Parece ser claro que vivimos tiempos turbulentos, de ebullición, como si nos hubiese agarrado una ola de la que no sabemos cómo saldremos: bien o mal parados.
Todos los años se concatenan entre sí, por lo que difícilmente un año puede ser muy distinto al anterior. Sin embargo cada año tiene su sello, que al año siguiente se quiere reforzar o modificar, ya sea marginal o sustancialmente.
A nivel nacional, el país parece transitar por dos vías, como las corrientes de un río: las superficiales y las profundas. Estas últimas las podemos asociar al país real, del día a día, del ciudadano de a pie, que está andando, en marcha, a menor o mayor velocidad, con mayor o menor dificultad, para bien o para mal.
Por otro lado tenemos un país atascado, trancado, que no sabe cómo salir del embrollo. Un país con una casta (élite) que se resiste a desprenderse de privilegios irritantes que en los tiempos actuales son difíciles de sostener. Lo peor es que este esquema de castas, que viene de los tiempos de latifundios, se resiste a morir y tiende a reproducirse por doquier. Así se observa en el ámbito político, militar, económico, religioso o universitario. El nepotismo campea convirtiendo la meritocracia y la igualdad de oportunidades en palabras vacías, sin significación alguna. La corrupción, las colusiones, los jubilazos, son algunas de las realidades que destacaron el 2016 que quisiéramos ver eliminadas, o al menos disminuidas, en el 2017.
A nivel internacional el 2016 parece haber representado un punto de inflexión en el camino hacia la globalización. Lo que se vio como un proceso imparable, hoy está puesto en jaque, lo que se encuentra reflejado en la elección de Trump en USA y la decisión en el Reino Unido por salirse de la Unión Europea, junto con el auge de los nacionalismos. Como si se volviesen a erigir muros allí donde se buscó tender puentes, imperfectos, pero puentes al fin y al cabo.
Muy probablemente en el 2017 esta tendencia continúe como reacción a las fuertes corrientes migratorias que se observan. Muros que se expresarán en términos físicos, como vía aranceles, visas, restricciones que buscarán limitarlas, pero que darán cuenta de tensiones.
Hemos estado viviendo tiempos de paz, o de guerras marginales, locales, y que lo que viene no es broma. Trump procurará que USA “vuelva a ser grande” (great again), en un contexto en que China está lejos de ser la misma de los tiempos de Mao, con Rusia procurando tener el protagonismo de los tiempos de la URSS, un Medio Oriente que sigue siendo explosivo, un sudeste asiático inestable. Una Europa buscando redefinirse y una América Latina en ascuas.
Parecen venirse tiempos difíciles, donde los tambores de guerra buscan su espacio.