En este año lo que avanzó fue el retroceso. El principal golpe fue el golpe parlamentario, mediático y judicial en Brasil, con el que comenzó la Era del Hielo en el hermano país. Con la reciente aprobación de la PEC 55, se congela el gasto público por 20 años en la Constitución, congelando la posibilidad de que millones de personas en la pobreza puedan salir de ella.
Ese gobierno golpista, junto al de Paraguay y al gobierno de Clarín y las corporaciones en Argentina, pretenden también congelar y hacer retroceder la integración regional, sirviendo junto a los nucleados en la Alianza del Pacífico de cabeza de puente al intento de EEUU de recuperar la hegemonía perdida sobre la región.
Por ello sufrió Venezuela, pionera y baluarte de integración solidaria, furibundos ataques golpistas este año. A pesar de la copiosa metralla mediática y de algunos personeros como el sectario general de la OEA Almagro, pesar de la guerra económica y la artillería pesada de la especulación financiera, el gobierno bolivariano está en pie.
La violencia continuó este año azotando a América Central, exhibiendo los índices de homicidio más altos del mundo. Violencia que continúa destrozando a México, prisionero del sistema neoliberal, igual que Chile y Perú. Violencia física y económica que ha hecho aumentar el número de migrantes. Violencia que también muestra su faz discriminatoria en los recientes rebrotes de xenofobia.
También los organismos articuladores de la integración regional sufrieron el retroceso o piadosamente, un severo estancamiento. Ya la IV Cumbre de la CELAC en Quito dejó entrever, más allá de la retórica de las declaraciones, la grieta subyacente entre los diferentes proyectos políticos. Allá las alianzas regresivas del Pacífico, los defensores de la OEA y el neoliberalismo. Acá los impulsores de la integración soberana en la Celac, la Unasur y el ALBA.
En proyección regional de la escalada golpista, la triple Alianza efectuó un golpe institucional en el MerCoSur, desconociendo la presidencia Pro Témpore de Venezuela y suspendiendo al país del bloque, culminando el año en vergonzosas reuniones paralelas y la inaudita agresión física a la canciller venezolana por parte de personal policial argentino.
Aún así, no todas han sido malas noticias, en Colombia, entre tropiezos y dificultades se firmó la Paz entre el gobierno y las Farc-EP. En Nicaragua, El Salvador, Bolivia y Ecuador continúan los procesos de cambio a favor de las poblaciones.
A pesar de las diferencias en su interior, la UNASUR dio pelea por la unidad regional soberana. Entre las diversas acciones fue muy relevante el acompañamiento a la mesa de diálogo instalada en Venezuela entre gobierno y oposición. Pero también proyectos y acciones políticas como el Banco de Precios de Medicamentos, la Escuela de Mediadores por la Paz, el lanzamiento de la Campaña Soy del Sur, el impulso a la ciudadanía sudamericana y la realización del II Foro de Participación Ciudadana en Quito constituyeron destellos en un horizonte cargado de nubarrones.
Otra buena noticia es la reactivación del Banco del Sur, con la definición de autoridades y la renovación de compromisos en la integración de aportes de varios de los países miembros.
Pero sin duda que lo más significativo han sido las innumerables acciones de los movimientos sociales, que han tomado el relevo para resistir el oleaje conservador.
Signaron el año masivas marchas estudiantiles, enormes movilizaciones por la paz en Colombia, huelgas de profesores y maestros en Chile y México, múltiples acciones creativas contra el TPP, significativas concentraciones anti-fujimoristas en Perú, tomas de miles de escuelas y universidades en Brasil y Paraguay.
Las organizaciones de izquierda y los sindicatos, junto a un gran número de colectivos motorizaron el rechazo popular al golpe en Brasil. El campesinado se movilizó fuertemente en reclamo del cumplimiento de acuerdos anteriores en Colombia y Paraguay, multiplicándose las acciones de defensa del territorio en Honduras, México, Colombia, Perú y Guatemala, con el triste saldo de lideresas y líderes asesinados por el sicariato para amedrentar y frenar la protesta social. También en Argentina, aumentó la represión y comenzó un nuevo ciclo de persecuciones políticas, ante la resistencia popular que llenó las calles en rechazo a las políticas macristas. Honduras y Guatemala fueron escenario de la protesta ciudadana contra la corrupción y delincuencia enquistadas en el gobierno, al tiempo que se extendió a lo largo de la región un indignado y unánime rechazo a los feminicidios y la violencia de género bajo la consigna “Ni una Menos”. Impactante resultó la participación de millones de cubanos en la despedida al líder de la revolución en su recorrida póstuma.
En cientos de foros, congresos, simposios y jornadas, a través de un creciente trabajo en red y de reciprocidad entre los reclamos sectoriales, los movimientos sociales articularon avances de unidad en la diversidad, comprendiendo que, una vez más, el protagonismo de la resistencia a los embates neocoloniales es del pueblo mismo.
¿Qué puede traer el 2017? En aquellos lugares de gobernantes con el corazón congelado, aumentará el conflicto social y posiblemente también aumente la represión institucional para mantener el estado de cosas injusto. En los países gobernados por procesos progresistas y revolucionarios, veremos, al igual que ya antes, el repetido ataque contrarrevolucionario para intentar socavar, derrocar o suplantar a los gobiernos de izquierda.
El muro que se ha levantado entre las aspiraciones humanistas y el mundo actual continúa allí, amenazando con hacerse más grande todavía. Hoy más que nunca, es imprescindible, para derribar ese muro, voltear los pequeños muros que dividen a la mejor gente y buscar la articulación y la acción convergente. En eso nos encontrará el 2017.