA y padre de David, recuerda que “vino el comisario a decirnos que apareció el cuerpo a 40 kilómetros, ahorcado en un pinar en Puerto Esperanza”.
Desde la aparición del cadáver de David, múltiples irregularidades se fueron sumando a la magra investigación judicial. “Cuando llegamos al pinar, mi hijo ya no estaba colgado, sino tirado en una camioneta de la policía de Puerto Libertad, lleno de hematomas, con los testículos muy inflamados, con claras marcas de haber sido brutalmente golpeado. Después apareció una testigo que dijo que vio como la policía lo golpeaba, pero fue amenazada y se apartó de la causa. A todo esto, las ropas de David no aparecieron nunca. La rama donde se colgó apareció cortada y el terreno bajo el árbol quemado”.
El caso, permanece impune y la causa judicial cerrada.
El pasado 7 de diciembre, la familia de David Gómez organizó una marcha en Puerto Iguazú, a 10 años del asesinato impune de su hijo. Acudieron organizaciones, vecinos y amigos de David. Y estuvieron presentes los padres de Hernán Céspedes, y su hermana Paola. Al llegar al mural que recuerda a su hijo y exige Justicia, bajo un sol tremendo, Calixto Gómnez dijo a los presentes: “Si estamos acá es porque no queremos que ningún pibe más en Misiones ni en ningún lugar de la Argentina pase por esto. No queremos que haya más victimas de la violencia institucional, que siempre son jóvenes y humildes, pibes de barrio. No queremos un sistema judicial corrupto y cómplice del poder. No queremos más impunidad. Ni un pibe menos”.